“Defensa de la Soberanía de Venezuela”

Doctor Mario Bracamonte

Analista Geopolítico Mexicano

21 de agosto del 2025

Una más de los yanquis: ¡Venezuela otra vez! La nación que se siente cuna de la democracia y de la libertad, y que va de predicador y de maestro en todos lados, diciéndonos quiénes son terroristas, quiénes son demócratas, quiénes respetan los derechos humanos y quiénes son todo lo contrario, hoy pretende invadir Venezuela porque se le pega la gana, porque Maduro es un dictador y un narcotraficante.

Como Netanyahu, el criminal genocida que asesina niños, mujeres y hambrea a la población palestina, es un héroe y un demócrata.

Como el gobernante de Siria, aquel terrorista del ISIS por el que ayer pedían una recompensa, que cortaba cabezas y jugaba con estas al fútbol, es un demócrata y preside esa nación, de acuerdo con los dictados de la democracia y de la libertad.

Como, por ejemplo, Zelensky, un individuo que gobierna una nación a la que desangra, respaldado por ellos mismos, títere suyo, que hoy gobierna sin el favor popular, sin voto y perpetuándose en el poder, es un demócrata.

Como lo es también Úrsula von der Leyen, esa criminal que preside la Unión Europea, que no fue electa por nadie y que también está investida, está rodeada del halo de la democracia que le reconoce este mundo decadente.

Pero no, no, no, no, no es lo mismo en Venezuela, donde gobierna, a decir de ellos, un dictador electo por el pueblo; donde el presidente es el dirigente de un cártel del narcotráfico que en Estados Unidos no existe, que en Estados Unidos no prospera, que en Estados Unidos no lava dinero, que no se administra en Wall Street, que en Estados Unidos no es respaldado por las armas que inundan nuestros países.

La historia es muy clara. Árbenz era un comunista, solamente porque era un patriota guatemalteco. Perón era otro sinvergüenza comunista, porque quería el bien de Argentina. Allende quería salvar el cobre de Chile: era un comunista. Y después Noriega, aliado de ellos, que había sido miembro de la CIA o espiaba para ellos, era un narcotraficante.

Y así sucesivamente, con Roldós, con Jorge Eliécer Gaitán, con Getulio Vargas o con quien se les ha dado la gana, porque, a fin de cuentas, todo aquel que quiere separarse de los dictados de los yanquis es comunista, es terrorista, es narcotraficante o simplemente cae mal y es un dictador al que hay que aniquilar.

Porque, a fin de cuentas, hay que hacer llover el fuego salvador y purificador sobre la tierra. Como lo han hecho llover sobre Afganistán, violando todas las normas del derecho internacional; como desmembraron Yugoslavia y como bombardearon Serbia, población civil incluida, sin llevarse ninguna pena y violando el derecho internacional.

Como invadieron Irak con el pretexto falso de las armas de destrucción masiva, que después se demostró que no era cierto. Como inundaron de terroristas a Siria, que ellos entrenaron, prohijaron y financiaron, y la prueba está en que hoy pusieron un presidente de esas organizaciones terroristas.

Como asesinaron a Gadafi, destruyeron y lanzaron al abismo al país africano que tenía el mejor nivel de vida, y al que se le ocurrió que podía ser soberano. ¿Por qué? Porque tenía veleidades soberanistas.

Todo aquel que se aparte de la doxa estadounidense, todo aquel que quiere ser independiente y soberano, todo aquel que tiene dignidad, todo aquel que quiere hacer que su pueblo prospere, es enemigo, es cualquier cosa, y además puede ser aniquilado. Y esa aniquilación no es resistida por nadie, porque nadie se atreve a condenar ni al Estado de Israel ni a Estados Unidos.

Ante nuestros ojos se cometen las atrocidades más grandes, una tras otra: ocurre un genocidio y nadie dice nada. Porque todos aquellos serviles proyanquis, de esa derecha carcomida, traidora y sinvergüenza, o de esos antipatriotas de la socialdemocracia vendida al mundo woke, dentro de todos estos, en su círculo y en su seno, no se oye condena enérgica a la arbitrariedad, a la invasión, a la violación de la soberanía y a la disposición de cualquier presidente o de cualquier mandatario, de cualquier nación, haya sido electo por el pueblo o no.

Y aquí no es cuestión de juzgar al gobierno de Maduro, es cuestión de exigir soberanía, porque algunos creen que, volteando al otro lado y no denunciando un genocidio, un crimen, un golpe de Estado, un ataque a la soberanía de una nación, se verán libres de las consecuencias o de los actos malévolos de las potencias que ejecutan estos actos. ¡Mentira! Si no defendemos la libertad y la soberanía de otros, mañana será la nuestra

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