Cuando los burros se convierten en “Una amenaza para la seguridad”

Foto Cortesía / Imagen creada por IA - Burros caminando en calle.

El Ejército de Ocupación lanza su guerra contra la resistencia de gaza con ruedas de madera y cuatro patas; por Mohamed Lashtar.

En una escena que refleja la brutalidad de la ocupación israelí y el absurdo al que han llegado sus políticas, Israel ha comenzado a confiscar burros en la Franja de Gaza bajo el pretexto de que los palestinos los utilizan para transportar armas. En una imagen surrealista, parece que las mulas se han transformado repentinamente en tanques blindados que amenazan la seguridad de uno de los ejércitos más poderosos del mundo. En uno de los capítulos más absurdos y grotescos de la ocupación, el “ejército más avanzado del Medio Oriente” ha decidido lanzar una operación de seguridad contra… burros. Sí, burros. Para este Estado paranoico, estos animales —que apenas logran alimentarse— representan una amenaza “estratégica” para su seguridad nacional. ¿Acaso han visto a un burro romper el Domo de Hierro? ¿O arrastrar un tanque Merkava al campo de batalla? Pues sí, eso ha hecho la ocupación sionista.

Con hospitales destruidos, combustible cortado e infraestructuras colapsadas, los burros se han convertido en el último recurso vital en Gaza: transportan heridos y mártires, cargan sacos de harina y arrastran los escombros de hogares demolidos, en desesperados intentos por reconstruir. Sin embargo, en lugar de verlos como símbolo de la resistencia humana y animal, la ocupación los ve como un peligro que debe ser eliminado. Estos carros de madera desvencijados, tirados por animales hambrientos, han sido incluidos por la doctrina de seguridad israelí como “medios de transporte de municiones” e incluso —según su imaginación paranoica— como posibles plataformas de lanzamiento de misiles.

No satisfecho con disparar contra niños, el ejército de ocupación ahora apunta también a los burros. Organizaciones de derechos humanos han documentado ataques deliberados contra estos animales en zonas donde los vehículos no pueden llegar, porque se han convertido en la única vía para rescatar a los sobrevivientes bajo los escombros. ¿El resultado? Heridos que mueren en las calles porque su medio de transporte “representa una amenaza a la seguridad”.

Israel no se detuvo en la confiscación, sino que lanzó una falsa campaña de relaciones públicas alegando que “rescata a los animales del trauma psicológico”, como si no fuera el mismo ejército quien bombardea a humanos y animales por igual. En una escena tan irónica como cruel, algunos burros fueron “evacuados” hacia Europa con ayuda de organizaciones de derechos animales, recibidos como “refugiados del infierno de Gaza”, mientras sus dueños humanos son privados incluso de un sorbo de agua o un pedazo de pan.

Al parecer, algunos países europeos abren sus puertas a los burros, pero las cierran a los palestinos. Los animales obtienen “derecho de asilo”, mientras que los dueños legítimos de la tierra son tratados como una amenaza para la seguridad internacional. Una escena en la que la lógica se ha derrumbado y la locura se mezcla con la sátira.

La voluntad de vivir… una amenaza esencial: La realidad es que el peligro no radica en los burros en sí, sino en lo que representan. En Gaza, estos animales han dejado de ser simples medios de transporte: se han convertido en símbolo de la voluntad de vivir, de la simplicidad que derrota a la complejidad, de la debilidad que confunde al poder.

La ocupación no teme al burro, sino a quien lo guía: al palestino que, pese al hambre y al asedio, se niega a morir sometido, y arrastra con su burro el carro de la esperanza entre los escombros de la muerte.

Cuando un animal indefenso se considera una amenaza para la seguridad, no estamos ante una medida de protección, sino ante una manifestación de histeria colonial. Un Estado con arsenal nuclear que teme a un carro de madera tirado por un burro no necesita un ejército, sino un psiquiatra.

El operativo del ejército israelí contra los burros: “una operación veterinaria”… al estilo israelí. Con total seriedad, el ejército israelí ha llevado a cabo operaciones de confiscación bajo el pretexto de lo que llamó “rescate veterinario”, sin contactar a sus dueños ni considerar las necesidades de la población cercada de Gaza. En una escena digna del teatro del absurdo, los burros son confiscados bajo lemas de “protección animal”, mientras que los seres humanos palestinos son abandonados a una muerte lenta.

¿Se han convertido los burros en combatientes?

Lo que sucede es simplemente otro capítulo de la política de “aniquilación de la vida”. Después de robar la tierra, el agua, la medicina, el mar y el aire, ahora Israel confisca incluso lo que queda de los animales. Ya no queda nada que no haya sido criminalizado: el ser humano es culpable por ser palestino, el niño por nacer en Gaza, y el burro por seguir moviéndose.

Los burros se han convertido en símbolo de una dignidad indestructible, de una paciencia inquebrantable, de un pueblo que sigue levantándose entre las ruinas con la determinación de su fiel animal. La ocupación no teme a los burros por lo que son, sino por lo que significan: la prueba viviente de que este pueblo aún está vivo.

¿Temen a los burros? ¿O lo que realmente los aterra es la voluntad de vivir de un pueblo que sólo tiene a su burro, pero no se rinde? ¿Se han convertido las tiendas de campaña en frentes de batalla? ¿Es más peligrosa una carreta que transporta a un niño herido que un tanque Merkava?

No es una guerra contra los burros… es una guerra contra la vida misma. Cuando Israel confiscó la tierra, dijeron: “Es una tierra sin pueblo”. Cuando confiscaron el mar, dijeron: “Lo protegemos del contrabando”. Y hoy confiscan incluso a los burros

¿Dirán mañana: “Gaza está sin vida, no merece existir”?

Pero la verdad es que Gaza, incluso cuando se arrastra sobre ruedas de madera, sigue liderando al mundo en la batalla por la dignidad. La ocupación tiene tanques, Gaza tiene un burro.

La diferencia es clara: entre una máquina de matar y un símbolo de vida. No se trata del animal… se trata de una ocupación que tiembla ante todo ser vivo.

El mensaje es claro: mientras haya un ser que respire en Gaza, incluso si es un solo burro caminando, el pueblo palestino seguirá resistiendo y no dejará de luchar.

Esta entrada fue modificada por última vez el 21 de julio de 2025 a las 5:02 PM