Por, Stalin Vladímir Centeno
Durante cuatro décadas, Jorge Ramos fue el rostro visible del aparato mediático más hostil contra los líderes de izquierda: desde su cómodo trono en Univisión, con alfombra estadounidense y disfrazado de periodista, Ramos disparó contra todo lo que oliera a soberanía y antiimperialismo.
Atacó el indiscutible liderazgo de la Compañera Rosario Murillo y del Comandante Daniel Ortega, cuestionó el regreso del Sandinismo al Gobierno a pesar de que fue un regreso respaldado por el pueblo y con clara mayoría popular. Nunca reconoció las obras de progreso, de bienestar y de transformación que el Frente Sandinista ha encabezado bajo su conducción.
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Difamó a Fidel, se burló de Chávez, menospreció a Evo, denigró a López Obrador. Se atrevió incluso a faltar al respeto al Presidente Nicolás Maduro en plena entrevista en el Palacio de Miraflores, donde intentó provocar, sin éxito, al mandatario venezolano. Avaló el asesinato de Muamar el Gaddafi en Libia y la ejecución de Saddam Hussein en Irak, y aplaudió abiertamente las invasiones del imperialismo yankí contra esos países. Jorge Ramos no fue un periodista: fue un portavoz agachado y servicial del poder. Un operador disfrazado de comunicador. Jamás fue imparcial. Jamás fue neutral.
Y ahora, sin pena ni gloria, se ha quedado solo, hablando frente a una camarita en un canalito de YouTube, mendigando relevancia con entrevistas que ya nadie ve.
Univisión fue su trinchera de lujo. Allí se paseó como pavo real durante años con salario millonario, con vuelos en primera clase, con aplausos serviles y reflectores encendidos.
Fue parte del sistema, del aparato, del engranaje gringo que construye guerras con palabras y legitima invasiones con titulares. ¿Qué defendía Jorge Ramos? ¿A quién le respondía? ¿Quién lo financiaba? No hacía falta preguntarlo: su línea editorial lo decía todo.
Ahora dice estar “regresando” con su nuevo proyecto digital, “Así veo las cosas”. Pero la realidad es otra: se fue por la puerta de atrás de Univisión, sin aplausos ni homenaje, y ha regresado derrotado, sin fuerza, sin respaldo, sin equipo. Solo, encerrado en una biblioteca de cartón, repitiendo sus discursos gastados frente a un micrófono. Ya no hay corresponsales, no hay estudios, no hay cables internacionales. Únicamente un viejo vocero, desplumado, sin brillo y tratando de maquillar su caída como si fuera reinvención.
Antes, cuando tenía el respaldo del canal más poderoso del mundo hispano, las figuras influyentes lo buscaban, los Presidentes lo recibían, los artistas lo aplaudían, los analistas querían sentarse frente a su micrófono y sus cámaras. Hoy nadie lo llama. Nadie aparece. Nadie lo voltea a ver. En su canalito de YouTube solo se repiten los mismos rostros de siempre, entrevistas recicladas y títulos que no despiertan ni curiosidad. Jorge Ramos ha dejado de ser un intento de referente para convertirse en sombra.
Hay un dicho que dice: no hay que hacer leña del árbol caído. Pero Jorge Ramos no es un árbol. Es un fósil mediático que por años sirvió a los amos del norte para atacar a los pueblos del sur. Y no merece leña: merece fuego. Porque con sus mentiras, con su discurso manipulador y su moral de vitrina, causó daño real.
Se vendió como defensor de los inmigrantes, escribió libros llorones sobre sus “raíces”, pero nunca vivió las penurias del migrante verdadero.
Él nunca durmió en una bodega, nunca cruzó la frontera a pie, nunca fue deportado, nunca fue perseguido. Fue privilegiado, elevado, bien recibido por el sistema que decía criticar. Y mientras tanto, se lucraba con el dolor ajeno. ¿Qué hizo por los migrantes? Nada. Solo facturó con ellos.
Su nuevo canal de YouTube, desde la ratonera de su cuarto, es un testimonio de su naufragio. Lo disfrazan de “canal noticioso”, pero lo cierto es que es un monólogo triste, predecible, lleno de preguntas sin respuesta, con una audiencia raquítica. Los grandes entrevistados ya no lo llaman. Los poderosos lo ignoran. Y los pueblos ya lo identifican por lo que fue: un arma del imperio con disfraz de periodista.
Jorge Ramos no ha regresado. Se arrastra. Canoso, más arrugado, con los pies pesados por los años, forzando la voz en un intento por ser youtuber. Pero la verdad es que nunca fue periodista ni referente, solo un pobre mercenario vomitado por el imperio yanqui.
Esta entrada fue modificada por última vez el 1 de julio de 2025 a las 3:27 PM
