La lista CLINTON, tan aberrada como su apellido

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POR: STALIN V.

La lista Clinton se estableció en Estados Unidos durante los años noventa en un periodo de tensiones políticas internas y un Gobierno que intentaba recuperar el control en medio de grandes presiones que lo ahogaban. En 1998 estalló el caso de la ardiente Mónica Lewinsky, la pasante que declaró ante el fiscal independiente haberle practicado sexo oral al entonces Presidente Bill Clinton dentro de la Oficina Oval, un testimonio que lo llevó a un proceso de impeachment por perjurio y obstrucción.

Mientras ese escándalo avanzaba y la Casa Blanca perdía estabilidad, la administración impulsó un conjunto de medidas destinadas a fortalecer sus mecanismos administrativos de control, entre ellos el esquema que más tarde quedaría definido como la lista de personas y entidades bloqueadas administrada por la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro, conocida por sus siglas en inglés como OFAC.

Esta lista Clinton quedó bajo la responsabilidad directa de la Oficina de Control de Activos Extranjeros, el organismo que Estados Unidos utiliza para señalar a personas y entidades que, según sus informes, mantienen vínculos con el narcotráfico, el crimen organizado, el lavado de activos o el tráfico ilegal de armas. Una vez que un nombre aparece en ese registro la oficina puede ordenar el congelamiento inmediato de bienes y limitar cualquier operación financiera sin necesidad de llevar el caso ante un tribunal.
El perverso sistema funciona como un mecanismo administrativo que actúa de forma automática cuando una persona es incluida, lo que obliga a los bancos y empresas estadounidenses a bloquear de inmediato cualquier movimiento relacionado con el designado.

Con el tiempo se incorporaron herramientas más amplias. La llamada ley Kingpin, aprobada a finales de los noventa, permite señalar a individuos considerados piezas centrales dentro del tráfico internacional de drogas.

A esto se suman categorías creadas por el propio Tesoro para ordenar la lista, como narcotraficantes especialmente remarcados y personas o entidades clasificadas como terroristas globales u organizaciones señaladas como estructuras terroristas.
Cada una de estas etiquetas define el tipo de restricción aplicada, pero todas comparten el mismo efecto práctico, que es el congelamiento de activos y la prohibición de transacciones con ciudadanos o empresas de Estados Unidos.

En semanas anteriores desempolvaron esa lista Clinton y aplicaron la máxima política de los gringos conocida como «la zanahoria y el garrote», aunque en este caso fue el garrote que escogieron como castigo contra Gustavo Petro. La medida fue impuesta después de que Petro denunció en la Asamblea General de Naciones Unidas que el Gobierno de Estados Unidos respaldaba el genocidio que Israel ejecutaba sobre Gaza.

Posteriormente condenó enérgicamente las ejecuciones extrajudiciales que el imperio yanqui llevaba a cabo en el mar Caribe contra embarcaciones a las que señalaba sin prueba alguna de ser narcotraficantes. Igualmente denunció la agresión y el asedio constante que Washington mantiene contra el pueblo venezolano. En medio de ese clima la acción vengativa terminó alcanzándolo a él y también a su esposa en una reacción que coincidió con ese choque frontal.

La lista Clinton es una aberración jurídica que el Tesoro ejecuta de forma dictatorial y que pasa por encima de las Cortes Federales, permitiéndole operar a su gusto y antojo al bloquear nombres y congelar bienes con un simple movimiento administrativo.

Como dije antes, esa estructura nació en los años en que Bill Clinton estaba arrinconado por el escándalo que casi le cuesta la Casa Blanca después de haberle sido infiel a su esposa Hillary Clinton con Mónica Lewinsky, una joven de ojos claros más atractiva que terminó poniéndolo entre la espada y la pared.
A partir de ese infierno político la herramienta de distracción quedó funcionando por fuera de los controles judiciales y dependió más de la sed de sangre con la que amanecen los vampiros politiqueros de Washington que de pruebas reales mostradas en un tribunal.
Por eso cada vez que la reactivan la gente se hace la misma pregunta, cuánta justicia puede haber en una lista a la que meten a cualquier persona sin un debido proceso y sin derecho a la defensa.

La lista Clinton terminó convertida en un instrumento útil para castigos selectivos y acciones políticas disfrazadas de medidas administrativas. Le sirve a Washington para presionar a Gobiernos, castigar disidencias y mover lss piezas dentro de sus intereses externos sin tener que pasar por la justicia.

Dicha lista no cuenta con equilibrio, menos con contrapesos y no hay vigilancia alguana que lo regule o lo detenga. Basta una firma dentro del Tesoro para que el nombre de una persona quede marcado para toda la vida y sin derecho a reclamar ante un juez. Esto explica por qué cada reactivación provoca desconfianza en el lugar o la persona a la que se la apliquen.
Esa lista negra está fortalecida con super poderes y con «el derecho» de ejecutarse discrecionalmente, una medida que Estados Unidos le ha dado a esa herramienta en distintos episodios.

La lista Clinton ya está alcanzando a políticos y funcionarios, por eso el primer nombre que debería aparecer ahí es el de Marco Rubio.

Él se crió en una casa que no tenía un comportamiento normal como de cualquier familia tranquila, por el contrario era un centro de operaciones de polvo blanco y punto de acopio de una red de cocaína que operaba en Miami en los años ochenta. Si entramos en detalles encontramos que el narco cabecilla, era su propio cuñado Orlando Cicilia, detenido en la Operación Cobra de 1987 y condenado a muchos años de cárcel por narcotráfico.
En esa casa se guardaban kilos de cocaína escondidos en cajas de cigarros. Por eso ahora nadie le cree a Marco Rubio cuando dice que viviendo ahí no se daba cuenta de los traficantes que entraban y salían como Pedro por su casa, un pasado que manchó a toda una familia. Por lo cual no es remoto afirmar que el actual secretario de Estado Marco Rubio ya debería estar siendo investigado y cuando mínimo destituido de su cargo.

En fin la lista Clinton terminó convertida en el espejo perfecto del imperio yanqui, autoritaria, opaca y útil solo para intimidar. Un mecanismo inventado que se activa cuando Washington quiere ajustar cuentas y que jamás pasaría una prueba mínima de legalidad en ningún país serio. Por eso fuera de sus fronteras esta lista no goza del respeto de nadie y más bien provoca desconfianza y mientras siga funcionando como arma política será recordada como uno de los tantos instrumentos con los que el imperio yanqui pretende imponer miedo donde ya perdió toda autoridad.

Esta entrada fue modificada por última vez el 15 de noviembre de 2025 a las 1:25 PM