Camilo Cienfuegos: el hombre que no regresó, pero nunca se fue

Imagen Cortesía / Portada de revista Stalin Magazine.

Por Stalin Vladimir

El 28 de octubre de 1959, el Comandante Camilo Cienfuegos despegó en una avioneta Cessna desde Camagüey rumbo a La Habana y nunca llegó a su destino. Lo acompañaban un piloto y un soldado. El avión desapareció en medio del mal tiempo sobre el mar, y pese a una de las búsquedas más intensas de la historia cubana, no se hallaron restos.

Aquel día, Cuba entera quedó en silencio, la Revolución acababa de perder a uno de sus hijos más queridos, al jefe que había marchado al frente sin pedir nada, al hombre que representaba la confianza absoluta de Fidel.

Camilo cumplía una misión en Camagüey cuando emprendió el vuelo de regreso a La Habana, había sofocado una traición y todo estaba bajo control. Iba hacia nuevas responsabilidades dentro del proceso revolucionario, pero el destino lo detuvo en el aire. Su desaparición cerró una etapa heroica y dejó un sentimiento que sigue vivo en el pueblo cubano.

El Comandante Ernesto Che Guevara, al recordarlo años después, habló como quien compartió con él los días más duros de la guerra. Dijo: “Camilo era, indiscutiblemente, el más brillante de todos los guerrilleros. Fue el Compañero de todos, sin el más mínimo alarde de valor ni de sabiduría.” Y añadió: “Aquel ‘¿voy bien, Camilo?’ de Fidel no fue una casualidad, fue una pregunta hecha a un hombre en quien tenía una confianza absoluta.” E insistió, “para mí, Camilo no ha muerto.

Camilo Cienfuegos fue uno de los pilares de la Revolución Cubana. Su nombre quedó ligado a la victoria porque estuvo en los momentos decisivos, en la lucha, en el riesgo y en la alegría del triunfo. Participó en la expedición del Granma, sobrevivió al desastre de Alegría de Pío y se ganó un lugar en la tropa de Fidel por su entrega total. Fue de los primeros en llegar a la Sierra Maestra y de los pocos que nunca temblaron.

Dirigió la Columna No. 2 Antonio Maceo durante la invasión hacia el centro del país y protagonizó la batalla de Yaguajay, donde venció al cuartel del ejército de Batista después de varios días de combate. Aquella acción lo convirtió en símbolo de la ofensiva final de 1958. Lo escuchaban porque actuaba primero y hablaba después.

Después del triunfo del primero de enero de 1959, Camilo fue clave en la organización de las fuerzas armadas y en el desmantelamiento de los focos contrarrevolucionarios. Fidel confiaba en él sin pensarlo dos veces,
su disciplina, su sentido de justicia y su contacto con la gente lo hicieron uno de los dirigentes más queridos, su figura unía al Ejército Rebelde con el pueblo.

Contar sobre Camilo exige mirarlo en los hechos, en la ruta que va del Granma a Yaguajay y de ahí al primero de enero de 1959, y luego a las primeras decisiones de Gobierno, donde su firma y su presencia pesaron tanto como su uniforme. En esos meses se ganó tareas que definían rumbo: inspecciones, reorganización de unidades, atención directa a la gente que llegaba con quejas y peticiones.

Su papel en la ofensiva final explica por qué su nombre quedó atado a la victoria, Yaguajay fue una resistencia, también una maniobra y además mucha paciencia. El cuartel cedió tras días de presión constante y una conducción que combinó empuje y cuidado por cada pelotón. Ese resultado abrió el paso hacia Las Villas y aceleró la caída del régimen, ahí se entiende el apodo de Héroe de Yaguajay, entonces queda claro también por qué Fidel le entregó misiones de máxima confianza.

Tras el triunfo asumió responsabilidades que exigían carácter y criterio: desarmar redes del viejo orden, ordenar los mandos, evitar arbitrariedades, escuchar a oficiales jóvenes y a veteranos con el mismo respeto. Su presencia en cuarteles y ministerios demostraba mucha entrega, algo que inspiraba respeto y cercanía en todos los que lo rodeaban.

En octubre de 1959 mostró la otra cara de su liderazgo: sofocó la traición en Camagüey con una actuación limpia y directa, cumplió la orden, evitó que el ruido político se tragara la disciplina y salió rumbo a La Habana para seguir con nuevas tareas. Ese tránsito de combate a Gobierno retrata al mismo hombre: eficaz en la montaña y eficaz en la ciudad, siempre con la misma línea.

Como orador fue directo, el 26 de octubre de 1959 habló en la capital sobre unidad, Reforma Agraria y defensa del proceso, con un tono amable que llamaba a la acción y al compromiso. Ahí dejó frases que hoy siguen vigentes por su sentido práctico y su fuerza real, anunció que por cada traidor surgirían mil soldados y que la obra seguiría adelante, le creyeron porque él mismo era prueba de ese compromiso.

Este 28 de octubre se cumplieron sesenta y seis años de la desaparición física del Comandante Camilo Cienfuegos, el hombre del sombrero alón, el que se fue en una avioneta rumbo a La Habana y nunca llegó a su destino. Cada año, en esta fecha, Cuba entera vuelve a buscarlo en el mar. Desde las orillas hasta los ríos, miles de personas lanzan flores al agua y repiten su nombre como si siguiera entre ellos, como si todavía estuviera organizando columnas o revisando cuarteles.

Esta entrada fue modificada por última vez el 29 de octubre de 2025 a las 2:56 PM