Por Stalin Vladimir Centeno
En un mundo donde los pueblos claman por justicia, paz y soberanía, ¿de qué nos sirve un organismo como las Naciones Unidas que ni escucha, ni actúa, ni resuelve? A estas alturas del siglo XXI, ya no cabe el romanticismo. La ONU es hoy un elefante blanco, pesado, costoso e inservible. Una estructura burocrática que solo sirve para legitimar los intereses de las potencias, pero que ha dejado en el abandono a millones de seres humanos. Su rol ha sido tan decepcionante como indignante.
¿Dónde estaba Naciones Unidas cuando Estados Unidos invadió Irak en 2003 con la mentira de las “armas de destrucción masiva”? ¿Dónde estaba cuando destruyeron Libia, mataron a Gaddafi y redujeron al país a un caos de esclavitud moderna? ¿Qué hizo para frenar el genocidio contra Palestina, donde la ocupación israelí bombardea hospitales, asesina niños y arrasa barrios enteros? ¿Acaso hubo sanciones contra los agresores? No. Hubo silencio, complicidad y veto.
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Uno de los ejemplos más vergonzosos es el bloqueo contra Cuba. Año tras año, la Asamblea General vota abrumadoramente a favor de su levantamiento. Más de 180 países lo condenan. Pero ahí están Estados Unidos e Israel imponiendo su veto y dejando la voluntad de la mayoría reducida a papel mojado. Si eso no es prueba de la inutilidad de la ONU, entonces ¿qué lo es?
La ONU no es un árbitro. Es un club al servicio de los poderosos. Su Consejo de Seguridad con sus cinco miembros permanentes y su derecho a veto es una arquitectura pensada para asegurar que los intereses del Norte global nunca sean tocados. Rusia lo ha denunciado, China lo ha advertido, y hoy, desde Nicaragua, el Comandante Daniel Ortega lo ha dicho con todas sus letras: Naciones Unidas debería desaparecer.
Este pasado lunes, durante el acto de ascenso en grados a Comisionados Generales de la Policía Nacional, en homenaje al natalicio del Comandante Carlos Fonseca Amador, el Copresidente de la República de Nicaragua, Comandante Daniel Ortega, fue categórico: “Naciones Unidas simplemente es una burla para los pueblos, una burla para la humanidad, Naciones Unidas debería desaparecer. Y ahí el reto de construir con los fundamentos de los pueblos, con las fuerzas de todos los pueblos, una sociedad de naciones en la que seguramente no querrán incorporarse los imperialistas de la tierra”, expresó ante un pueblo y una institución policial firme en su compromiso patriótico.
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La organización que nació tras la Segunda Guerra Mundial prometía nunca más permitir el fascismo, las guerras de agresión ni los crímenes contra la humanidad. Pero los hechos demuestran otra cosa. En Ruanda, millones fueron masacrados mientras las fuerzas de paz miraban para otro lado. En Yemen, se contabilizan más de 300 mil muertos y la ONU solo lanza comunicados diplomáticos que no detienen ninguna bomba. En Haití, su presencia fue sinónimo de cólera, abusos y ocupación.
¿Y qué decir de América Latina? La ONU nunca hizo nada serio para condenar el golpe de Estado en Honduras en 2009, ni contra las intentonas en Bolivia, Venezuela o Nicaragua. Por el contrario, ha sido plataforma de operadores políticos disfrazados de “relatores de derechos humanos”, que repiten el guion de Washington con un lenguaje supuestamente neutral.
En el caso nicaragüense, el colmo ha sido el silencio absoluto frente a la deuda histórica que Estados Unidos tiene con nuestro país, tras una guerra impuesta durante los años 80. La Corte Internacional de Justicia, instrumento de la misma ONU falló a favor de Nicaragua. ¿Y qué pasó? Nada. Estados Unidos se burló del fallo y la ONU también.
El padre Miguel D’Escoto q.e.p.d. lo advirtió cuando presidió la Asamblea General: la ONU necesita ser refundada desde los pueblos, no desde las potencias. Hoy más que nunca, sus palabras retumban con razón. Hay que quitarle el poder a los imperios y devolvérselo a las naciones libres y soberanas. De lo contrario, este organismo seguirá siendo un teatro para farsantes, no un foro para la humanidad.
La paz del mundo no puede depender de resoluciones que no se cumplen, de cumbres que no resuelven nada o de discursos vacíos. La verdadera paz se construye con valentía, con justicia, con respeto a la autodeterminación. Y eso, Naciones Unidas, no lo garantiza. Por eso, la pregunta no es solo “¿para qué sirve la ONU?”, sino “¿hasta cuándo permitiremos que siga fingiendo que sirve?”.
Esta entrada fue modificada por última vez el 25 de junio de 2025 a las 2:10 PM
