De libertador a libertador: Bolívar en la obra de Rubén Darío

Imagen Archivo / Opinión.

Por Carlos Midence

Rubén Darío, a quien Leopoldo Lugones llamó: “el último Libertador de América” y medio siglo después, Jorge Luis Borges, expresara: “lo podemos llamar el Libertador”, a lo largo de sus distintas etapas creativas, siempre homenajeó, mediante diversas composiciones, bien en verso y prosa, al Gran Libertador Simón Bolívar, en tanto figura cumbre del devenir político, social, libertario del continente.

Darío, quien fue lector voraz, desde temprana edad, a sus once años, ya había acumulado un enorme caudal de conocimiento, poco habitual para un niño de su edad, por lo que tenía pleno conocimiento del Libertador Simón Bolívar.

En León de Nicaragua, específicamente en la apertura del Ateneo, en agosto de 1881, leerá su poema “Al Ateneo” de León, en el que hace un recorrido por la historia intelectual y heroica de la humanidad, alabando a las figuras que lucharon para brindarnos la independencia y la libertad y, por lo tanto aprovecha para homenajear al Libertador:

¡De la libertad, la Diosa
que ofrece miel y no acíbar,
hada que arrulló a Bolívar
en una cuna de rosa!

Asimismo, con el motivo de los 100 años del nacimiento de Bolívar, concibe: “Al libertador Bolívar”, oda que lee el 24 de julio de 1883, el cual es uno de sus poemas más intensos y más conocidos dedicados al Libertador. En esa misma fecha conmemorativa, se estrenará su “Himno a Bolívar” con música del maestro Juan Aberle. Ambas composiciones las transcribimos a continuación:

 AL LIBERTADOR BOLÍVAR:

Vibre el plectro sonoro
que haga temblar la cítara en la mano,
y en armonioso coro,
un himno soberano
resuene en la extensión del mundo indiano.

Del libre el pecho ardiente,
un grito exhala de entusiasmo y gloria:
que ahora surge esplendente,
a la faz de la Historia,
Bolívar, ¡el titán de la victoria!

¡Salve al cóndor andino
que al Chimborazo arrebató su llama!
¡Salve al genio divino
que calmó el torbellino
en medio del hervor del Tequendama!

De luz la sien ceñida,
por el sol de la gloria abrillantada,
atravesó la vida:
¡gigante que anonada
con el rayo potente de su espada!

La enhiesta cordillera,
con sus grandes peñones de granito
fue para su bandera
pedestal, ¡y su grito
de libertad, resuena en lo infinito!

Para héroe tan gigante,
no puede resonar cítara alguna
que ensalce lo bastante
su valor y fortuna:
pequeñas son la estatua y la coluna.

Las naciones lo han visto:
sol fecundo en la paz, rayo en las lides;
redentor como Cristo,
fué de raza de Cides
y en su alma inmensa revivió Arístides.

Transfigurado pasa
llevando su estandarte que flamea;
en ardores se abrasa,
y pueblos libres crea
volando en su caballo de pelea.

Ofrecedle coronas
de mirto y de laurel, que ya ha venido:
que ruede el Amazonas,
y al compás de su ruido
cantad al vencedor que ha redimido.

 Brilla lejo en el Norte,
el genio audaz de Bunker Hill tremendo;
mas, moderno Mavorte,
de Junín al estruendo,
Bolívar a la altura va ascendiendo.

Como se hincha la nube
y se enciende, tal brota el entusiasmo
al ver a aquel que sube,
siendo el asombro y pasmo
del pueblo que sacude su marasmo.

El, águila altanera,
se remonta y al sol ve cara a cara;
él domina la esfera:
su alma, de luz avara,
al infinito va y allí se para.

Libertad es aurora:
él hace que el sol brille refulgente,
y el cielo se colora,
y aparece esplendente
con un fulgor de Dios sobre su frente.

Hiere la roca dura
y brota el manantial; ser en el caos;
corre la linfa pura:
¡sedientos, levantaos
y corred a la fuente: id y saciao!

Pasa el soldado fuerte
como anuncio de fe, sobre la tierra,
y paz y dicha vierte,
y la sombra destierra
desde el carro de llamas de la guerra.

¡Bolívar! Alto nombre
que de justo entusiasmo el pecho inflama:
fue semi-dios, no hombre;
ante el tiempo lo aclama
la sonora trompeta de la Fama.

La América garrida
hoy levanta un clamor que se dilata
de la vega florida
del Orinoco, al Plata
que turbulento su raudal desata.

