Haití: familias campesinas perdieron casas y cosechas tras el paso del huracán Melissa

Foto cortesía / En la práctica, los movimientos campesinos consideran que el verdadero cemento de la reconstrucción será la solidaridad del propio pueblo.

HAITÍ / Una visión desgarradora, o como se dice en criollo haitiano: «para ponerse las dos manos en la cabeza». Huertos devastados, campos bajo el agua, plantaciones tiradas en el suelo. Por no hablar de los animales que tampoco sobrevivieron a los ocho días de vientos y lluvias ininterrumpidas. Más que «daños materiales», es el trabajo de los campesinos lo que el huracán Melissa ha aniquilado en el sur de Haití. Y con él, la única fuente de ingresos y alimentación de miles de familias para los próximos meses. Informó la Multiplataforma TeleSur. 

«La finca de un campesino es como sus ahorros en el banco. Es lo que cosechará más adelante para comer, para vender, para poder invertir en sus actividades. El cabrito es el ahorro para poder enviar al niño a la escuela», explica Eliasme Dieubon, residente del estado Grandans, en el suroeste de la isla.

Militante del movimiento campesino Tèt Kole Ti Peyizan Ayisyen, Eliasme acompaña a productores de diversas localidades de la región. Él mide el impacto de la destrucción con una visión a largo plazo: muchas cosechas previstas para el próximo año ya se han perdido, desde el ñame que se recoge a partir de enero hasta el mango y la frutapán, esenciales en la alimentación haitiana de junio a septiembre.

Esta previsión se suma al pesado balance del paso de Melissa por toda la región sur del país, fruto de una evidente falta de preparación estructural en las comunidades. Las carreteras, que ya estaban dañadas, se han vuelto intransitables, las comunicaciones, que ya eran limitadas, se han vuelto aún más inestables, y muchas casas y construcciones precarias, inadecuadas para hacer frente a un huracán de categoría 5, han sido arrastradas por el viento. Paradójicamente, la protección civil, que concentra sus esfuerzos en los centros de las ciudades, tarda en intervenir en estos lugares donde se encuentran los sectores más vulnerables de la población.

DAÑOS Y MUERTES EVITABLES

Lo más sorprendente es que el huracán Melissa no pasó exactamente por encima de Haití. Su centro rodeó la isla por el oeste, a una distancia de entre 300 y 500 km, atravesando con toda su fuerza Jamaica y el este de Cuba. En este sentido, la magnitud de los daños causados en cada país es reveladora de las condiciones de vida y las políticas de prevención que permiten resistir a un desastre natural. Ningún cubano perdió la vida con el paso del ciclón, pero al menos 43 haitianos fallecieron. Entre ellos, diez niños y once adultos en una crecida de río en el municipio de Petit Goâve, a 60 km de Puerto Príncipe.

Según testimonios de los propios funcionarios del Estado, la gravedad de este incidente estuvo directamente relacionada con la falta de mantenimiento de las infraestructuras hidráulicas. Una negligencia que se remonta a más de tres décadas: «Todos los años recomendamos la limpieza del río antes de la temporada de lluvias para reducir el riesgo de inundaciones. Pero, lamentablemente, no se hace nada», declaró el responsable de Protección Civil del municipio, Ronald Louis, en una entrevista con la plataforma haitiana Alterpress.

El colectivo Nou Bouke («Estamos cansados» en criollo haitiano), que une las voces de haitianos que viven en el territorio nacional o en la diáspora, se hace eco de una indignación generalizada ante la desigualdad social que el desastre natural ha puesto de manifiesto. «Como siempre, son los más pobres los que pagan el precio de la incompetencia del Estado», podemos leer en una nota publicada en su sitio web, en la que los autores recuerdan que factores como la falta de luz o de señal de celular también limitan la prevención y el acceso a la información. Para ellos, las víctimas del huracán «son el reflejo de una sociedad jerarquizada por la supervivencia: los ricos huyen, los pobres se ahogan».

En la práctica, los movimientos campesinos consideran que el verdadero cemento de la reconstrucción será la solidaridad del propio pueblo. Entre las medidas más urgentes, pero que suelen olvidar quienes envían millones de dólares, se encuentra el apoyo psicológico a las familias que han perdido todo. Un aspecto que Eliasme trata con especial cuidado: «Para una persona que vive en la ciudad y ha perdido su negocio, es más fácil encontrar un amigo con quien desahogarse. Pero un campesino que ha perdido todos sus animales o su casa, a veces no tiene a nadie con quien hablar. Queremos organizar una campaña de sensibilización para abordar este aspecto psicológico, hacer que la situación sea más soportable, para que sigan teniendo esperanza. La vida no se ha acabado».

En términos materiales, los retos también son muchos. Será necesario activar las redes del movimiento en todo el país para conseguir nuevas semillas y volver a plantar. Por suerte, el trabajo colectivo es parte intrínseca de la cultura campesina haitiana y promete facilitar las tareas, incluso en lo que respecta a la reconstrucción de las casas. Pero, en algunos casos, serán necesarias alternativas económicas como los bancos solidarios para agilizar la compra de materiales e insumos. En resumen, donde el Estado falla, la gente tiene que organizarse. «Vamos a hacer encuentros, reuniones, sensibilizar a la gente y ver juntos lo que queremos hacer, porque no podemos imponer nada, ellos mismos tienen que decidir, tienen que participar», concluye Eliasme.

Esta entrada fue modificada por última vez el 11 de noviembre de 2025 a las 11:23 AM