Cuba grita al mundo; el bloqueo no es política, es un crimen

Foto Cortesía / Opinión.

Por Stalin Vladimir Centeno

Cuba lleva más de sesenta años sometida a un castigo económico que no tiene equivalente en nuestros tiempos. Seis décadas de bloqueo, seis décadas de asfixia planificada desde Washington para doblegar a un pueblo que eligió soberanía en vez de sumisión.

El informe presentado en La Habana por el canciller Bruno Rodríguez es más que un documento: es una radiografía del crimen económico más largo de nuestros tiempos, una agresión que acumula más de 170 mil millones de dólares en pérdidas históricas, y que a precios del oro equivale a más de 2 billones. ¿Qué país soporta semejante cifra sin claudicar? Solo un pueblo como el cubano, revestido en dignidad.

En el último año, entre marzo de 2024 y febrero de 2025, el bloqueo provocó 7 556 millones de dólares en daños. Esa cifra no se queda en el papel: significa un 49 % más de sufrimiento que el año anterior. Se traduce en apagones que se alargan, en medicamentos que no llegan a tiempo, en barcos retenidos y en familias enteras que cargan con la angustia de no saber cómo enfrentar el mañana.

Cada dólar perdido en estas cuentas es, en realidad, un golpe directo contra la vida de once millones de cubanos.

Rodríguez puso ejemplos que estremecen el alma, porque dos meses de bloqueo equivalen a 1 600 millones de dólares en combustible, lo que bastaría para garantizar electricidad estable a toda la Isla durante un año; cinco días representan los 100 millones necesarios para reparar una central termoeléctrica como la Antonio Guiteras o la Carlos Manuel de Céspedes; y catorce horas significan la insulina que requieren todos los pacientes diabéticos del país. ¿Cómo puede llamarse a esto una medida “económica”? Es un acto de terrorismo energético, que apuesta a que la oscuridad quiebre la esperanza de un pueblo.

Cuando se trata de la salud, el bloqueo golpea con la mayor brutalidad, porque dieciséis días equivalen a los 339 millones de dólares necesarios para sostener el cuadro básico de medicamentos durante un año; dos horas representan los fármacos vitales de cardiología y neurología, además de alimentos para niños con enfermedades metabólicas; y apenas diecinueve minutos bastan para impedir las sillas de ruedas que requieren miles de estudiantes de educación especial.

Cada uno de esos ejemplos refleja vidas truncadas, es la medicina que un enfermo no encuentra, el niño que espera un tratamiento y no lo recibe, la angustia de una familia que siente cómo la política criminal del imperialismo yanqui se mete en su casa para arrebatarle la esperanza.

En el terreno financiero, el bloqueo actúa como un cerco invisible, porque cuarenta bancos internacionales se negaron a operar con Cuba y 140 transferencias fueron bloqueadas, generando barcos con trigo varados, combustible que no se descarga y contratos que se esfuman en el último minuto.

Es una jugada deliberada para asfixiar a la Isla, usando al sistema financiero mundial como verdugo.

El canciller recordó que más del 80 % de los cubanos ha nacido bajo bloqueo, lo que significa que tres generaciones completas han crecido con apagones, con escasez de medicinas, con colas interminables, pero también con la conciencia de que esas carencias no son culpa de la naturaleza ni del azar, sino de una política impuesta por los gringos y ejecutada por cada uno de los inquilinos que han pasado por la Casa Blanca.

Sin embargo, esas generaciones no se dejaron aplastar: han aprendido a convivir con la escasez sin perder la sonrisa, a compartir lo poco que hay y a seguir caminando con la frente en alto. Esa es la verdadera derrota de Washington: podrá multiplicar la penuria, pero jamás borrar la dignidad del pueblo cubano.

El informe llega a pocas semanas de un nuevo pulso internacional, porque el 28 y 29 de octubre la Asamblea General de Naciones Unidas volverá a votar la resolución contra el bloqueo, y casi el mundo entero, una vez más, condenará una política que solo sostienen el imperio estadounidense y el Estado genocida de Israel. Pero lo importante no es solo la votación, sino la contradicción que desnuda: un país que se presenta como campeón de la democracia pero que ignora cada año el mandato de la comunidad internacional.

Las cifras también revelan el verdadero alcance del saqueo, porque los daños históricos acumulados ascienden a 170 677 millones de dólares a precios corrientes, y si se mide al valor del oro, superan los 2 billones; y porque, sin bloqueo, el PIB de Cuba habría crecido 9,2 % en el último año, una de las tasas más altas del hemisferio. Lo que se frena no es solo el crecimiento económico de un país, sino la posibilidad de que su pueblo alcance un nivel de vida más justo y digno.

Y pese a todo, Cuba sigue de pie, porque mantiene programas de cooperación médica en 59 países, impulsa energías renovables, produce sus propias vacunas y medicamentos, incluso cuando enfrenta sanciones que persiguen hasta a los barcos que le traen combustible.

“El bloqueo constituye el principal obstáculo a la recuperación económica, pero no podrá quebrar nuestra voluntad de independencia ni el proyecto socialista”, afirmó el Compañero Canciller de Cuba, Bruno Rodríguez, dejando claro que un país pequeño puede ser asfixiado, pero jamás vencido.

Este artículo no es uno más, es una denuncia implacable, porque cada cifra presentada por el canciller es un grito que acusa a Washington de genocidio económico. Sesenta años de asfixia no han podido derrotar a Cuba, pero han desenmascarado la naturaleza de un imperio que usa el hambre como arma política.

Callar sería complicidad. Denunciarlo, como hacemos aquí, es un deber.
El pueblo cubano ha resistido seis décadas de bloqueo y aún camina con la frente en alto. Esa resistencia, asumida con dignidad, interpela al mundo:
¿Seguiremos tolerando que la soberanía de un pueblo se castigue con la miseria?

Esta entrada fue modificada por última vez el 19 de septiembre de 2025 a las 5:03 PM