Greta Thunberg, símbolo de resistencia

Foto Portada Digital.

POR: STALIN V. 

Confieso que no soy admirador de Greta Thunberg. Si bien se dio a conocer por su lucha frente a la crisis climática, siempre me pareció que su activismo fue más mediático y protagónico que efectivo, con una fuerte exposición personal que parecía buscar aprobación en redes sociales.

Sin embargo, apoyo toda acción en favor del pueblo palestino que resiste el hambre y la muerte bajo el régimen de ocupación israelí.

Por eso reconozco el valor que demuestra Greta al desafiar al Estado genocida de Israel y de su principal criminal, Benjamin Netanyahu y a su vez poner su vida en riesgo para intentar romper el cerco impuesto sobre Gaza.

Greta Tintín Eleonora Ernman Thunberg nació en Estocolmo en 2003. Su madre, Malena Ernman, es una reconocida cantante de ópera y su padre, Svante Thunberg, es actor y productor. Aprendió sobre el cambio climático a los ocho años y, a los once, cayó en una profunda depresión al ver la inacción frente a la crisis ambiental.

Poco después fue diagnosticada con síndrome de Asperger, (trastorno del espectro autista)

algo que ella misma ha descrito como un “superpoder” porque le permite concentrarse sin distracciones en una causa.

“Tengo Asperger y eso significa que a veces soy diferente a la norma, y dadas las circunstancias adecuadas ser diferente es un superpoder”, dijo una vez. Ese rasgo, según ella misma, le dio la fuerza para sostener su activismo. Su primera gran acción fue en 2018, cuando con apenas 15 años se sentó frente al Parlamento sueco con un cartel que decía Skolstrejk för klimatet (huelga escolar por el clima). Esa actitud encendió un movimiento juvenil internacional: Fridays for Future.

En 2019 pronunció ante el Parlamento Europeo su ya célebre frase: “Nuestra casa se está cayendo a pedazos y nuestros líderes deben empezar a actuar en consecuencia”.

Meses después viajó en velero hasta Nueva York para asistir a una cumbre climática de la ONU y lanzó su grito de indignación: “Me han robado mis sueños y mi infancia con sus palabras vacías”. En junio de 2025, Thunberg se sumó a la llamada Freedom Flotilla Coalition, que zarpó con ayuda humanitaria para Gaza: alimentos, medicinas y voluntarios provenientes de distintos países.

Israel interceptó la embarcación en aguas internacionales, detuvo a sus ocupantes y los sometió a interrogatorios antes de expulsar a algunos y mantener a otros retenidos.

A principios de octubre de este año, otra flotilla internacional partió con el mismo objetivo de romper el bloqueo y llevar suministros vitales a una población cercada desde hace casi dos décadas. Nuevamente, la armada israelí interceptó los barcos en alta mar y detuvo a varios activistas; algunos siguen en custodia y otros están siendo poco a poco deportados a sus países de origen.

Israel justifica sus acciones acusando a estas flotillas de “provocación” y de tener supuestos vínculos con Hamas. Sin embargo, las embarcaciones llevaban medicinas, alimentos y voluntarios desarmados, con personal médico y representantes de organizaciones civiles de varios países. Convertir a quienes se juegan la vida para llevar ayuda en supuestos terroristas, es una forma de deslegitimar la solidaridad y justificar la represión.

Hoy Gaza atraviesa una de sus peores tragedias humanitarias: más de 40 000 personas han muerto desde que Israel intensificó sus ataques en 2023, también más de 90 000 han resultado heridas y casi toda la población enfrenta hambre extrema, con millones dependiendo de la ayuda que rara vez logra entrar. Son cifras que hablan de un pueblo sometido a un bloqueo asfixiante desde 2007, una ocupación que se ha prolongado por años y que impide incluso el ingreso de alimentos y medicinas básicas.

En este escenario, la presencia de Greta Thunberg resulta poderosa para quienes quieren silenciar la causa palestina.

Ella, que alguna vez fue minimizada como una adolescente ingenua, se ha convertido en una cara que denuncia sin temor la brutalidad del bloqueo. Hasta el Presidente Donald Trump la atacó públicamente cuando fue nombrada Persona del Año por la revista Time, burlándose con un mensaje directo: “Greta debe trabajar en su problema de manejo de la ira y luego ir a ver una buena película con un amigo. ¡Relájate, Greta, relájate!”.

Las críticas no han logrado detenerla.

Thunberg sigue apareciendo donde más molesta al poder: en conferencias climáticas, en foros internacionales, y ahora en barcos que intentan llevar esperanza a quienes el mundo ha dejado atrapados. Es una voz que reta a los gobiernos que prefieren ignorar el sufrimiento palestino. Israel puede seguir justificando su represión con argumentos de seguridad, pero resulta cada vez más evidente que lo que teme es que la solidaridad internacional derrumbe el silencio que protege su ocupación.

Los barcos humanitarios no llevan armas: llevan coraje, llevan medicinas y alimentos, y sobre todo llevan un mensaje que dice que la vida palestina importa.

Uno de los videos más virales, publicado a través de la cuenta de Instagram Global Sumud Flotilla, muestra a Greta Thunberg, quien es originaria de Suecia, solicitando al Gobierno que realice los trámites necesarios para su liberación inmediata.

“Soy ciudadana de Suecia. Si está viendo este video, he sido secuestrada en contra de mi voluntad por las fuerzas israelíes”, señaló Greta Thunberg. Y agregó además: “Nuestra misión humanitaria era pacífica y respetaba el derecho internacional. Por favor, díganle al Gobierno que exija mi liberación inmediata y la de los demás”, finalizó en su corta denuncia pública.

Acciones como estas, encabezadas por activistas de distintas naciones, reclaman el fin de un cerco que mata de hambre a un pueblo entero. El mundo no puede seguir mirando hacia otro lado mientras se perpetúa el sufrimiento en Gaza. Es momento de exigir el cese de la ocupación, el fin del genocidio y que cada niño y niña pueda vivir sin miedo y sin hambre en esa tierra cercada desde hace demasiado tiempo.

Esta entrada fue modificada por última vez el 4 de octubre de 2025 a las 12:56 PM