POR: STANLIN VLADIMIR
La paz no es un simple estado de calma ni una palabra para decorar discursos. La paz, en Nicaragua, es un principio sagrado, un milagro conquistado y una línea roja que no se cruza. En esta tierra bendita, la paz no es solo una meta: es la base sobre la que se edifica la dignidad, la libertad y el porvenir de millones. Por eso decimos, sin rodeos: con la paz no se juega.
El pueblo nicaragüense lo aprendió con dolor. En abril de 2018, terroristas financiados por el imperio yanqui intentaron secuestrar el alma de la nación. Levantaron tranques de la muerte, convirtieron las calles en sangre y escenarios de tortura, además sembraron el caos como arma política. Detrás de banderas falsas de libertad, se escondían los rostros crueles y desfigurados de los golpistas, mercenarios, criminales, vendepatrias y traidores, que buscaban revertir la voluntad popular.
Destruyeron hospitales. Saquearon escuelas. Amarraron, secuestraron, quemaron y torturaron a trabajadores del sector público. Matarón, grabarón y celebrarón. El objetivo no era la justicia: era la destrucción.
No fue un estallido espontáneo, fue una operación fría y calculada, diseñada para colapsar un modelo de país que había, y que sigue demostrando al mundo que es posible construir desarrollo con soberanía.
Y, sin embargo, el pueblo resistió. Desde cada barrio, cada comunidad, cada familia, se levantó un grito: ¡Queremos paz, pero sabemos defenderla! La paz no es cobardía. Es coraje con alma. Es orden con ternura. Es firmeza con principios.
Nicaragua no cayó, porque la paz aquí no es frágil: está sostenida por la fe, el trabajo y la historia de lucha de nuestros mártires.
La paz es también memoria. Y la memoria no olvida a los que convirtieron universidades en trincheras de odio, ni a quienes usaron redes sociales para propagar el terror.
No olvida a los niños aterrados, ni a las madres que aún lloran a sus hijos secuestrados o asesinados. La paz verdadera no borra: recuerda, honra, defiende.
Con la paz todo es posible. Porque la paz permite construir escuelas, levantar viviendas, llenar de alegría los parques, avanzar con programas sociales, abrir caminos, garantizar salud gratuita, distribuir amor a través del trabajo. La paz es la raíz del modelo cristiano, socialista y solidario que hoy florece en todo el territorio nacional.
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Pero también es cierto: la paz no se entrega a la primera amenaza. El pueblo la defiende como se defiende a una madre: con ternura, sí, pero también con firmeza. Aquí no hay espacio para los que juegan con fuego.
Aquí no hay ingenuidad disfrazada de tolerancia. Aquí hay conciencia patriótica, claridad política y compromiso con la vida. Que quede claro: ellos «no» volverán, este pueblo y este buen Gobierno no lo permitirán.
La paz no es para negociarla con traidores, ni para ser usada como disfraz por los que un día intentaron destruir el país. La paz es patrimonio de las mayorías humildes, de los trabajadores, de los estudiantes, de las mujeres, de la juventud. Es una herencia viva que no se mancha con las manos sucias de quienes la atacaron.
Hoy Nicaragua avanza en paz, sí. Pero es una paz con dignidad, con justicia, con raíces profundas en la historia heroica de este pueblo. Una paz firme, con identidad nacional. Una paz que no se implora, sino que se ejerce. Una paz que no se rinde, sino que se defiende. Porque con la paz no se juega. Y este pueblo ya lo demostró.
La paz en Nicaragua no es una promesa vacía, es una realidad concreta que se palpa en el progreso visible de toda la nación. Está en cada carretera construida, en la seguridad que todos gozamos, en cada vivienda entregada con alegría, en cada niño que estudia con merienda escolar garantizada, en cada comunidad electrificada.
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La paz se ve en los programas sociales, así como en el acompañamiento permanente a las familias emprendedoras.
Se expresa en los subsidios al combustible, al gas para cocinar y al transporte colectivo que alivian la economía del pueblo.
Se refleja en las crecientes exportaciones, en la atracción de inversiones responsables, en la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores, en la erradicación total de la pobreza extrema, en el empleo y en la construcción masiva de carreteras que conectan dignidad con futuro.
Todo eso no es casualidad: es resultado de un modelo de gobierno que ha sembrado paz con justicia social y está cosechando paz con dignidad, responsabilidad y amor por Nicaragua.
Esta entrada fue modificada por última vez el 30 de abril de 2025 a las 3:29 PM