Por Stalin Vladimir Centeno
Pete Hegseth pasó de animador mediocre de Fox News a jefe del recién rebautizado Departamento de Guerra del imperio yanqui, un salto que muchos en Washington describen como la llegada de un payaso mediático al mando de la maquinaria militar más grande del planeta. Durante años fue una de las caras del programa “Fox & Friends Weekend” y un vocero servil del discurso violento del Presidente Donald Trump, y cuyo favor le pagó el mismo inquilino de la Casa Blanca al ponerlo a dirigir el Pentágono después de las elecciones de 2024, en una decisión leída como recompensa a la cadena conservadora que más lo respaldó y que se extendió al presentador «lame botas», quien en cada entrevista lo trató con guantes de seda.
La relación entre Hegseth y el actual Presidente se construyó a través de la televisión, en entrevistas bola pasada, que nunca pretendían molestar al Presidente Trump. El viejo Murdoch, dueño de Fox News, obtuvo así un interlocutor directo en la Casa Blanca y un defensor permanente dentro de la cadena televisiva en horario de baja audiencia; mientras tanto, el presentador ganaba protagonismo y capital político. Cuando Trump regresó al poder, lo sacó del emporio mediático y lo impuso en el monstruo bélico, aunque no tuviera trayectoria en la planificación de defensa o conducción de grandes estructuras militares.
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El currículum de Hegseth es tan pobre como su capacidad militar; su hoja de vida incluye servicio en la Guardia Nacional, con despliegue en Irak, Afganistán y la base de Guantánamo, además de estudios en Princeton y Harvard, pero no registra experiencia real al frente de organizaciones compatibles con el amplio aparato de guerras del Imperio que mueve a unos tres millones de personas entre personal civil y tropas. El expresesentador de Fox News nunca ha diseñado una estrategia global, jamás ha administrado un presupuesto de esa magnitud y tampoco ha dirigido mandos conjuntos en escenarios reales de alto nivel.
El berrinche de Trump, al imponerlo por sus pistolas, deja la capacidad de defensa del país gringo en manos de un bufón mediático, con mínima experiencia en televisión y jamás con la capacidad de un general o un estratega militar.
Antes de su llegada al edificio del Pentágono, hoy Departamento de Guerra, tuvo que pasar por el Senado, donde lo confirmaron el 25 de enero de 2025 por el margen más estrecho posible, con una votación de cincuenta a cincuenta que obligó al vicepresidente J. D. Vance a entrar al pleno y emitir el voto de desempate, algo que solo ha ocurrido en contadas ocasiones con candidatos a un gabinete. Tres senadores republicanos, Susan Collins, Mitch McConnell y Lisa Murkowski, rompieron filas y se alinearon con las advertencias sobre el carácter, el historial y la falta de experiencia del nominado, y así llegaba el nuevo jefe del Departamento de Guerra a su cargo, con medio Senado en contra y con dudas abiertas sobre su capacidad.
Si escarbamos en su pasado, encontraremos que en 2017, mientras asistía a un evento de mujeres republicanas en California, una persona lo denunció en la policía de Monterey por presunta agresión sexual en un hotel, según documentos consultados por medios estadounidenses.
El reporte menciona moretones, ausencia de armas y un encuentro que terminó en investigación, sin cargos, tras un arreglo confidencial entre las partes. Años después, esta acusación volvió a ser noticia durante el proceso de nominación, acompañada por versiones de que la víctima habría firmado un acuerdo de confidencialidad a cambio de una compensación económica, algo que el abogado de Hegseth niega mientras insiste en que el caso fue cerrado por falta de pruebas.
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A ese expediente se agregó una declaración jurada de su cuñada, Danila Hegseth, remitida al Comité de Servicios Armados del Senado. En este testimonio, la declarante describe años de abuso de alcohol, situaciones en bares y restaurantes en las que hoy el secretario del Departamento de Guerra terminaba orinado, defecado, vomitado o desmayado.
El documento menciona además una palabra clave que ella debía enviar cuando se sintiera en peligro para activar una red de apoyo.
El expediente también muestra frases atribuidas a Hegseth en las que, según la testigo, banalizaba el consentimiento sexual y afirmaba que las mujeres no deberían trabajar ni votar, mientras instaba a los cristianos a tener más hijos para superar en número a la población musulmana.
Las denuncias sobre sus borracheras, comportamiento agresivo y bipolar fueron tomadas en serio por varios legisladores, que advirtieron que actos de ese tipo descalificarían a cualquier soldado para ocupar puestos de mando dentro de las Fuerzas Armadas. El propio Hegseth se vio obligado a prometer públicamente que se abstendría de beber durante su gestión, mientras calificaba los señalamientos como una campaña de desprestigio. Por otro lado, su esposa negó haber sufrido violencia física, pero el contraste entre esa versión y el testimonio de la ex cuñada dejó un terreno lleno de sombras sobre el carácter del “pulcro y ejemplar” hombre que ahora decide ascensos, despliegues y reglas de conducta para millones de militares.
La accidentada hoja de vida del actual secretario del Departamento de Guerra también se relaciona con el extremismo de ultraderecha. Durante la preparación de la investidura de Joe Biden en 2021, un oficial de seguridad interna de la Guardia Nacional lo señaló como posible “amenaza interna” debido a uno de sus tatuajes, asociado con imágenes de supremacistas blancos, y pidió revisar su permanencia en las tareas de seguridad de Washington. Hegseth asegura que fue víctima de una interpretación injusta, pero los registros muestran que fue apartado mientras se revisaba su caso. La preocupación en el Senado se centró también en la mezcla de símbolos, lemas religiosos y mensajes radicales que lo han acompañado en mítines, televisión y libros.
En definitiva, su discurso sobre las Fuerzas Armadas rompe con décadas de intentos por equilibrar la disciplina militar con políticas de inclusión. Desde Fox News y en sus libros “Modern Warriors” y “The War on Warriors” se ha dedicado a fustigar la diversidad, la equidad y la inclusión, calificándolas de agenda “woke”, que según él debilita el espíritu de combate. Ha ridiculizado la idea de que “la diversidad es nuestra fortaleza” y sostiene que el problema del extremismo en las filas es una construcción política usada para expulsar a “patriotas”. Este mismo lenguaje ya entró al despacho principal del Departamento de Guerra, donde Hegseth promete centrarse en la letalidad y en la cultura guerrera.
La agenda desde su nuevo cargo ya se refleja en sus prioridades: ampliar el uso del ejército en la frontera con México, endurecer las políticas internas contra lo que llama “activismo ideológico” y revisar programas de formación con perspectiva de género o racial. Todo esto ocurre mientras continúa la guerra en Ucrania, la inestabilidad en Oriente Medio y la agresión en el Caribe contra el líder Nicolás Maduro. En ese entorno, la figura central del Departamento de Guerra es un exconductor de televisión cuya experiencia de mando se ha construido lustrándole los zapatos a Trump y atacando a líderes de izquierda.
El Departamento de Guerra queda bajo la jefatura de alguien que mezcla influencia mediática, vínculos directos con el Presidente, un historial lleno de escándalos personales y presuntos delitos.
Peter Hegseth no solo representa al monstruo bélico más sangriento del planeta, sino también la peor cara de lo que hoy se ha convertido Estados Unidos, ese imperialismo yanqui que presume democracia mientras opera como una maquinaria de destrucción permanente.
Esta entrada fue modificada por última vez el 26 de noviembre de 2025 a las 4:37 PM


