POR :Edwin Sánchez
I
El solo hecho de que el cardenal Robert Francis Prevost haya adoptado el nombre de León XIV es un desafío trascendental.
Como ciudadanos, y más como cristianos aunque no seamos católicos ni evangélicos, debemos respetar los resultados del Cónclave romano.
Es muy cierto que no siempre los electores cardenalicios dan en el blanco —peor si vendieron su voto—, pues han emergidopapas horrendos como Sixto IV (1471-1484), que aprobó,crímenes incluidos, la “Santa Inquisición” de los Reyes Católicos de España en 1478.
El Tribunal del Santo Oficio exhibió lo más refinado de las máquinas de torturas, las hogueras para los “herejes”, lasangrienta persecución a los judíos, aparte de las confiscaciones,y otros luzbélicos etcéteras.
(Y todavía dicen que los “salvajes” eran los “indios descubiertos por Colón”).
O el empedernido mujeriego de Alejandro VI (1492-1503), que además de comprar su papado, “entregó” América con todos sus pueblos libres y originarios en calidad de esclavos a sus compatriotas españoles, y una parte a Portugal.
O Pío XI, el del Concordato con el fundador del fascismo, Benito Mussolini. O Juan Pablo II…
No obstante, hay otros que han dado brillo a las Siete Colinas.Enormes hombres como el mismo León XIII, Juan XXIII y Juan Pablo I, dignos y entregados líderes que capitanearon la Iglesia Católica con valentía, esfuerzo e inteligencia.
Que tiempo habrá para la admiración o la decepción. Solo la estulticia es la que sale, como siempre, con sus prejuicios y dicterios por delante.
Debemos desterrar la obcecación. El fanatismo.
Un sandinista de verdad, y si es cristiano con mucha mayor razón, no debe ser xenofóbico, odiar por odiar a alguien porque nació en Estados Unidos o China.
Los copresidentes Daniel Ortega y Rosario Murillo, saludaron la asunción del nuevo Obispo de Roma: “Al congratularle, deseamos expresar también nuestra aspiración de que desde su Elevada responsabilidad pueda usted contribuir a promover Paz, Encuentro, Concordia y los Valores que la Familia Humanatanto necesita”.
El pueblo católico del mundo está contento, regocijado por elPapa matemático, que tendrá suficientes calendarios a su joven disposición física, religiosa, intelectual y social, para ejecutar sensibles cambios en el rumbo de la Iglesia Católica.
El que hasta hace poco era Robert Prevost, con su pontificado actualizará nada menos que la primera Encíclica Papal: la Rerum Novarum, es decir, las Cosas Nuevas.
Sin embargo, nunca faltan los fanáticos, los que al secárseles lamateria gris, la humedecen con la bilis y permiten que el hígado le dé un Golpe de Estado al Cerebro.
En un medio salió este patético titular: “Un gringo es el nuevo jefe de la Iglesia Católica”.
¡Por amor de Dios!
Para empezar, el ser de origen estadounidense no es un delito.
En segundo lugar, quien fuera el Cardenal Robert Prevost ha vivido más en Perú que en su Chicago natal. En todo caso, si ser gringo es un “pecado”, es, como se dice, el menos gringo de la Unión Americana.
El sacerdote Prevost trabajó hasta en Nicaragua en los años 80.
No es el caso de un tal Pablo María que venía a “profetizar” y “sanar” a las hijas caprichosas de papá, y los Juniors, hospedándose a todo dar en algunas mansiones de Las Colinaspara estar “cerquita de Dios”, según él, pero absurdamente lejos de la realidad nicaragüense.
Tampoco en Perú ha dormido en el exclusivo residencial limeño de Miraflores, sino en las barriadas.
Este Papa es de padres de ascendencia francesa y española. Es un latino de sangre con América Latina en sus venas espirituales.
Sabe lo que es el dolor del pobre por experiencia misionera en Trujillo y Chiclayo, pues no lo ha visto en documentales de Telesur ni se lo han contado, sino al lado de los marginados, en medio de sus vicisitudes, y ha trabajado y se ha identificado con los más desposeídos.
Descalificar a alguien por motivo de raza, religión o NACIONALIDAD, es una actitud que raya en la intoleranciaque tantos males ha provocado a la humanidad —27 millones de víctimas a Rusia a manos de las hordas de Hitler durante la Gran Guerra Patria—, aunque se encubra de “firme respuesta antiimperialista”.
León XIV es peruano por corazón y elección. No es peyorativamente “un gringo” que aparece sospechosamente como “jefe de la iglesia católica”.
Y aunque fuera solo norteamericano-estadounidense (también hay canadienses y mexicanos), tiene todo el derecho del mundo de sentarse en el solio vaticano.
Prevost apenas ha estrenado su investidura cardenalicia, creada en 2023, cuando ahora sume la abrumadora responsabilidad de conducir a la Iglesia Romana en un siglo de guerras y conflictos, y con el antivalor agregado de los atizadores de barbaries.
