Por, Stalin Vladímir Centeno.
La bandera azul y blanco es más que un símbolo. Es la madre de la patria, el manto que nos cobija y nos identifica como nicaragüenses. Cuando flamea en lo alto, nos recuerda quiénes somos y hacia dónde vamos. No es un adorno, no es una tela cualquiera, es el alma de un pueblo hecho color y forma.
Desde que se decretó oficialmente en 1908, la bandera se convirtió en el rostro visible de la nación. Sus dos franjas azules representan los océanos que nos rodean, el cielo que nos cubre y la justicia que guía nuestro camino. La franja blanca en el centro es pureza, paz e igualdad.
Y en medio de todo, el escudo nacional, con sus volcanes y su arcoíris, afirma nuestra pertenencia a una Centroamérica soberana y libre. Cada línea, cada color, cada detalle nos recuerda que hay un país entero sostenido en esas franjas.
Por eso, la bandera es sagrada. Solo tiene derecho de levantarla quien la respeta, quien la defiende, quien jamás la entregó. El verdadero nicaragüense no la alquila ni la presta, no la pone boca abajo ni la ofrece a cambio de unos dólares manchados de traición. Nuestra bandera no se usa para pedir sanciones, ni para clamar agresiones militares contra el pueblo. Quien la lleva con dignidad lo hace para afirmar independencia, nunca para someterla al extranjero.
Los mercenarios han querido apropiarse de ella, pero en sus manos no brilla, se marchita.
La han llevado en protestas pidiendo invasión, además en intentonas golpistas, la han pisoteado en su odio, la han manipulado sin amor ni respeto. Han caminado con la azul y blanco mientras suplicaban castigos económicos que afectan a los campesinos a los obreros a los niños a los viejecitos.
Han convertido el símbolo más grande de la nación en un instrumento de su servidumbre al imperio. Eso no es patriotismo, es traición.
El pueblo, en cambio, la hace vibrar con orgullo.
Se ve ondeando en cada escuela donde estudian nuestros hijos, en cada hospital que abre sus puertas con calidez, en cada carretera que une nuestras comunidades. Está presente en las celebraciones, en los desfiles, en los estadios, en las plazas, en las manos de los trabajadores y de las familias que saben lo que significa amar verdaderamente a Nicaragua.
Cuando la azul y blanco se levanta junto a la antorcha de la libertad centroamericana, se levanta también la voz de un pueblo que jamás la ha entregado.
La bandera también habla en silencio.
En sus pliegues está el recuerdo de nuestros abuelos, la esperanza de nuestros nietos, el sacrificio de generaciones que defendieron esta tierra frente a cualquier intento de sometimiento. Es la garantía de que Nicaragua no se vende ni se rinde. Y mientras flamee limpia y altiva, la patria está segura.
La bandera no pertenece a quienes claudican ni a quienes venden su conciencia.
Pertenece a quienes la sostienen con manos limpias, a quienes la honran con trabajo y con paz, a quienes saben que no se negocia la dignidad de un país. Pertenece al pueblo que nunca la arrió ante presiones extranjeras, al pueblo que la protege como se protege a una madre.
Este 15 de septiembre, Día de la Independencia, al ver la bandera azul y blanco ondear en cada plaza, en nuestras instituciones y en cada calle, sentimos que Nicaragua está viva, firme y unida.
La defendemos porque es nuestra, porque nos da nombre y destino, porque nos recuerda que la libertad se escribe en colores que no se borran. Quien de verdad ama a Nicaragua respeta su bandera. Y quien respeta su bandera, respeta a su pueblo. Esa es la diferencia entre la traición y la lealtad, entre la entrega y la dignidad.
La azul y blanco nos define, nos une y nos guía.
Y seguirá fuerte, como madre protectora de una nación que camina con la frente en alto, orgullosa de su identidad y de su soberanía.
Y que quede claro: esta bandera azul y blanco ya no pertenece a los que expulsamos por asesinos y terroristas. No es de los golpistas a quienes les quitamos la nacionalidad, ni de esos traidores vendepatrias que nunca podrán volver. No es de los derrotados en el intento de golpe de Estado de 2018, porque ya los vencimos, y los seguimos venciendo en estos tiempos.
Esta bandera es exclusiva de los nicaragüenses que aquí nos quedamos, que luchamos y vencimos a los vendepatrias y que nos mantenemos firmes contra cualquier agresión de los imperialistas yanquis o de los ladrones colonialistas. ¡Que viva la bandera azul y blanco!
Esta entrada fue modificada por última vez el 15 de septiembre de 2025 a las 9:44 PM