Por Stalin Vladímir Centeno.
Hace unos días, la Copresidenta de Nicaragua, Compañera Rosario Murillo, lanzó un anuncio que podría marcar un antes y un después en la historia sanitaria de la región.
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Informó que nuestro país está en comunicación directa con la Federación de Rusia para la futura distribución de una vacuna contra el cáncer. “Estamos en comunicación también con las autoridades competentes, respectivas para conocer el momento en que se pueda ya distribuir las vacunas que ellos han venido avanzando sobre o contra el cáncer, un avance único en el mundo que vamos a tener en nuestra Nicaragua, Dios mediante, tan pronto como la Federación de Rusia la distribuya en el mundo”, dijo la Copresidenta Murillo.
Prácticamente, Rusia ha venido trabajando en lo que ya algunos analistas consideran un salto científico: vacunas capaces de atacar tumores como el cáncer colorrectal y el glioblastoma, un tumor cerebral particularmente agresivo y de alta mortalidad.
El propio Presidente ruso, Vladimir Putin, lo expresó así en el pasado Foro de Tecnologías del Futuro en Moscú: “Rusia está cerca de crear vacunas contra el cáncer que pronto estarán disponibles para pacientes”.
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La promesa de un fármaco que refuerce el sistema inmune para reconocer y destruir células tumorales coloca a Moscú en el centro de la innovación médica mundial. Los números ayudan a dimensionar lo que está en juego.
El cáncer colorrectal es ya la segunda causa de muerte por cáncer en el mundo. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, cada año se diagnostican alrededor de 1.9 millones de casos nuevos y fallecen más de 930 mil personas. Se estima que para 2040 estas cifras podrían casi duplicarse si no se intensifican las medidas de prevención y tratamiento.
El panorama tampoco es alentador en el caso del glioblastoma y otros tumores del sistema nervioso central. Según estudios recientes, el mundo registra más de 347 mil casos nuevos al año y unas 246 mil muertes. En la última década, el incremento de fallecimientos ha sido constante, y ya supera las 258 mil muertes anuales, reflejo de la agresividad de estos tumores y de la dificultad que aún tienen las terapias convencionales para detenerlos.
En este contexto, que Nicaragua se posicione como uno de los países pioneros, a la vanguardia, que podría distribuir una vacuna contra el cáncer es una noticia que trasciende la esfera médica.
Significa que la salud se convierte en un pilar de paz y soberanía. Una vacuna de este tipo no es únicamente una inyección en un centro de salud o en un hospital público, por ejemplo; es un mensaje político y social: que la vida de las familias nicaragüenses importa, que la ciencia puede servir al pueblo y que la cooperación internacional puede tener rostro humano.
Estados Unidos y Rusia son dos reconocidas potencias mundiales. Ambos tienen ejércitos poderosos, vastos recursos económicos y arsenales nucleares. Pero existe una gran diferencia en el modo en que proyectan su fuerza. Mientras Estados Unidos se ha caracterizado por invadir, matar y destruir en distintas regiones del planeta, Rusia hoy muestra que también es capaz de construir, brindar esperanza y curar. El desarrollo de estas vacunas contra el cáncer es una prueba concreta de ello: usar la ciencia no como arma de guerra, sino como instrumento de vida.
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Desde la perspectiva científica, hay retos enormes. Los ensayos clínicos deben confirmar la seguridad y la eficacia de estas vacunas.
No basta con el éxito en laboratorios o pruebas iniciales: hay que demostrar que son capaces de reducir la mortalidad y mejorar la calidad de vida en condiciones reales. Aun así, lo que hoy anuncia Nicaragua con Rusia es que se está construyendo una ruta, una posibilidad, una ventana de esperanza frente a dos de los cánceres más temidos.
El análisis no estaría completo sin reconocer que Nicaragua ya cuenta con una cadena de estructuras de frío consolidada, que garantiza la conservación y distribución segura de vacunas sensibles. Esa capacidad quedó demostrada durante la pandemia de la COVID-19, cuando el país aplicó con éxito campañas masivas de inmunización en todo el territorio, además de los programas rutinarios de salud pública. Ese antecedente fortalece la confianza en que Nicaragua puede asumir con solvencia el reto logístico de una vacuna oncológica.
La paz no es solo ausencia de guerra, también es acceso a salud.
Por eso este anuncio se enmarca en la visión de un país que ha defendido su soberanía y que ahora abre un frente humanitario: el derecho a la vida frente al cáncer. Que Nicaragua sea protagonista en la distribución de esa vacuna responde a una voluntad política de nuestra Compañera Rosario y del Comandante Daniel, y a relaciones de cooperación que buscan equilibrio frente a un mundo desigual donde los medicamentos de última generación suelen reservarse para las potencias.
La Copresidenta Murillo lo expresó con fe y convicción: “un avance único en el mundo que vamos a tener en nuestra Nicaragua, Dios mediante”. Esa afirmación sintetiza el sentido de esta noticia: la ciencia como instrumento de esperanza, la política como mediación para que esa esperanza se concrete, y la fe del pueblo como motor que sostiene el camino hacia nuevas victorias en salud.
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En conclusión, lo que se anunció no es solo un tema de ciencia, sino de humanidad.
El cáncer colorrectal y el glioblastoma se cobran cada año más de un millón de vidas en conjunto. Frente a esa tragedia, cualquier esfuerzo por prevenir, tratar o curar merece atención. Nicaragua está lista para ser parte de esa transformación. La salud es paz, y la paz no se negocia: se construye con hechos como este, que dan a nuestro pueblo dignidad, vida, confianza y futuro.
Esta entrada fue modificada por última vez el 18 de septiembre de 2025 a las 10:40 PM