Decíamos que actualizará la Rerum Novarum seguramente con una Encíclica que moverá los cimientos de la Iglesia y sus influencias en el mapamundi contemporáneo. No es que será copia o subproducto de la biografía de León XIII, pero tampoco se espera sea una oveja al servicio de lobos “democráticos”,ansiosos de ganancias inmorales.
No, no creemos que sea una oveja, sino, como dice su nombre, un León, y ojalá fuera de cualquier jaula dogmática, política o ideológica.
II
De aquel León que rugió a los despiadados usureros y ambiciosos, opulentos de toda laya, encontramos en la Encíclica citada, su desilusión y su solución de un mundo en crisis, allá en mayo de 1891.
Un mundo que “desentendiéndose (de) las instituciones públicas y las leyes de la religión de nuestros antepasados, el tiempo fue insensiblemente entregando a los obreros, aislados e indefensos, a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los competidores (lo que hoy llamamos “el mercado”). Hizo aumentar el mal, la voraz usura, que, reiteradamente condenada por la autoridad de la Iglesia, es practicada, no obstante, por hombres codiciosos y avaros bajo una apariencia distinta (lo que llamamoshonorables banqueros).
“Añádase a esto que no sólo la contratación del trabajo, sino también las relaciones comerciales de toda índole (lo que llamamos injusto orden económico), se hallan sometidas al poder de unos pocos (lo que llamamos oligarquía), hasta el punto de que un número sumamente reducido de opulentos y adinerados (lo que llamamos “la comunidad internacional”)ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios”.
El Papa del siglo XIX abogó por el respeto a la propiedad privada, es decir, al fruto del sudor, del esfuerzo, en una palabra, del trabajo y no de la deshonestidad o la explotación, que es lo mismo, y alertó sobre los paraísos artificiales, de las utopías decimonónicas que lejos de solucionar la vida de los proletarios, se las complicaba junto al resto de la sociedad.
También dejó claro que el Estado no se inmiscuya en los asuntos domésticos de una familia, lo que en Nicaragua se ha respetado.
No obstante, León XIII estableció algo que en estos últimos años hemos visto en nuestro país, como el apoyo a las familias necesitadas, lo que individuos sin piedad critican como“populismo” y “clientelismo”:
“Cierto es que, si una familia se encontrara eventualmente en una situación de extrema angustia y carente en absoluto demedios para salir de por sí de tal agobio, es justo que los poderes públicos la socorran con medios extraordinarios, porque cada familia es una parte de la sociedad. Cierto también que, si dentro del hogar se produjera una alteración grave de los derechos mutuos, la potestad civil deberá amparar el derecho de cada uno; esto no sería apropiarse los derechos de los ciudadanos, sino protegerlos y afianzarlos con una justa y debida tutela”.
Si bien el Jefe del Vaticano instó a los proletarios a cumplir con sus obligaciones asumidas ante la patronal y no recurrir a la violencia llamada “de clase”, ni considerar enemigo al empleador ni dejarse manipular por terceros que quieran avivar una confrontación capital-trabajo, fue bien claro en cuanto a la responsabilidad y actitud de los ricos:
“Cierto es que para establecer la medida del salario con justicia hay que considerar muchas razones; pero, generalmente, tengan presente los ricos y los patronos que oprimir para su lucro a los necesitados y a los desvalidos y buscar su ganancia en la pobreza ajena no lo permiten ni las leyes divinas ni las humanas. Y defraudar a alguien en el salario debido es un gran crimen, que llama a voces las iras vengadoras del cielo:«He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos»” (Santiago 5:4).
III
Tal vez le hubiera resultado un poco más fácil a Robert Prevost ser simplemente Francisco II, y no asumir el colosal reto de proseguir la senda de León XIII, sobre todo en una época máscompleja y tremebunda que la que le tocó sufrir a Gioacchino Vincenzo Raffaele Luigi Pecci.
Eso sí, la justicia social y la defensa de la dignidad humana de los más desamparado al parecer es donde apunta su báculo, tal como se puede inferir al honrar con su nombre el legado de León XIII, y que como dijo un peruano de su parroquia: “se ha desvivido por servir a los demás”.
Queda sí un excelente consejo para el Papa León XIV, a propósito de lobos: cuidarse de los coyotes disfrazados de corderos que, seguramente, llegarán a aullar en Roma contra Nicaragua, principalmente el que quería degradar al país en su Silla Gestatoria.
El Arzobispo Leopoldo Brenes al ser creado Cardenal, recordó lo que le había dicho su guía espiritual, el Cardenal Miguel Obando y Bravo, cuando egresó del seminario como sacerdote:
“Acuérdese de escuchar siempre las dos campanas”.
A quien fuera obispo de Perú le toca ahora confirmar sus palabras pronunciadas en Perú, cuando lejos de postrarse a favor de la mentira, se inclinó ante “un auténtico diálogo con la verdad”.
Este es el momento de elevar y poner el Diálogo con la Verdaden modo Urbi et Orbi, aunque enfurezca a los que se creen dueños del siglo XXI.
(*) Premio Nacional Rubén Darío 2000. Orden Rigoberto Cabezas 2021.
Esta entrada fue modificada por última vez el 10 de mayo de 2025 a las 1:49 PM