Por Stalin Vladimir Centeno
Pocas veces en la historia contemporánea un organismo internacional ha caído tan bajo en su misión original como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Lo que comenzó como un instrumento para proteger a las víctimas de la guerra y de la persecución, hoy es un engranaje más de la maquinaria ideológica occidental, alejado de toda neutralidad, contaminado por intereses geopolíticos y utilizado como látigo contra los Estados soberanos que no se rinden ante los dictados imperiales.
Durante décadas, ACNUR fue visto como una esperanza para millones de desplazados. Pero su credibilidad se ha venido abajo a pedazos, con cada informe parcializado, con cada silencio cómplice, con cada alineamiento político disfrazado de preocupación humanitaria. Su desempeño no sólo ha sido deficiente: ha sido abiertamente cínico. Donde hay dolor causado por potencias aliadas, calla. Donde hay resistencia de los pueblos libres, ataca.
- También puedes leer: ¿Y si el abuelo de Trump, intentara migrar hoy? ICE, lo deportaría en minutos
Nicaragua lo ha vivido en carne propia. ACNUR ha emitido informes sesgados, con fuentes dudosas y construcciones mediáticas diseñadas para alimentar el discurso de criminalización contra el gobierno legítimo y electo del Frente Sandinista, que lideran, nuestra Copresidenta compañera Rosario Murillo y el Copresidente, comandante Daniel Ortega. En lugar de proteger la verdad, ha manipulado la narrativa. En lugar de dar voz a los pueblos, ha amplificado a grupos financiados desde el exterior con agenda desestabilizadora.
Y no es la primera vez. Basta con mirar su historial. ¿Dónde estuvo ACNUR cuando la OTAN bombardeó poblaciones enteras en Libia o en Siria, dejando miles de refugiados sin destino? ¿Qué papel jugó durante las guerras sucias de Estados Unidos en Centroamérica? ¿Por qué no ha denunciado con contundencia la situación en Gaza, donde millones han huido bajo fuego israelí? Su doble rasero es escandaloso.
La verdad es que ACNUR ya no responde al principio humanitario. Se ha convertido en una agencia politizada, selectiva, que aplica criterios según la conveniencia de quienes pagan sus presupuestos. Ya no actúa con base en los derechos de los pueblos, sino con base en los intereses de las potencias. Se arrastra ante quienes destruyen naciones y criminaliza a quienes las reconstruyen con soberanía.
- Te sugerimos: Serenidad revolucionario, salvajismo neocolonial
Esa es la razón por la que Nicaragua decidió decirle no. No al chantaje moral. No a la manipulación. No al papel decorativo de un organismo que ya no tiene autoridad ni autoridad ética para hablar de derechos humanos ni de protección. El retiro de Nicaragua no es un capricho: es un acto de dignidad ante una estructura que ha traicionado su razón de ser.
ACNUR no ha protegido a los verdaderos refugiados de la injusticia, sino que ha dado micrófono a quienes fingen persecución para encubrir conspiraciones. Ha permitido que se usen sus oficinas para montar campañas contra gobiernos populares. Ha dejado de servir a la humanidad para servir al colonialismo moderno con rostro institucional.
Hoy, cuando Nicaragua rompe con ese organismo, lo hace con la frente en alto, con la historia en la mano y con la verdad como bandera. No necesitamos intermediarios que nos acusen con informes maquillados. No aceptamos injerencias disfrazadas de ayuda. Y no toleramos que nos evalúe quien no tiene ni la coherencia ni la honestidad para mirarse al espejo.
- Leer más: Occidente entre crímenes y caos
La salida de Nicaragua de ACNUR es más que una decisión administrativa. Es una declaración de independencia frente a un sistema internacional fallido. Es la voz de un pueblo que ha aprendido a andar con paso propio, sin tutelajes, sin sometimientos.
Y es, sobre todo, una lección al mundo: ningún organismo es intocable cuando traiciona su misión. ACNUR ha sido exhibido. Y Nicaragua ha hablado claro.
Esta entrada fue modificada por última vez el 16 de junio de 2025 a las 2:00 PM