Por Stalin Vladimir Centeno
Cuando un grupo de necróticos exgobernantes con pasado manchado se levantan de sus tumbas para salir a sermonear a Nicaragua, la realidad cae como patada al hígado.
Personajes indignos, sin moral, sin cualidad y sin virtud. Se juntaron para firmar un papel dictado desde Washington, donde están los amos que los manipulan como simples marionetas a su gusto y antojo, pues cada firma de ellos carga sobre su espalda una mochila de señalamientos, de corrupción, escándalos y episodios que oscurecieron a Costa Rica y empañaron la supuesta democracia de la que tantos se jactan.
No les bastó con los privilegios que manosearon cuando estuvieron en el poder, los chanchullos y los amarres por debajo de la mesa que desnudaron sus gobiernos; ahora se arrastran de rodillas, dispuestos a firmar cualquier documento espurio con tal de ganarse unos cuantos dolaritos de los yanquis.
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Después del show mediático montado en la ONU, donde un grupo de supuestos “expertos” repitió el libreto baboso y aburrido de siempre para difamar y atacar a Nicaragua, aparecieron los mismos jubilados del poder en Costa Rica para aplaudir la calumnia vestida de informe internacional. Un documento armado lejos de nuestra tierra pinolera, escrito desde escritorios extranjeros por desprestigiados funcionarios, pretendió sentar cátedra sobre nuestra soberanía y nuestra dignidad. Y como era de esperarse, ahí fueron a firmar su cartita llorona, esos viejos personajes que creen que todavía pesan algo en la historia.
Se aferran a su triste pasado, intentando bendecir un documento espurio cuando no pueden bendecir nada, porque quienes cargan la maldición de su propio desprestigio moral no están en posición de dar virtud a nada ni a nadie, mucho menos a un papel redactado desde intereses ajenos a nuestra Patria.
Si la ONU tiene sicarios diplomáticos con sueldo imperial, Costa Rica prestó su coro de exgobernantes desteñidos, queriendo posar de santos sin tener la gracia.
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Comencemos con Óscar Arias, dos veces “desgobernante” de Costa Rica y con un Nobel inmerecido que ya no le brilla, un viejo tocón, que fue acusado por agresión sexual en denuncias que sacudieron a la mal llamada Suiza Centroamericana y encendieron el capítulo más fuerte del movimiento MeToo en ese país. Mujeres valientes rompieron el silencio y enfrentaron al poder que durante años se creyó intocable. También arrastra el capítulo oscuro de Crucitas, aquel proyecto minero manchado por señalamientos de prevaricato y decisiones que dejaron una herida abierta en la institucionalidad tica.
En el caso de Las Crucitas, Arias quedó señalado por favorecer intereses privados sobre el interés nacional, dejando una estela de dudas y desconfianza, con sabor a corrupción instalada en la mente de los ticos. Además, sus antiguos patrones imperialistas lo despojaron de su visa y lo mandaron a echar pulgas a otra parte. Como si no fuera suficiente, desde hace años está al frente de su tal Fundación Arias para la Paz, pero solo es una fachada, porque en realidad sirve para mamar la teta de los organismos internacionales desestabilizadores de los pueblos libres y soberanos. La Fundación Arias no oculta ser guarida de golpistas y también su patrocinador.
Aquí está la que no podía faltar, Laura Chinchilla llegó como la primera mujer en gobernar Costa Rica, pero quedó manchada por el escándalo de la Ruta 1856, la famosa Trocha fronteriza. Esa carretera, que anunciaron como defensa de la soberanía en la zona de nuestro río San Juan, terminó siendo un desastre, reales perdidos, obras malas, tramos sin terminar, contratos sin licitación, denuncias públicas, funcionarios señalados de corrupción incluyendo a la misma Chinchilla, intervención de la Contraloría y escándalo nacional. Importante señalar que ella vive frustrada, pues quiso reaparecer en la arena regional y apuntó otra vez a la Presidencia del Banco Centroamericano de Desarrollo (BID), pero no lo consiguió. Nadie la respaldó, ni su propio país le dio apoyo. Hoy se mueve entre su pensión inmerecida como expresidenta y charlas pagadas en foros donde vuelve al mismo libreto de criticar a Nicaragua para sentirse vigente. Su arrechura es evidente; le tiene celos y envidia al liderazgo de la Compañera Rosario y del Comandante Daniel, dos figuras queridas en Nicaragua, mientras ella es recordada como corrupta e incapaz.
