El imperio yanqui fue derrotado y humillado en Vietnam

Vietnam no siempre fue un escenario de guerra. Durante el siglo XIX estuvo bajo dominio colonial francés y, tras la Segunda Guerra Mundial, surgió un poderoso movimiento independentista encabezado por Ho Chi Minh.

Esa lucha culminó en 1954, cuando los vietnamitas derrotaron a Francia en la histórica batalla de Dien Bien Phu. La conferencia de Ginebra que siguió dividió al país en dos: un Norte gobernado por Ho Chi Minh y un Sur sostenido por Estados Unidos y sus aliados.

Las elecciones nacionales prometidas nunca se celebraron. Ahí empezó la larga implicación norteamericana. Al principio, Washington envió asesores militares y ayuda económica al gobierno de Saigón para impedir la expansión del comunismo.

Con el Presidente John F. Kennedy ya había miles de “asesores” en el terreno. Pero el gran salto ocurrió con Lyndon B. Johnson, después del llamado incidente del Golfo de Tonkín en 1964. Ese episodio confuso y muy debatido, le sirvió a la Casa Blanca para conseguir poderes de guerra casi ilimitados y lanzar la escalada militar.

A partir de 1965 llegaron las tropas de combate y comenzó la campaña aérea Rolling Thunder: millones de toneladas de bombas sobre Vietnam del Norte, Laos y Camboya. Estados Unidos confiaba en su superioridad tecnológica y en un ejército moderno capaz de doblegar a un enemigo supuestamente débil.

Sin embargo, el Viet Cong y el Ejército Popular de Vietnam operaban como peces en el agua: túneles, selvas, aldeas y una red social que hacía imposible el control total del territorio.

En enero de 1968 estalló la Ofensiva del Tet.

Guerrilleros y soldados norvietnamitas atacaron de manera coordinada ciudades y bases clave, incluso la embajada estadounidense en Saigón. Aunque militarmente costosa para los vietnamitas,
Tet golpeó la moral de Estados Unidos: quedó claro que no había “zonas seguras” y que el discurso oficial de victoria era una ilusión.

Las imágenes impactaron a la opinión pública norteamericana y la guerra empezó a volverse impopular dentro del propio país.

El desgaste obligó a Richard Nixon a cambiar de estrategia. Lanzó la llamada “vietnamización”: retiró gradualmente tropas estadounidenses y dejó la pelea principal al ejército survietnamita, mientras intensificaba los bombardeos y negociaba en París.

Tras años de combates y presión interna, en enero de 1973 se firmaron los Acuerdos de Paz de París: Estados Unidos se comprometió a retirar sus fuerzas y liberar prisioneros; Vietnam del Norte prometía respetar el alto el fuego. Pero la paz fue frágil.Sin el respaldo directo de Washington, el régimen de Saigón quedó desnudo frente a un enemigo motivado y organizado. En 1975, el Norte lanzó la llamada Ofensiva de Primavera.

En cuestión de semanas, ciudades enteras cayeron sin resistencia real.

Las fuerzas survietnamitas se derrumbaron y los aliados de Estados Unidos buscaron desesperadamente cómo escapar ante el avance final. El 30 de abril de 1975 Saigón se desplomó. La imagen más recordada es la de helicópteros evacuando a diplomáticos y colaboradores desde la azotea de la embajada estadounidense.

La operación Frequent Wind fue una retirada apresurada, caótica, que simbolizó la humillación del ejército más poderoso del mundo ante un pueblo que no se rindió.

Ese día marcó el fin de la guerra y la reunificación bajo un Vietnam socialista.

La derrota fue militar, política y moral.

Estados Unidos no entendió que la guerra era, sobre todo, un conflicto de independencia y legitimidad. Apostó a gobiernos corruptos e impopulares en el sur, confió en que la tecnología bastaba para ganar y subestimó el poder de un movimiento nacional que combinó estrategia militar flexible, apoyo popular y respaldo internacional.

Para Vietnam, la victoria significó independencia plena tras décadas de colonización y guerras. Para Estados Unidos, fue la caída de un mito: que podía intervenir donde quisiera y garantizar la victoria.

Las cicatrices incluyeron más de 58 mil soldados muertos, cientos de miles de heridos, y una sociedad que empezó a cuestionar las aventuras militares sin salida clara.

Cincuenta años después, el recuerdo de Saigón cayendo y de los helicópteros evacuando a toda prisa sigue siendo un mensaje que ningún imperio, por poderoso que sea, puede sostener indefinidamente una guerra impopular contra un pueblo decidido a ser libre.

En Vietnam, aquel 30 de abril de 1975, el imperio yanqui fue derrotado.

Esta entrada fue modificada por última vez el 28 de septiembre de 2025 a las 2:34 PM