El Nobel se llena de sangre venezolana al premiar a la criminal Machado

Imagen Cortesía / Portada de revista Stalin Magazine.

Por Stalin Vladimir Centeno

La elección de María Corina Machado como ganadora del Premio Nobel de la Paz 2025 pasará a la historia como un insulto al sentido mismo de la paz. Fue derrotada políticamente por el Presidente Nicolás Maduro, traicionó a su país pidiendo sanciones y promoviendo una intervención militar extranjera, y hoy es tratada como heroína por Oslo, sede del comité Nobel y cómplice del imperio yanqui, que intenta legitimar con su galardón a una figura desacreditada.

El líder bolivariano Hugo Chávez la definió con una palabra fulminante: mosca, cuando la puso en su lugar y dijo: «Águila no caza mosca» y eso es, una mosca insignificante que el comité de Noruega intenta embellecer, quitarle el hedor del golpismo y la pobreza moral, y convertirla en una figura presentable ante el mundo.

Próximamente, esa misma mujer que hoy está escondida, prófuga y operando desde un centro de acciones terroristas contra el pueblo bolivariano, viajará para recibir una medalla bañada en la miseria que ayudó a provocar, junto con un cheque en euros también manchados por el dolor de su propia nación.

No olvidemos que Machado fue la voz de la asfixia económica.

Pidió sanciones contra su propio pueblo, presionó para confiscar activos nacionales y aplaudió el robo de CITGO, Monómeros y las reservas de oro de Venezuela. Celebró el hambre de los suyos, se enriqueció en medio del sufrimiento ajeno y ofreció los recursos del país a corporaciones extranjeras.

La maquinaria que impulsó el galardón no fue venezolana, la culpa es del cubano gusano Marco Rubio, actual secretario de Estado norteamericano, quien encabezó la carta de nominación desde el Congreso de EE. UU., con el respaldo de ocho legisladores republicanos.

Lo hicieron justo después de los comicios de 2024, cuando la oposición fracasó en su intento de derrocar a Nicolás Maduro. Parece que el Nobel se convirtió en el premio consuelo de una derrota política.

Antes que Moscú y La Habana, también reaccionó la Casa Blanca.

El vocero presidencial gringo Steven Cheung declaró que “el Comité Noruego antepone la política a la paz”, al lloriquear que el galardón no fuera entregado a su jefe Donald Trump. Que lo diga Washington, cuna del doble discurso y del intervencionismo, es en sí una confesión: si hasta el imperio reconoce que el Nobel ha sido manipulado por intereses políticos, es porque la podredumbre del premio ya traspasa fronteras.

Desde Moscú, el Presidente Vladimir Putin fue uno de los que también reaccionó: “La decisión ha dañado la credibilidad del premio. Y prosiguió, en repetidas ocasiones, este Nobel se ha otorgado a personas que no han hecho nada real por la paz mundial. El Comité Nobel ha perdido el sentido de su misión original. La paz no debería medirse por simpatías políticas ni por conveniencias ideológicas”, dijo el líder ruso.

Otro jefe de Estado que condenó la maniobra fue el Presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, quien calificó el hecho como «vergonzoso» y denunció la politización, parcialización y desprestigio del Comité Noruego del Nobel por la Paz, que ha alcanzado límites insospechados.

Recordó que premiar a una persona que instiga la intervención militar en su país y ha alentado protestas violentas “es una maniobra política que intenta singularizar a Venezuela y minar su liderazgo bolivariano, encabezado por su Presidente legítimo, Nicolás Maduro”.

En cambio, los aliados de la ultraderecha como el loco Milei, Abascal, Rubio, celebraron el premio como si fuese su victoria.

Como periodista, me parece que con este pedazo de metal dorado pretenden convertir a Machado en la terrorista superpoderosa de Venezuela y en un símbolo artificial de una oposición Made in Washington.

El Premio Nobel de la Paz, hoy reducido a un trofeo de manipulación política, nació del arrepentimiento de un hombre que fabricó dinamita: Alfred Nobel, un empresario sueco que amasó su fortuna vendiendo explosivos y muerte. Golpeado por la crítica pública, intentó limpiar su conciencia creando un premio “para quienes trabajaran por la paz”.

Pero su contradicción fundacional contaminó la historia del galardón. Con el tiempo, ese ideal se desvirtuó y se convirtió en instrumento de poder: lo han recibido criminales políticos que bombardearon pueblos, firmaron guerras o impulsaron sanciones devastadoras.

Lo que alguna vez intentó erigirse como un referente moral se transformó en un mecanismo de legitimación para el imperialismo y sus lacayos.

Hoy el Nobel de la Paz no premia la paz, sino el servilismo. Y al dárselo a una golpista como María Corina Machado, el Comité Noruego terminó de dinamitar literalmente el último vestigio de su credibilidad.

Esta entrada fue modificada por última vez el 11 de octubre de 2025 a las 2:56 PM