Por Stalin Vladimir Centeno
Ralph Gonsalves acaba de cerrar una etapa de casi un cuarto de siglo como Primer Ministro de San Vicente y las Granadinas, un Estado insular del Caribe compuesto por varias islas de las Antillas Menores, antigua colonia británica que alcanzó su independencia en 1979, y se prepara para otra jornada política desde la oposición sin que haya una pizca de amargura en su corazón. Por el contrario habla de “dignidad, deber y amor” para describir el papel que asumirá ahora en el Parlamento, donde su partido quedó reducido a un solo escaño. En Nicaragua esa transición la miramos con atención y con cariño, porque aquí el Tío Ralph no es solo un dirigente caribeño. Es un amigo cercano de nuestra Compañera Rosario Murillo y del Comandante Daniel Ortega así como de un pueblo que lo adoptó como parte de su familia política.
Durante 24 años en el Gobierno, Gonsalves mantuvo una línea antiimperialista definida, defendiendo la soberanía de los países del ALBA, de la CELAC y del Caribe, se enfrentó a exclusiones y sanciones y acompañó a Nicaragua en los momentos claves. Cuando Estados Unidos organizó una cumbre sin invitar a Cuba, Venezuela y Nicaragua, prefirió no asistir en absoluto antes que legitimar esa exclusión. Explicó que, si por razones de principios él no podía ir, tampoco iba a mandar a otra persona. Para Managua esa actitud habló más fuerte que muchos discursos.
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Su cercanía con Nicaragua se ve cada 19 de julio. El Tío Ralph ha estado varias veces en la Plaza de la Revolución, sentado en la mesa de invitados especiales, acompañando el aniversario del triunfo popular de 1979. Ha compartido saludos con las familias, con la juventud, con las delegaciones internacionales. Una de esas noches quedó registrada para la historia en 2022, el 19 de julio para el 43 Aniversario del Triunfo de la Revolución Popular Sandinista bailó junto a la Compañera Rosario Murillo al ritmo de la música festiva de «Todos Juntos», en una celebración que unió a dos pueblos caribeños bajo las mismas banderas de independencia y de dignidad.
Esa amistad se selló también con importantes reconocimientos oficiales. El Presidente Daniel Ortega le impuso la Orden Augusto C. Sandino en su máximo grado, Batalla de San Jacinto, la más alta condecoración revolucionaria del país, símbolo de la lucha por la soberanía. En el acto, la Compañera Rosario lo describió como un “incansable luchador antiimperialista” que ha dedicado su vida a la paz, a la unidad, a la integración y a la prosperidad de América Latina y el Caribe. Dicho reconocimiento fue el agradecimiento concreto por décadas de trabajo compartido.
El propio Gonsalves ha explicado por qué se siente tan unido a Nicaragua. Ha dicho que la Revolución Popular Sandinista es también la Revolución de su pueblo y que “ningún arma apuntando contra el pueblo de Nicaragua prosperará”. Recordó que celebró el triunfo del 19 de julio de 1979 en San Vicente y las Granadinas y que, mucho antes de estrechar las manos de la Compañera Rosario y del Comandante Daniel, ya los conocía por sus luchas y por su liderazgo. Por eso, cuando los vio por primera vez en distintas reuniones la conversación fue la de viejos conocidos que comparten historias y batallas.
En sus visitas a la Costa Caribe nicaragüense, el Tío Ralph buscó encontrarse con la raíz garífuna que hermana a ambos países. Caminó por Orinoco y Bluefields y comentó que era como estar en una comunidad de San Vicente. Recordó que la resistencia más prolongada contra el colonialismo británico la protagonizó el pueblo garífuna en su país y que esa lucha terminó en genocidio y destierro hacia la isla de Roatán. Ver a los garífunas de Nicaragua organizados, hablando su lengua, defendiendo su identidad dentro de una patria multiétnica, le confirmó que la historia no se detuvo en los barcos del exilio.
