Carta a los hermanos Nicaragüenses

Carta a los hermanos Nicaragüenses

Carta a los hermanos Nicaragüenses 

AYER, Vds. fueron noticia y cátedra por su Revolución

. De la soberanía nacional contra el mayor imperio del mundo, Sin paredón, sin represalias, ni venganza alguna.
. Integradora (marxismo, sandinismo, cristianismo).
. Con trato de magnánima igualdad a los vencidos.

HOY, pueden serlo de nuevo mostrando la utopía
. De una Nicaragua revolucionada por la fraternidad.
. Unida frente al enemigo exterior e interior.
. Igualada en la justicia, los derechos humanos, la libertad, la democracia participativa, la paz.
. Sin violencia, sin odio, sin enemistad.
. Con diálogo: que escucha, argumenta e integra toda verdad.
. Sin tregua para deslegitimar todo privilegio, monopolio, dominación y pulverizar toda discriminación y esclavitud.

Estamos asistiendo, desde hace unos meses, a un doloroso y trepidante drama, que seguramente la mayoría de los nicaragüenses no imaginaban y que ciertamente no hubieran suscrito: la provocación de desunión por una oposición que no ha aprendido a vivir en Paz. No es ese el camino. No es eso lo que los nicaragüenses se merecen.

Desde el triunfo de la revolución sandinista, han pasado 38 años, en los que el pueblo fue viviendo y avanzando en la articulación de una Nicaragua políticamente libre, plural, más justa e igualitaria, según un orden constitucional aprobado por la mayoría, que regulaba su política interior y exterior, con la participación de unos y otros, en un Partido u otro.

Se ha publicado por activa y pasiva la causa que originó el estallido de esta protesta: la medida del Gobierno de reformar el sistema de pensiones que rige hoy en Nicaragua. Medida retirada por el propio presidente en pocos días.

Nicaragüenses y no nicaragüenses comprobamos con extrañeza que esta medida gubernamental derivó de improviso y de forma creciente en protestas en las que se fueron mezclando acciones violentas, configurando peligrosamente una oposición extrema, que pasó a gritar sin razón alguna: Ortega debe marcharse.

Los nicas llevaban un período de Gobierno Sandinista que el presidente actual había logrado y mantenía ya por once años, período tranquilo, con avances y logros en todos los campos que les ha sido posible. Es decir, lo que se conoce una Democracia efectiva, perfectible. Pero, tras esa tranquilidad, algunos agentes, motivados por diversos asuntos, ocultos muchas veces, han venido trabajando planes y objetivos de combatir y dar por acabado el Gobierno del presidente Ortega.

Y que se diera eso, a raíz de la violencia desatada, es lo que despertaba en muchos perplejidad, sospecha, interrogantes. La causa originaria de las protestas estaba resuelta, pero seguían sin aparecer las causas que justificaran tan violenta y odiosa oposición, conjuntada en grupos, asociaciones, colectivos o Partidos que no presentan verdaderas propuestas.

El caso es que la espiral de la violencia se expandió y se asentó en los Medios de Comunicación, los que sabido está, son verdaderas máquinas monstruosas de tergiversación. Una espiral que, ignorando la sabiduría ética del Sandinismo, rompía la unidad de quienes todos querían por igual a su patria.

En ese proceso, brotó la Iglesia católica, aceptando ser mediadora, a propuesta del Gobierno, del método de entendimiento y solución: el diálogo. Diálogo que abría la puerta para poner sobre la mesa el origen del conflicto, sus causas. Diálogo que el Sandinismo, desde sus orígenes, ha instaurado como forma transversal de avanzar, de alcanzar metas tangibles para el bien común.

Todo a través de esa mediación dialogal sentida por los nicas como humano-cristiana.

“Hacemos un ferviente llamamiento a los cristianos para que cooperen con todos los hombres a cimentar la paz en la justicia y en el amor mutuo y a preparar los instrumentos de la paz” (Gaudium et Spes, n.77).

Sólo unidos por el amor podrán superar el pecado de la violencia haciendo veraz la palabra profética de que Las naciones no levantarán ya más la espada una contra otra “(Idem 78).

Está por estrenar ese camino, difícil y acaso descartado por ilusorio. Pero más ilusoria aparecía la gesta de hacer capitular al mayor imperio, con su horroso y descomunal desprecio de la libertad y de la vida de todo un pueblo. Y se logró. Lo lograron gentes de una nación pequeña -David contra Goliat- arraigados en la convicción de la razón, justicia y bondad de su propia causa, aun a costa de dejar en el camino miles y miles de muertos. La inspiración, la clave y la meta estaba ¡oh paradoja! en no resignarse a mal vivir, a no vivir humanamente. Ahora bien, tal como lo comprueba el prestigioso periodista estadounidense Max Blumenthal, el enemigo de la pequeña Nicaragua sigue siendo el mismo: el imperio y sus adláteres internos. Nuevamente David contra Goliat.

Los nicas tienen reciente esa gesta, la tejieron y la volverán a tejer paciente y heroicamente, pues la llevan esculpida en sus entrañas y en su historia. Es la utopía que ellos, un día, hicieron realidad y que, mucho más ahora, pueden reproducir sin tocar un pelo la fraterna, variada, singular y común unidad.

¡Es la hora de Nicaragua!

Benjamín Forcano

Esta entrada fue modificada por última vez el 26 de septiembre de 2022 a las 4:23 PM