Por Stephen Sefton
Sin duda, lo que va a caracterizar el año que viene será la ampliación y profundización del realineamiento de las relaciones internacionales, marcado por el declive del poder del Occidente colectivo y el ascenso de la influencia de los países eurasiáticos. Casi todos los países del mundo mayoritario, de manera paulatina o más decidida, giran su política exterior hacia mayores relaciones con Rusia y China, sin querer perturbar, en la medida de lo posible, sus relaciones con los gobiernos occidentales. Esta realidad se manifiesta en el mayor acercamiento comercial, financiero y tecnológico entre los países del grupo BRICS+ y el impulso a la integración regional de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS).
La lógica de integración de la OCS deriva mucha fuerza del desarrollo de relaciones entre la Unión Económica Eurasiática y Asia Central, la relación estratégica entre Rusia y China y el reforzamiento del vínculo entre Rusia y la India. La expresión física de esta lógica ha sido el desarrollo del Corredor de Transporte Internacional Norte-Sur, la Ruta Marítima del Norte y nuevos corredores terrestres y ferroviarios, que aumentan la conectividad económica de la región eurasiática, tanto interna como externamente hacia África, Asia Occidental y Europa. Este avance exige una conectividad financiera independiente del control politizado del sistema financiero occidental.
Las economías norteamericanas y europeas no pueden competir con el dinamismo y la productividad de Eurasia. La respuesta de las élites gobernantes norteamericanas ha sido el abandono del derecho internacional y la aplicación de una guerra híbrida global. El gobierno de Donald Trump no distingue entre aliados o antagonistas. Como ha explicado el Comandante Daniel: “Los Gobernantes norteamericanos, el Imperio norteamericano, los Imperialistas de la Tierra no tienen amigos.”
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La guerra híbrida norteamericana incluye presión comercial, financiera y política, aranceles agresivos, medidas coercitivas unilaterales, interferencia electoral, cambio de régimen y agresión militar. En Asia Oriental, países como Japón, Corea del Sur y Filipinas, con presencia militar estadounidense, se organizan para amenazar a China. El gobierno de Trump acordó suministrar US$11 mil millones en armamento a Taiwán, provincia rebelde china.
Para 2026, Japón aumentará su presupuesto militar en más del 9% (US$58 mil millones); Corea del Sur, en más del 8% (US$47 mil millones); y Filipinas, en más del 16% (US$5 mil millones). Este bloque, junto a la presencia naval y bases militares norteamericanas, representa una amenaza militar considerable contra China y su comercio marítimo.
Sin embargo, prevalece la realidad económica: los intereses regionales responden mejor a la integración promovida por China que al hostigamiento occidental. Países como Indonesia, Malasia, Tailandia y Vietnam difícilmente seguirán el suicidio económico de Japón y Corea del Sur. La presión yanqui explica conflictos como la guerra fronteriza entre Camboya y Tailandia, la interferencia en Myanmar y las protestas en países con buenas relaciones con Rusia y China.
La misma lógica rige en África. La agencia Xinhua reporta que el comercio China-África creció en promedio más del 14% anual durante 25 años. En 2024, alcanzó más de US$295 mil millones, frente a US$72 mil millones con Estados Unidos. China ha financiado carreteras, ferrocarriles, hospitales, electrificación rural, puertos, además de transferencia tecnológica agropecuaria, tecnología digital e intercambios culturales y educativos.
El comercio de Rusia con África aumentó más del 60% en cinco años, superando los US$24 mil millones en 2024. En el Foro Económico Internacional de San Petersburgo (SPIEF) se destacó el papel creciente de África en la economía mundial. La Segunda Conferencia Ministerial Rusia-África reafirmó proyectos de energía nuclear e infraestructura energética.
En América Latina, se observa un patrón similar. Aunque el comercio ruso es menor, Rusia suministra insumos vitales para la agricultura, la industria metalúrgica, la medicina nuclear y la energía nuclear. La diplomacia rusa mantiene relaciones con todos los países, desde Cuba, Nicaragua y Venezuela hasta Chile y Argentina, sin distinción ideológica.
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De forma paralela, China sostiene relaciones de beneficio mutuo con América Latina y el Caribe. Es el principal socio comercial de Suramérica y su inversión fue clave para el crecimiento regional. En 2024, la inversión china superó los US$14 mil millones, con proyectos de puertos, aeropuertos, ferrocarriles, carreteras y plantas energéticas. El Foro China-CELAC confirmó el fortalecimiento irreversible de estos vínculos.
Las élites del Occidente colectivo perciben este avance como una amenaza a su dominio mundial, lo que otorga gran relevancia a las cuatro iniciativas globales del Presidente Xi Jinping: Desarrollo, Seguridad, Civilización y Gobernanza, que promueven una visión moderna de Paz y Justicia, basada en respeto, cooperación y diálogo entre iguales.
Este realineamiento global es parte de la lucha histórica contra el militarismo y el imperialismo. Hoy, el fascismo contemporáneo se expresa en el genocidio del pueblo palestino, el bloqueo contra Cuba, las agresiones a Irán y Venezuela y las provocaciones contra China y Rusia.
En contraste, nuestros pueblos y gobiernos, junto a los grandes poderes del mundo mayoritario, abogan por la Paz, como lo han reiterado el Comandante Daniel y la Compañera Rosario en su mensaje al ALBA-TCP, luchando por un Mundo Más Justo, Solidario y Humano, una verdadera “Patria de la Humanidad”.
Esta entrada fue modificada por última vez el 28 de diciembre de 2025 a las 4:06 PM



