Por: Stanlin Vladimir
El sandinismo no es una fecha, no es una ideología congelada, no es una moda pasajera. El sandinismo es una llama que nació en las montañas, resistió en las ciudades y hoy gobierna con dignidad. Tiene raíces profundas: la dignidad rebelde de Sandino, la inteligencia estratégica de Carlos Fonseca, la sangre valiente de los caídos y el aliento diario del pueblo que no se rinde. En Nicaragua, hablar de sandinismo es hablar de identidad, de soberanía, de patria, de presente y de futuro.
Todo comenzó con un campesino iluminado por el amor a su tierra y el odio al invasor. Augusto C. Sandino levantó la bandera de la dignidad nacional contra la ocupación estadounidense en 1927. Sin más recursos que su coraje, su pluma encendida y el respaldo de los humildes, fundó un ejército de conciencia, no de uniforme. Su lucha no fue solo militar: fue moral, ética, espiritual. Enfrentó al imperio más poderoso del mundo con machete, fusil y palabra. Y aunque lo asesinaron en 1934, no pudieron matar su ejemplo. Sandino se convirtió en símbolo sagrado, en fuego subterráneo que seguiría ardiendo en la conciencia del pueblo nicaragüense.
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Ese fuego fue recogido por Carlos Fonseca Amador, quien supo traducir el legado de Sandino en proyecto político revolucionario. Carlos no improvisó: estudió, organizó, combatió. Fundó el Frente Sandinista de Liberación Nacional en 1961, convencido de que solo el pueblo organizado podía derrocar al somocismo. No hablaba de cambiar nombres, sino de cambiar estructuras. Con él, el sandinismo se volvió ciencia, lucha, estrategia, y sobre todo, fe revolucionaria.
El camino no fue corto ni fácil. Fueron años de clandestinidad, cárceles, exilios, caídos. Pero el pueblo nunca soltó la esperanza. Desde las comunidades indígenas hasta los barrios urbanos, desde las universidades hasta los cafetales, el sandinismo se volvió una red de resistencia. En julio de 1979, tras una lucha tenaz de años, los combatientes populares entraron a Managua. No fue una toma improvisada: fue el clímax de una insurrección prolongada, organizada, valiente, cargada de mártires y convicciones.
Con la Revolución en el poder, el sandinismo empezó a construir el país que el somocismo le negó al pueblo: alfabetización masiva, salud gratuita, nacionalización de recursos, internacionalismo militante, respeto a los campesinos y obreros. Y como respuesta, vino el castigo del imperio: guerra sucia, contrarrevolución, bloqueo, muerte. Pero el Frente Sandinista no cedió. Se resistió con dignidad, se defendió con el alma y se mantuvo con el pueblo.
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La derrota electoral de 1990 no fue el fin. Fue una pausa impuesta por la mentira, la desinformación y el chantaje. Pero el sandinismo no se fue del corazón de la gente. Siguió vivo en los barrios, en las cooperativas, en los murales, en los recuerdos. Y con la guía de dirigentes firmes y visionarios como la compañera Rosario Murillo, que supo sostener la mística, la cultura, la organización comunitaria y el espíritu revolucionario, la llama no solo sobrevivió: se fortaleció.
En 2007, el Frente Sandinista volvió al poder con la Compañera Rosario y el Comandante Daniel Ortega, como Gobierno y el pueblo volvió a sentir que la Revolución respiraba. Se retomó la gratuidad en la salud, se multiplicaron los programas sociales, se construyeron más carreteras, vino el agua potable, los subsidios a la energía el transporte público, más trabajo, más seguridad, se instaló la paz, se dignificó la educación, se devolvió el protagonismo a la familia, a la mujer, a la juventud. La patria volvió a hablar en voz alta. Nicaragua dejó de mendigar y empezó a caminar con cabeza en alto.
El sandinismo moderno supo mezclar el legado histórico con la visión actual, sin traicionar ni claudicar.
Hoy, en mayo de 2025, el sandinismo gobierna con legitimidad y amor a la patria. No como simple administración, sino como fuerza moral. Es un proyecto nacional, cristiano, socialista y solidario, que ha resistido pandemias, intentos de golpes de Estado, malditas sanciones, huracanes, calumnias y traiciones. Y no ha retrocedido ni un milímetro. Porque la fuerza no viene del extranjero, sino de las entrañas de su pueblo.
La bandera rojinegra del Frente Sandinista de Liberación Nacional no es solo un emblema político: es un grito histórico. El rojo representa la sangre valiente de miles de nicaragüenses que han ofrendado su vida por la libertad y la justicia; el negro simboliza el duelo por los mártires y la decisión irrevocable de no claudicar jamás. Esta bandera ha ondeado en trincheras, en aulas, en hospitales rurales, en plazas de victoria y en los corazones de generaciones enteras. El sandinismo, como doctrina, conjuga la lucha de clases con el amor a la patria, la defensa de la soberanía con la justicia para los más humildes. No es una ideología importada: es una expresión genuina de la historia del pueblo nicaragüense que ha sabido resistir y vencer desde sus propias raíces.
El sandinismo es la sangre de los héroes que cayeron gritando «¡Patria libre o morir!» Es la lágrima de las madres de los mártires convertida en fortaleza. Es el canto de los niños alfabetizados, el trabajo del obrero, el maíz del campesino, la ternura organizada, la defensa firme de la soberanía. No es una consigna vacía, es una manera de vivir, de pensar y de amar la patria. Por eso, el sandinismo no se extingue: se multiplica.
Actualmente, el sandinismo, liderado por la Copresidenta Rosario Murillo y el Copresidente Daniel Ortega, ha consolidado un modelo de gobierno soberano, profundamente humano y alineado con los pueblos libres del mundo. Nicaragua mantiene relaciones firmes y solidarias con potencias emergentes como China, Rusia, Irán y otros países hermanos, sobre la base del respeto mutuo, la cooperación y la autodeterminación. Bajo esta conducción histórica, el pueblo ya no es espectador: es protagonista, es Gobierno, es Presidente. Las encuestas más recientes como la de M&R Consultores no solo reflejan altos niveles de aprobación, sino que reconocen que es el pueblo quien conduce, quien construye, quien decide. Y ese respaldo se ve y se palpa en las calles: en las escuelas llenas, en los hospitales renovados, en las carreteras modernas, en los parques vibrantes, en la paz conquistada y defendida todos los días.
Esta entrada fue modificada por última vez el 19 de mayo de 2025 a las 1:45 PM