 Y ese clamor ya suena
del Nuevo Mundo en el jardín hermoso;
lo lanza el Magdalena,
y hoy se eleva glorioso
en la margen del Lempa caudaloso.

El pueblo heroico y grande
que se levanta altivo y soberano
a la vista del Ande;
el que a un rudo tirano
supo vencer en Coatepeque, ufano;

El pueblo que encendida
el alma lleva siempre, y agitada
con fuego de vida;
por quien, nunca empañada,
Morazán levantó su limpia espada;

 El pueblo que pregona
derecho y libertad, independiente,
y que su sien corona

con luz viva y fulgente
como las chispas de su Izalco ardiente;

 La patria de Delgado,
de Angulo y otros cien bravos campeones;
el suelo que, agitado,
sus internas regiones
mantiene en gigantescas convulsiones;

La nación cariñosa
y hospitalaria, El Salvador, se llena
de galas, presurosa,
y une su voz serena
al concierto sublime que resuena.

 De América al hosanna
responde ahora el pueblo cuscatleco
con altivez ufana,
como responde, seco,
el trueno al rayo, y al retumbo el eco.

 Une su voz al coro
que las Naciones forman, al profundo
vibrar de arpas de oro,
con que al genio fecundo
celebra con ardor el Nuevo Mundo.

 Bien haya el bendecido
pueblo, que sigue de la luz la senda;
y en anhelo cumplido,
a la paz da su ofrenda
olvidando el fragor de la contienda.

 Y hoy alza su himno al cielo
en donde luce el genio poderoso,
y al remontar el vuelo
a admirar al coloso,
saluda al porvenir esplendoroso.

Muéstrase soberano,
y yergue ahora la cabeza altiva;
y conduce en la mano
antorcha de luz viva,
llevando de la paz la verde oliva.

Tiene por fuerte arrimo
la industria que es la vida de la tierra:
grano recoge opimo
sin oír el que aterra,
rudo clamor de confusión de guerra.

¡Honor al Jefe probo
que hoy hace tributar digno homenaje
al que allá, en Carabobo
con sublime coraje
el yugo quebrantó del coloniaje.

Ya se exalta el deseo
al oír el sonar de épica trompa
con vivo clamoreo,
sin que nada interrumpa
grito, entusiasmo, festival y pompa.

Bolívar se levanta
con la aureola inmortal que orna su frente,
y coloca su planta
sobre el Ande; y ardiente
sonríe con amor al Continente.

Levanta el brazo fuerte
que venció en Boyacá; lanza un acento
que en ardor se convierte;
y es su mirar violento
relámpago que surca el firmamento.

Baja desde la altura
como fulgor la bendición sagrada
que Dios da con ternura;
y se mira adornada
a América como una desposada.

Y la inmensa armonía
cruza el éter, y pasa y va sonando,
y surge el nuevo día
lleno de luces, cuando
la apoteosis del héroe va anunciando.

Y nace limpia lumbre
que consume y abrasa al anarquismo:
y domina la cumbre,
y se hunde el despotismo
en las fauces informes del abismo.

¡Hermoso panorama!…
Hoy se aviva del héroe la memoria
al volar de la Fama,
y se viste de gloria
en el grandioso templo de la Historia.

La Libertad hermosa
en el cielo radiante se presenta
con mirada ardorosa;
la obscuridad ahuyenta
y el siniestro rugir de la tormenta.

Al infinito avanza
con severo ademán y paso quieto;
empuña fuerte lanza,
y al tirano dan reto
su escudo brillador y su áureo peto.

¡Loor al héroe invencible
de la espada de fuego! ¡Al gran guerrero
prepotente y terrible,
que se admira el primero,
al brillo inextinguible de su acero!

¡Gloria al que sus legiones
conduce victorioso en la batalla,
llevando sus pendones,
y al contrario avasalla
al tremendo rugir de la metralla!

 ¡Gloria al que ofrece vida,
a la codicia y al temor ajeno;
gloria eterna y crecida
al paladín sereno
que se anunció con el clarín del trueno!

 ¡Aun se escucha su grito
que del tirano el pedestal derrumba;
aun vese al héroe invito;
aun la metralla zumba;
aun el estruendo de Junín retumba!

Ese nombre que brilla,
es el tirano valladar y coto,
como del mar la orilla
al tremendo alboroto
de la onda hinchada que revuelve el noto.

 ¡Ay!, que por suerte aciaga,
hay también en los pueblos y naciones
agitación que amaga,
crudas revoluciones,
vértigo, tempestades y aquilones.

