Por Stalin Vladimir Centeno
En un rincón modesto del barrio San Sebastián de Managua nació, un 22 de enero de 1953, un muchacho que habría de convertirse en leyenda. Su nombre: Iván Montenegro Báez. Su destino: entregarse entero a la causa de los desposeídos y morir luchando por una Nicaragua libre, sin pedir nada a cambio.
Era hijo de Juan Montenegro Pérez y Engracia Báez Castillo, y desde su infancia mostró carácter: inteligente, disciplinado y valiente. Pasó por el Central Ramírez Goyena dejando huellas como estudiante ejemplar y atleta destacado. Pero su grandeza no sería en la pista ni en las aulas, sino en la calle, en el monte y en la historia.
La Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, en León, lo marcó como a muchos revolucionarios. Allí no solo aprendió, sino que conoció a gigantes como Pedro Aráuz Palacios, “Federico”, y a Carlos Roberto Huembes. Con ellos caminó los primeros pasos del Frente Estudiantil Revolucionario (FER), y junto a ellos también tejió la red clandestina que conectaría al Frente Sandinista con las comunidades indígenas de Sutiava. Hablamos de un joven que, en lugar de buscar comodidad, decidió abrazar la lucha.
En 1974 viajó a Panamá representando a Nicaragua en el congreso de la FEUCA. Pero al regresar, no volvió a la vida normal. Optó por la clandestinidad. Entendía que en su país gobernaba una bestia y que las palabras eran insuficientes para derrotarla. Se hizo invisible para convertirse en estratega, militante, cuadro político y combatiente.
Lo atraparon el 27 de junio de 1976. En el barrio Riguero Sur lo cercó la Oficina de Seguridad Nacional. Lo torturaron. Lo presionaron. Le ofrecieron salir ileso si delataba. Pero el Comandante Iván Montenegro no era un cobarde. Se mantuvo firme. El 6 de agosto, frente a una corte militar, se levantó con dignidad y proclamó su militancia en el FSLN. Fue como escupirle al régimen su derrota anticipada.
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La libertad llegó el 22 de agosto de 1978, gracias a la gloriosa Operación Chanchera. Desde entonces, siguió militando sin descanso. Desde Panamá, fue asignado a la Base 10 como responsable político. Luego, tras ser arrestado en Costa Rica y deportado, regresó clandestinamente a Nicaragua bajo el seudónimo de “Ernesto”, encabezando la Columna Jacinto Hernández. Ya no era solo el joven disciplinado: era el Comandante Iván Montenegro, líder, conciencia y columna vertebral de una ofensiva popular.
La última página de su vida fue también la más heroica. El 17 de mayo de 1979, en Paso de la Yegua, Nueva Guinea, el Comandante Iván Montenegro fue emboscado por más de dos mil guardias somocistas. Armamento pesado, aviación y artillería. Una masacre planificada. Pero allí, entre el monte y el barro, resistieron como leones. Iván cayó de pie, combatiendo, sin arriar nunca la bandera.
Hoy, su nombre resuena en el corazón del pueblo. Un mercado en Managua honra su memoria, pero más allá del concreto y las placas, lo importante es lo que representa: el joven que dejó la comodidad por la trinchera, el amigo que nunca traicionó, el nicaragüense que murió para que otros vivieran.
El Comandante Iván Montenegro no fue una estadística ni un nombre en una lista. Fue sangre viva de la Revolución. Fue corazón sandinista latiendo por justicia. Fue llama que sigue encendida.
Y seguirá, mientras haya patria, mientras haya pueblo, mientras haya Revolución.
Esta entrada fue modificada por última vez el 5 de junio de 2025 a las 11:13 AM