18 años después, el Pueblo sigue siendo Presidente

Imagen Cortesía / Portada de revista Stalin Magazine.

OPINIÓN / El 10 de enero de 2007 no marcó solo el regreso del Frente Sandinista al Gobierno. Fue el retorno de una visión, de un proyecto, de una dignidad que había sido aplastada durante 16 años de privatizaciones, humillaciones sociales y entrega nacional. Nicaragua no volvió al pasado: tomó las riendas de su futuro. Dieciocho años después, el Pueblo sigue siendo Presidente porque se gobierna desde el territorio, desde la comunidad, desde las decisiones de base. Porque este país no pertenece a una élite, sino a una conciencia colectiva que despertó y no piensa dormirse jamás.

El retorno sandinista abrió paso a una etapa inédita de dirección compartida y transformadora, encabezada por la Copresidenta Compañera Rosario Murillo y el Copresidente Comandante Daniel Ortega. No son figuras simbólicas. Son los principales artífices del modelo nicaragüense. Rosario, con su visión integral del Estado, ha sido clave en la articulación de programas sociales, en la restitución de derechos, en el nuevo diseño institucional, en el acompañamiento cotidiano al pueblo. Ha sido líder en la planificación estratégica nacional, visionaria en la defensa de la cultura e identidad nicaragüense, coordinadora directa de las estructuras del Poder Ciudadano, y, sobre todo, la gran artífice de la Paz que hoy disfrutamos los nicaragüenses. Su capacidad para unir, organizar, orientar y construir ha garantizado estabilidad social incluso en tiempos difíciles.

Daniel, con su experiencia histórica, su firmeza y temple de Estado, ha garantizado la estabilidad política, la soberanía nacional y la conducción general del proceso. Son distintos, sí, pero absolutamente igualitarios en responsabilidad.
La Copresidencia es un modelo de liderazgo complementario y cohesionado, efectivo y legítimo, sin subordinación entre sus figuras.

Estos 18 años han sido de logros medibles y sostenibles. El modelo Cristiano, Socialista y Solidario no es un lema vacío. Ha transformado las condiciones materiales de vida del pueblo.
El país que heredó el Frente Sandinista en 2007 estaba sumido en la pobreza generalizada, producto de políticas neoliberales que excluyeron a las mayorías. Hoy, esa realidad ha sido revertida: la pobreza extrema ha sido prácticamente eliminada, y la pobreza general ha sido reducida de forma histórica, gracias a un modelo centrado en las personas, no en los privilegios. Y todo esto sin recetas del FMI ni chantajes externos. A puro pulmón nacional.

La educación, gratuita y con merienda escolar, alcanza a más de un millón de estudiantes en todo el país. La salud es un derecho, no un negocio: Nicaragua cuenta hoy con una red amplia y moderna de hospitales, puestos de salud, centros especializados, y una de las mayores coberturas de casas maternas de toda América Latina. Gracias al modelo comunitario y familiar, miles de familias reciben atención preventiva y curativa de calidad, con calidez humana, y sin pagar un solo centavo. En plena pandemia, mientras otros países colapsaban, Nicaragua resistió, protegió su economía y salvó vidas. Fue una decisión valiente: apostar por la salud sin matar la producción.

Pero además es importante señalar las nuevas carreteras modernas, la energía que llega a todo el país, los puestos de trabajo, la producción, el incremento de exportaciones, las relaciones con pueblos hermanos como Rusia, China, Irán entre otros. La seguridad ciudadana es otro pilar. Nicaragua es el país más seguro de Centroamérica, con tasas de homicidio comparables con las de naciones europeas.
No es suerte. Es resultado de una estrategia de prevención, presencia comunitaria, comisarías de la mujer, y trabajo articulado entre el pueblo y su Policía Nacional. Aquí no mandan las maras, manda la ley del pueblo.

Y en lo político, se ha dado un paso sin precedentes: la reforma constitucional que reconoció la Copresidencia. Eso no fue una concesión, fue un acto de justicia histórica.
La Copresidenta Compañera Rosario Murillo no solo es compañera de vida del Copresidente Comandante Daniel Ortega: es conductora de políticas, jefa de programas, orientadora cultural, voz oficial, motor de comunicación, guardiana del espíritu del proyecto revolucionario y de la soberanía nacional. El país no tiene una Vicepresidencia: tiene una Copresidencia con plena capacidad, con respeto del pueblo, con visión profunda y acción concreta. Y eso ha sido posible porque el Pueblo Presidente así lo decidió.

¿Quién ha hecho posible todo esto? El Pueblo. Porque no basta con tener un Gobierno comprometido. Hace falta un pueblo consciente. Y Nicaragua lo tiene. Un pueblo que participa en los cabildos, en las asambleas de poder ciudadano, en las jornadas de salud, en las comisiones de seguridad, en la educación popular, en el rescate de la identidad, en las caminatas llenas de amor. No es un pueblo espectador: es protagonista.

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Por eso, 18 años después, el Pueblo sigue siendo Presidente. No lo dice el Gobierno: lo dice el mismo pueblo, en todas las encuestas, en la conversación familiar, en los barrios, en la ruta, en las escuelas, en las comunidades. Porque Nicaragua ya no se gobierna desde arriba, sino desde adentro. Porque la democracia aquí no es un papel firmado en Washington: es un proceso vivo, cotidiano, imperfecto y nuestro.

Y en estos 18 años, Rosario y Daniel, desde el Gobierno, han derrotado huracanes, intentos de golpe de Estado, campañas de odio, sanciones, agresiones externas, y amenazas disfrazadas de ayuda. Y ahora, con el mismo coraje, el mismo amor y la misma firmeza, se preparan para derrotar al único enemigo que queda en pie: la pobreza. Y lo van a lograr, porque cuentan con la bendición de Dios y el apoyo del pueblo.

Esta entrada fue modificada por última vez el 15 de julio de 2025 a las 1:32 PM