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Este es otro en la lista, José María Figueres nunca logró sacudirse la figura del dinero recibido de Alcatel. Más de novecientos mil dólares en honorarios vinculados al contrato con el Estado costarricense, pagos que no declaró y que terminaron violando las reglas de transparencia y conflicto de interés del Foro Económico Mundial, obligándolo a renunciar cuando el caso estalló. Después de eso su paso por la Presidencia quedó reducido a una gestión saturada por el desgaste económico y social, y por la percepción de que el país caminó hacia más desigualdad e inseguridad bajo su mando.
Pero aún hay más, Miguel Ángel Rodríguez, un ladrón peso pesado de cuello blanco involucrado en el caso Alcatel, fue condenado a cinco años de cárcel por corrupción en ese gigantesco entramado. En otras palabras, su firma apesta.
Esta lista negra pica y se extiende, Rafael Ángel Calderón también fue condenado a cinco años en el caso Caja Fischel, ligado a manejos irregulares en la seguridad social costarricense. Su proceso expuso redes de influencia y el lado oscuro de la política tradicional tica. Él tampoco está en posición de levantar el dedo como juez cuando su propia vida política quedó evidenciada como sucia y corrupta.
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También, Abel Pacheco, recuerdo que a este anciano Enrique Bolaños lo invitó a conocer Masaya, pero además se vio envuelto en señalamientos sobre financiamiento político y donaciones turbias, incluyendo aportes de interés extranjero. Su administración cerró sin reformas profundas y con críticas sobre la permeabilidad de su partido ante manos externas. Quizás no terminó en los tribunales como los otros, pero su nombre entra en la lista de gobiernos bajo sospecha y episodios que dejaron cicatrices en la transparencia política de ese país.
Aquí tenemos a otra estrella apagada, en el pasado Luis Guillermo Solís se presentó como renovación ética y terminó hundido en la tormenta del Cementazo, un escándalo de tráfico de influencias ligado a créditos por más de treinta millones de dólares. Es cierto que no lo procesaron penalmente, pero la crisis en la banca pública y las renuncias de figuras cercanas derritieron su discurso “anticorrupción”. El mito reformista se apagó en medio del humo institucional que quedó flotando sobre San José. Este es otro bocón que se gana la vida opinando mal sobre Nicaragua y lo hace desde golpistas páginas digitales.
Y por último, el innombrable Carlos Alvarado quiso modernidad y transparencia y acabó con la Casa Presidencial allanada por el caso UPAD, una oficina de análisis de datos que levantó sospechas de vigilancia indebida.
Su Gobierno también se vio golpeado por el estallido del caso Cochinilla, con contratistas y obras públicas bajo investigación y funcionarios expuestos. Nunca lo acusaron penalmente en ese expediente, pero la credibilidad de su administración terminó en caída sin paracaídas, y el país lo despidió con su peor nivel de aprobación. Hay que decirlo sin pelos en la lengua: siempre fue un político improvisado que quiso ser reconocido como estadista, pero en cada paso dejó ver su torpeza.
En fin, aquí estamos ante oscuros expresidentes de Costa Rica, que se gastaron el prestigio que nunca tuvieron y solo aparecen cuando en Washington les truenan los dedos. Sus firmas pesan lo mismo que ellos, nada. Por lo tanto no pueden avalar ningún informe basura.
Esta entrada fue modificada por última vez el 3 de noviembre de 2025 a las 1:37 PM


