La decisión anunciada por la Compañera Rosario Murillo, de transformar el antiguo Colegio San José de Jinotepe, Carazo, en un centro educativo que llevará el nombre de Bismarck Martínez, marca un giro histórico en la memoria de nuestro pueblo. Un lugar que en 2018 fue centro de torturas y crímenes de odio, hoy será símbolo de vida, conocimiento y paz.
Donde antes reinó la oscuridad del golpismo, ahora crecerán las semillas del aprendizaje y la esperanza. El nuevo Instituto no es solo un espacio físico, es una victoria moral y política.
Es la reafirmación de que Nicaragua no olvida, que las heridas se sanan con justicia y que la barbarie no tiene cabida frente a la luz de la educación. Es también la manera más digna de rendir tributo a Bismarck Martínez, un humilde militante sandinista que los golpistas pretendieron silenciar, pero que hoy se multiplica en escuelas, viviendas y en la memoria profunda de la nación.
Bismarck fue un trabajador de la Alcaldía de Managua, padre, esposo y abuelo ejemplar, militante histórico del Frente Sandinista, siempre solidario y servicial. Su crimen no fue otro que ser sandinista, leal y consecuente. El 29 de junio de 2018, cuando el país estaba sitiado por los tranques de la muerte, fue secuestrado en Jinotepe por grupos violentos de la derecha y financiados por el imperialismo. Lo torturaron, lo humillaron, lo golpearon sin piedad y luego lo asesinaron. Intentaron desaparecer su cuerpo para borrar la evidencia, pero la verdad nunca pudo ocultarse.
La saña con que actuaron los golpistas contra Bismarck revela la profundidad del odio con que pretendieron incendiar Nicaragua. Fue exhibido en redes criminales, amarrado y vejado como parte de un espectáculo macabro. Sus verdugos, convertidos hoy en supuestos “exiliados políticos” en Costa Rica o Estados Unidos, cargan en su conciencia un crimen que no tiene perdón. La memoria de Bismarck, en cambio, se elevó sobre la barbarie para convertirse en bandera de paz.
Desde entonces, su nombre se convirtió en símbolo de justicia social. El Programa de Viviendas “Bismarck Martínez”, creado por nuestra Copresidenta, ha permitido a miles de familias acceder a un hogar digno, con cuotas accesibles y respaldo del Gobierno Sandinista. Esa obra solidaria es una manera de decir que Bismarck no murió: vive en cada casa levantada, en cada familia que logra un techo propio, en cada barrio donde su memoria se convierte en ladrillo, bloque y esperanza.
- Te puede interesar: Departamento de Estado: el verdugo, que se viste de juez
Ahora, con el nuevo instituto en Jinotepe, Carazo, su legado se expande hacia la educación. La Compañera Rosario Murillo lo dijo con claridad: un centro que fue de tortura y dolor se transforma en aula y cuaderno, en pizarras y pupitres, en niños y jóvenes que aprenderán en libertad. Es la victoria de la vida sobre la muerte, de la verdad sobre la mentira, de la paz sobre el odio.
Ese cambio tiene un profundo sentido histórico. No se trata solo de renombrar un colegio, sino de resignificar un espacio que fue usado por los golpistas para sembrar terror. Hoy ese mismo espacio es entregado al pueblo, con gratuidad educativa, con 600 estudiantes desde kínder hasta el último año de secundaria que llevarán en alto el nombre de Bismarck Martínez, héroe de la paz y el amor. Los verdugos quisieron sembrar miedo en ese lugar, pero ahí crecerá la sabiduría que forja conciencia.
La transformación del Colegio San José en Instituto Bismarck Martínez es una lección al mundo: Nicaragua no se doblega ni se arrodilla. Donde ellos dejaron muerte, nosotros ponemos vida. Donde ellos sembraron odio, nosotros levantamos la bandera Cristiana, Socialista y Solidaria. Es un acto de justicia histórica y de profundo humanismo revolucionario.
Por eso, cada vez que un niño entre a ese Instituto, cada vez que una niña escriba su primera letra, cada vez que un joven sueñe con su futuro desde esas aulas, Bismarck estará presente. Presente en la alegría, en el aprendizaje, en la paz conquistada. Porque los golpistas quisieron borrarlo, pero se jodieron: hoy más que nunca, Bismarck Martínez vive en la conciencia de Nicaragua y en el nuevo centro educativo que llevará su nombre.
Y si hoy los políticos apátridas, los periodistas mercenarios y los mismos golpistas lanzan veneno, no es porque el Gobierno haya levantado un Instituto nuevo, sino porque el antiguo Colegio San José ahora lleva el nombre de Bismarck Martínez. Eso les arde, porque el cambio de nombre es otra derrota moral que les recuerda sus crímenes y su fracaso. Les duele porque donde ellos sembraron terror, hoy resuena la victoria del pueblo, y como decía Sancho: cuando los perros ladran, es señal de que seguimos cabalgando.
Esta entrada fue modificada por última vez el 15 de agosto de 2025 a las 2:06 PM