Por Stalin Vladimir Centeno
Soberanía
Afuera, afuera,
pueden decir lo que quieran.
Pero si estás en tierra Nica,
respeta mi bandera
La bandera azul y blanco
que no tiene ni una estrella,
por la que un día Sandino enarboló
la roja y negra
Esta es una estrofa de la preciosa canción Soberanía, que dicho sea de paso, es un recuerdo vigente para la embusa en Managua, que de vez en cuando y de cuando en vez, emite opiniones y mete su cuchara sobre asuntos internos que no debe. La soberanía es un patrimonio nacional que a lo largo de la historia ha sido defendida por Sandino, Zeledón, Andrés Castro, José Dolores Estrada, Carlos Fonseca, Rigoberto López Pérez, y hoy por la Compañera Rosario y el Comandante Daniel. Por lo tanto, es un compromiso y un deber preservarla y honrarla.
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Aquí todos los países
tienen sus embajadores
pero algunos de estos señores
no respetan la diplomacia
y hay uno que con su arrogancia
se abre en los corredores
de allá de la Casa Blanca.
Lo que dice la estrofa se confirma cuando uno ve cómo han actuado a lo largo de la historia, el paso de diferentes representantes norteamericanos en la embajada de Nicaragua ha sido accidentado, injerencista y atrevido.
Los mismos opositores los han catalogado como sus padrinos y sus protectores, y no es para menos. Cuando miembros de la derecha fascista fueron detenidos en 2018 por terroristas, por asesinos, por destruir la economía, por asaltar las instituciones, por matar a ciudadanos que no apoyaron el intento de golpe de Estado. Esa vez los gringos emitieron sendos comunicados desde la embusa y del Departamento de Estado difundiendo mentiras y calumnias, en las que exigían su liberación y los presentaban como jóvenes pacíficos y líderes estudiantiles, ocasionando la nota de protesta digna y soberana de nuestra cancillería, porque dichas acusaciones actuaron contradictoriamente con las reglas de la diplomacia que exigen respeto y no intromisión en asuntos internos del país donde son representantes.
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Aún tengo muy presente que en junio de 2018, la Embajada de Estados Unidos en Managua exigió la devolución o el pago de varios vehículos donados a la Policía Nacional, argumentando que algunos habían sido usados para según ellos «reprimir protestas«.
Nuestra institución policial desmintió esa afirmación y explicó que los medios de transporte se empleaban en tareas de seguridad ciudadana y en programas dirigidos a jóvenes en situación de riesgo. Sin embargo, actuando de manera digna y soberana, Nicaragua decidió devolver los vehículos de inmediato. Pero esto también me hace recordarle al imperio yanqui, que ellos mantienen una deuda económica histórica con el pueblo nicaragüense, una obligación que lleva casi cuatro décadas sin honrar.
La Corte Internacional de Justicia condenó al imperio el 27 de junio de 1986 por financiar acciones encubiertas destinadas a desestabilizar al Gobierno sandinista y por violar el derecho internacional durante la guerra impuesta contra nuestro país. Ese fallo estableció una indemnización superior a los 17 mil millones de dólares, que con los intereses acumulados hasta hoy, esa cifra equivaldría a varias veces ese monto.
Y es que, si él quiere hablar,
que se quite la investidura
y verá que poco dura
su estancia en esta tierra,
no estoy hablando de guerra,
nada más de exigir
que hable miércoles, pero afuera.
Esta otra estrofa deja claro algo sencillo: si un representante extranjero quiere opinar sobre asuntos que no le corresponden, debe hacerlo sin el escudo diplomático que le concede inmunidades y privilegios. Porque mientras hable desde adentro, desde una misión oficial, está obligado a respetar las normas que rigen la presencia de cualquier embajada en territorio ajeno. Y es justamente aquí donde entra la diplomacia con un conjunto de reglas precisas que determinan lo que se puede hacer y lo que no se debe permitir.
La diplomacia es el ejercicio responsable mediante el cual un Estado establece representación en otro país con el propósito de dialogar, cooperar y fortalecer relaciones respetuosas. Toda misión diplomática está obligada a observar las leyes del Estado receptor, a reconocer su soberanía plena y a abstenerse de intervenir en debates políticos internos, disputas partidarias o procesos institucionales. Su función es comunicarse, no imponer; acompañar, sin presionar; informar, no dirigir; cooperar, sin manipular.
Entre los deberes fundamentales de una embajada se encuentran no incidir en la opinión pública, no financiar grupos internos, no promover agendas que alteren el orden constitucional, no emitir juicios que comprometan la estabilidad del país anfitrión y no realizar acciones que vulneren la autodeterminación de su pueblo.
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La diplomacia auténtica se rige por el respeto mutuo, la no injerencia y la conducta prudente. Cuando una misión extranjera utiliza su presencia para influir, condicionar o desestabilizar, deja de hacer diplomacia y pasa a violar los principios esenciales que la justifican.
Soberanía en mi tierra
se escribió con letras grandes
No tinta sino con sangre,
a lo largo de la historia
Y ahora viene a mi memoria
lo que les dijo el más grande
Héroe de las Segovias.
Esa estrofa vuelve a cobrar sentido cada vez que recordamos a nuestros héroes. Cómo olvidar a nuestro General Sandino, que en 1927 decidió levantar un ejército de campesinos y obreros para enfrentar la ocupación militar del imperio yanqui. Con una estrategia de guerra de guerrillas, Sandino y sus hombres pusieron en aprietos a las fuerzas estadounidenses. Durante seis años, el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional peleó en las montañas del norte, hasta convertirse en un símbolo de resistencia. En 1933, Estados Unidos decidió retirar sus tropas de Nicaragua.
La canción Soberanía lo dice con fuerza:
Afuera, afuera,
pueden decir lo que quieran,
pero si estás en tierra Nica,
respeta mi bandera.
La bandera azul y blanco,
que no tiene ni una estrella,
por la que un día Andrés Castro
con dignidad lanzó su piedra.
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Y esa misma dignidad con la que Andrés Castro defendió la Patria es la misma convicción con la que la Compañera Rosario Murillo ha protegido nuestra soberanía, con carácter, con fe y con un profundo sentido de responsabilidad por esta tierra.
Por eso cerramos con sus palabras:
“El pueblo nicaragüense ha dado la vida a lo largo de siglos, defendiendo lo que es nuestro, nuestra tierra, nuestra soberanía, nuestra dignidad, nuestro decoro nacional… Paz y bien. Amor y Paz”. Finalizó la Co-Presidenta de Nicaragua.
Esta entrada fue modificada por última vez el 25 de noviembre de 2025 a las 4:35 PM