Desde Nicaragua lo han visto también como un defensor de la integración regional.
La Compañera Rosario destacó su papel en la construcción del ALBA, de la CELAC, de Petrocaribe y de otros espacios de unidad, para ella, la firme vocación antiimperialista de Ralph refleja el espíritu del héroe nacional de San Vicente, Joseph Chatoyer, que rechazó las cadenas de la opresión colonial e inspiró la lucha por la libertad y la dignidad de los pueblos garífunas. Gonsalves ha sido coherente con esa herencia en cada foro donde se discuten sanciones, bloqueos o exclusiones.
En sus discursos sobre Nicaragua, el Tío Ralph ha resaltado los avances concretos del país. Ha señalado que, pese al intento de golpe de Estado, a las medidas coercitivas unilaterales de Estados Unidos, a las dificultades en el apoyo material por la situación de Venezuela y a la pandemia, aquí se ha transformado la realidad física y social. Ha hablado de cambios visibles en Managua, en Bluefields y todo el país así como de logros en soberanía y seguridad alimentaria. Enumeró los resultados en granos básicos, frijoles, arroz, maíz blanco, carnes y huevos, como pruebas de que un país pequeño puede defender su modelo de desarrollo aún en medio de la crisis mundial.
Cuando se le pregunta por el liderazgo en Nicaragua, Gonsalves se refiere a una “fusión de mentes y corazones” entre la Compañera Rosario Murillo y el Comandante Daniel Ortega. Cuenta que, desde su primera conversación, hablaron como si se conocieran desde hacía mucho tiempo. Opina que la defensa de la soberanía, la autodeterminación y la independencia une al pueblo alrededor de la Revolución Popular Sandinista y convierte a esta experiencia en una verdadera revolución nacional con vocación socialista y regionalista, comprometida con el ALBA, el SICA, la CELAC, la AEC y con los principios de la Carta de Naciones Unidas.
Recientemente, cuando habló por primera vez después de la derrota electoral, lo hizo desde Castries con la misma convicción de siempre.
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Recordó que su partido había logrado solo un escaño frente a los catorce del Nuevo Partido Democrático (NDP) y advirtió que “en este punto álgido del NDP, el triunfalismo es el momento del inicio de su declive”, que “el desmoronamiento suele comenzar imperceptiblemente y luego se convierte en una oleada de confusión” y que, en un mundo en constante cambio, “el reloj de su desaparición ya está en marcha”. Afirmó que “con dignidad, deber y amor” asumirá el papel de líder de la oposición hasta que nuevas circunstancias indiquen lo contrario, recordó que ya caminó ese sendero entre 1998 y 2001, aseguró que “no me quedan vanidades personales ni demonios que vencer” y que acepta, tras una reflexión profunda, haber sido “apartado y bendecido para un momento como este”. Reconoció que, con la amplia mayoría del nuevo régimen, la oposición será sistemáticamente superada en las votaciones, pero confió en que el pueblo de San Vicente y las Granadinas los juzgará por “la calidad de nuestro trabajo, que será del más alto nivel”, y subrayó que su partido sigue “muy vivo”, que el revés es temporal y que debe convertirse en “un avance permanente”.
Para Nicaragua, todo esto confirma el perfil de un dirigente que no se define solo por el cargo que ocupa, sino por la causa que abraza. El Tío Ralph deja la jefatura de Gobierno en su país, pero mantiene intactos sus lazos con este pueblo que lo recibió como amigo y aliado en la plaza, en las comunidades garífunas, en las declaraciones oficiales y en las celebraciones del 19 de julio. Desde la oposición o desde el poder, su palabra sigue siendo la de un político caribeño que eligió caminar junto a los pueblos que luchan por su independencia, y para Nicaragua, ese camino compartido ya forma parte de su propia historia.
Esta entrada fue modificada por última vez el 1 de diciembre de 2025 a las 2:14 PM