 Pero ¡maldito sea
quien, al pueblo mostrando falsa egida,
lo empuja a la pelea
y le arranca la vida
en medio de la lucha fratricida!

Sí: ¡mil veces maldito
quien, turbando la paz de un pueblo honrado,
lanza de guerra el grito
y le quita el arado
para darle un puñal ensangrentado!

Pues las grandes naciones
que llevan de la luz el derrotero,
llenas de aspiraciones,
y que un brazo certero
las sabe conducir por buen sendero,
al progreso caminan
sin fijarse en mentidos oropeles;
se agrandan e iluminan
y en expansiones fieles
al genio dan aplausos y laureles.

Ayer, aquí sagrado
a Morazán alzóse un monumento;
hoy, torneo elevado
del arte y del talento,
de Bolívar ofrécese al portento.

¡Bolívar! Las edades
escriben ese nombre, alto y bendito;
llevan las tempestades
ese poema escrito,
¡y se escucha un rumor en lo infinito!

(En la Velada Nacional de El Salvador, Celebrando el Centenario Bolivariano El 24 de julio de 1883)

HIMNO A BOLÍVAR

¡Gloria al Genio! A la faz de la tierra
de su idea corramos en pos,
que en su brazo hay ardores de guerra
y en su frente vislumbres de Dios.

¡Epopeya! No pinta la estrofa
del gran héroe la espléndida talla
que en su airoso corcel de batalla
es su escudo firmeza y verdad.

Y subiendo a la cima del Ande,
asomado al fulgor infinito
coronado de luz lanza un grito
que resuena doquier ¡Libertad!

En múltiples poemas es posible encontrar alusiones, homenajes a Bolívar. Así por ejemplo, en la composición “A Juan Montalvo”, escribe: del gran Libertador; henchido el /
pueblo
de gozo, lo pronuncia reverente,
y las madres lo enseñan a sus hijos
infundiéndoles fe y amor intenso
a lo grande, respeto a los valientes
que luchan por las caras libertades

 En este mismo poema,  más adelante, escribe:

 aparece Simón, alta la frente,
azote de relámpagos su espada;
su brazo es huracán que todo asuela,
su mirada poder incontrastable,
su cerebro es hornalla misteriosa
donde se forman altos pensamientos,
y su gran corazón, nido de llamas
donde alientan ardores y virtudes;
foco de sin igual magnificencia
que derrama torrentes noble fuego,
encendido en sublime patriotismo,
fecundo en bienes mil a las naciones.
Ese es el gran Libertador de un /
mundo;
se remonta hasta el sol, cóndor /
zahareño;
a ése das tú loores inspirados
en el amor que guía a la grandeza

Ahora bien, Méndez Plancarte, en Poesías Completas de Rubén Darío en Editorial Aguilar de 1967, incluye un contundente poema de la etapa de madurez de nuestro Poeta que lleva por título, Canto Trunco a Bolívar:

¡OH tú, a quien Dios dio todas
las alas
con tu condición de cortarlas…!
¡Oh, tú, proto-Cóndor de
Nuestras montañas!
Yo te saludo con el alma en
Alegría,
en alegría, en fuego y esperanza;
pues tu palabra alcanza
a un próximo futuro.
¡Tu voz de Dios, hirió la pared de lo obscuro!…

Los homenajes, los honores de Darío hacia Bolívar son constantes. Simón Bolívar será motivo de su obra o bien será firmemente aludido en ella, incluida su prosa: crónicas, artículos. Mayormente cuando se trata de la defensa de la unidad, soberanía y dignidad de nuestro continente y, de advertir sobre el peligro de la voracidad del imperialismo estadounidense, del llamado destino manifiesto, de la doctrina Monroe, la cual es constantemente “revivida” y “renovada”, expresando así, Rubén Darío, un genuino e intenso bolivarianismo, como cuando escribió en su artículo “Bolívar y sus Cantores”:

“En la historia de la humanidad no hay figura que pueda superar a la de Bolívar. Probo y abnegado como Aristides, recto y noble como Filipo, valeroso y ardiente como César, en él se encarnan todas las grandes virtudes cívicas y todos los sublimes entusiasmos del patriotismo”…

Casi al final de este artículo, expresa:

 “El tiempo pasa. Las naciones que libertó el Genio Americano, bendicen la memoria del valiente General que les diera vida y altivez”…

Esta entrada fue modificada por última vez el 16 de diciembre de 2025 a las 3:04 PM