Por Stalin Vladimir Centeno
Europa se rindió y la foto del 14 de agosto de 2025 en la Casa Blanca lo deja ver sin necesidad de más explicaciones.
Una delegación completa al más alto nivel cruzó el Atlántico para sentarse frente a Donald Trump en la Oficina Oval, con un Trump llevando el ritmo y con los europeos aceptando una hoja de ruta definida por Estados Unidos.
La reunión giró alrededor de dos ejes que se amarran entre sí: la continuidad del apoyo al corrupto de Zelensky en su guerra contra la hermana Federación Rusa y el reparto del costo de esa guerra, con la OTAN como caja chica y con Europa como principal pagador.
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La presencia de los presidentes y primeros ministros de Europa junto al jefe de la OTAN ese día se entiende mejor cuando se mira la secuencia previa. Días antes, Europa ya se había rendido al firmar el acuerdo comercial en condiciones impuestas por Trump.
El sometimiento incluyó la aceptación de un arancel del 15 %, el compromiso de 600 000 millones de dólares en inversiones dirigidas a territorio estadounidense, la obligación de adquirir energía norteamericana más cara y menos eficiente, y la exigencia de que los países europeos incrementaran su aporte al gasto de la OTAN hasta al menos el 2 % de su PIB, bajo el mensaje explícito de que la protección militar estadounidense no sería gratuita.
En el plano militar se reprodujo la misma línea de presión. Desde su llegada a la segunda Presidencia, Trump exigió que Europa subiera el gasto de defensa y dejara de depender del apoyo estadounidense sin pagar: si no hay cuota, no hay garantía.
Ese esquema empujó a los gobiernos europeos a redirigir presupuestos para cumplir con el 2 % del PIB, justificándolo como “obligación de seguridad”, mientras el resultado efectivo fue un aumento de compras de armamento y contratos de defensa, mayormente orientados hacia empresas estadounidenses.
La OTAN fue el canal de traducción de estas exigencias. En 2024, el gasto militar combinado superó los 1,2 billones de dólares, con Estados Unidos asumiendo alrededor del 70 % del total, argumento utilizado para apretar el pescuezo a Europa y acelerar su aporte.
Esto explica lo ocurrido en agosto, cuando la reunión para blindar a Zelensky también validó que la factura seguiría cubriéndose desde la alianza, con Europa asumiendo logística, reemplazo de inventarios y nuevas adquisiciones.
Todo esto contrasta con la trayectoria histórica del continente colonialista. Antes de existir como estructura política integrada, Europa fue un espacio armado por dominio. El Imperio Romano extendió su control entre el siglo I a.C. y el siglo V d.C., mediante legiones, impuestos y autoridades imperiales.
Luego llegaron siglos de fragmentación, guerras internas, hambrunas y epidemias.
El salto decisivo de fines del siglo XV fue hacia afuera. 1492 abrió el ciclo colonial en América, seguido por la expansión sobre África y Asia. Entre los siglos XVI y XVIII se consolidó un sistema de extracción de oro, plata, azúcar, cacao, algodón y tabaco, acompañado por la esclavitud de millones de africanos entre los siglos XVI y XIX.
Esa acumulación colonial alimentó la industrialización de los siglos XVIII y XIX, convirtiendo a Europa en un continente poderoso, pero que hoy aparece rendido ante Donald Trump.
Mientras Europa aceptaba la hoja de ruta de Washington, otra propuesta avanzaba fuera de ese eje.
China presentó el 1 de septiembre de 2025 su Iniciativa de Gobernanza Global, basada en cinco pilares: igualdad soberana, ley internacional sin dobles raseros, centralidad de la ONU, enfoque centrado en las personas y resultados tangibles.
El 3 de septiembre, Xi Jinping vinculó esta propuesta al 80 aniversario de la victoria contra el fascismo, planteando una alternativa al orden atlántico, una competencia de modelos que Europa no lidera.
Otra señal de jerarquías fue la reunión de Alaska en agosto de 2025 entre Vladimir Putin y Donald Trump.
Aunque sin acuerdos escritos, dejó señales claras: Ucrania quedó fuera de la mesa, se habló de negociación bilateral Washington–Moscú, de paz inmediata, del rechazo al ingreso de Ucrania en la OTAN y de congelar el conflicto en términos ya establecidos. Incluso se mencionó una posible cita en Moscú, un gesto diplomático de alto valor simbólico.
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El contraste es evidente: Europa llega a la Oficina Oval como bloque agachado, mientras Putin se presenta como interlocutor con capacidad de fijar condiciones.
La rendición de Europa se desnuda en hechos visibles: aranceles del 15 %, 600 mil millones de dólares en inversiones, energía desfavorable, aumento del gasto militar, y una OTAN que financia una guerra cuyo peso recae sobre el continente.
Así, el continente que durante siglos impuso jerarquía, sanciones y dominio cerró este ciclo sentado frente a Trump, ya no como centro de poder, sino como ejecutor de una estrategia ajena. Esa es la rendición que la foto dejó registrada para la historia.
Esta entrada fue modificada por última vez el 27 de diciembre de 2025 a las 4:03 PM



