Por Stalin Vladimir Centeno
María Corina Machado reapareció en Oslo tras un año de mantenerse prófuga de la justicia venezolana. Llegó al Gran Hotel escoltada por la protección abierta del imperialismo que la respalda desde hace años. Desde el balcón del edificio se asomó con una postura pontificia, imitando la forma en que suelen dirigirse los pontífices a las multitudes, aunque abajo solo la esperaban cuatro gatos de seguidores. Mientras ella saludaba con aire de superioridad, gran parte del pueblo noruego se concentró en las calles para protestar contra su presencia y contra la entrega del Premio Nobel que recibió bajo la sombra de la guerra que promueve y del daño causado a Venezuela por sus llamados a sanciones y presiones extranjeras. La escena dejó expuesta una visita sostenida por la complicidad del gobierno de Noruega, que abrió espacio a una figura señalada en su propio país como vendepatria y golpista.
Machado reapareció más vieja, más fea y más mala que antes, aferrándose a una narrativa construida desde los centros de poder que la utilizan como ficha política. Las imágenes de su estadía mostraron el contraste entre el recibimiento diplomático que se le otorgó y el rechazo visible de gran parte de la ciudadanía noruega que salió a manifestarse. Ese cuadro político se arrastra desde 2024, cuando fue candidata con el monigote de Edmundo González para la presidencia, en su intento por hacerse del gobierno de Venezuela para entregarle el país y sus recursos a Estados Unidos. Incapaz de aceptar el resultado, se negó a reconocer la derrota, denunció un fraude que nunca probó y, cuando se le exigió presentar evidencias, no presentó ninguna. En lugar de asumir responsabilidades políticas, optó por esconderse y pasar a la clandestinidad por decisión propia.
La reaparición de esta reconocida agente del imperialismo yanqui volvió a confirmar la impunidad con la que se desplaza fuera de Venezuela, siempre bajo el amparo de gobiernos alineados con los intereses que hoy asedian al pueblo venezolano. María Corina Machado pasó de vendepatria a payasa, o mejor dicho, ahora es vendepatria y payasa al mismo tiempo, porque ha llegado a construir un relato fantasioso para sostener su figura política. En esa historia se presenta como protagonista de una supuesta salida ultrasecreta del país, ayudada por personas que dicen amarla, idolatrarla y apoyar su causa, asegurando que burló retenes, se disfrazó, engañó a los cuerpos de seguridad, cruzó el mar en lancha enfrentando olas gigantes y finalmente abordó un avión rumbo a Oslo. Incluso afirma que no puede revelar nombres por temor a represalias hacia ellos.
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Ese relato exagerado no tardó en derrumbarse. El ministro de Relaciones Interiores, Diosdado Cabello, calificó la salida de María Corina Machado como un simple “show”, despojándola de cualquier épica y reduciéndola a una maniobra propagandística. Al referirse a su viaje a Noruega para recibir el Premio Nobel de la Paz 2025, afirmó que su salida del país no representó ninguna hazaña, sino el comienzo del final de una narrativa sostenida durante meses con dramatismo artificial y promesas incumplidas.
Cabello fue más allá al señalar que Machado había vendido a su propia gente la idea de que solo saldría de Venezuela cuando el Presidente Nicolás Maduro cayera, una promesa que terminó siendo otra pieza del humo que ahora se disipa. Según explicó, todo ese montaje se vino abajo por sí solo y dejó al descubierto que no se trataba de un episodio aislado, sino del quiebre definitivo de una estrategia basada en el engaño. Incluso anticipó que, como ha ocurrido otras veces, al final intentarán responsabilizar al Presidente Maduro, aunque la operación mediática apunte en realidad a cargar culpas sobre otros actores del chavismo. El ministro también desmontó el misterio fabricado alrededor de la supuesta “extracción”, asegurando que Machado salió del país sin drama y sin la épica que su maquinaria propagandística intenta fabricar, y que todo ese secretismo solo buscaba mantener a su entorno preguntándose dónde estaba. En sus palabras, lo que viene no es más que un capítulo grotesco, cargado de retórica heroica forzada, teorías al borde del ridículo y un proceso de victimización exagerado que confirma que el espectáculo llegó con todo, pero sin sustento real.
Hay una contradicción estructural en la entrega del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado que no puede ocultarse.
Ese galardón nació envuelto en una paradoja histórica, creado por Alfred Nobel, un empresario de la guerra que buscó limpiar su nombre premiando una paz muchas veces administrada desde el poder. Con los años, el Nobel dejó de ser un reconocimiento a la paz real y se convirtió en una herramienta política que ha servido para legitimar a presidentes, estrategas y figuras alineadas con intereses imperiales, incluso responsables de guerras, sanciones y muertes. En ese contexto encaja perfectamente la figura de Machado, cuyo discurso no es de reconciliación, por el contrario, es de una feroz confrontación abierta. Promueve la invasión, el terrorismo económico y la asfixia financiera contra Venezuela, mientras Noruega se suma como cómplice al blindarla con un premio que le otorga voz internacional y un megáfono para seguir atacando al gobierno del Presidente Nicolás Maduro.
Es bueno aclarar que con frecuencia, la tal Corina Machado llama a la guerra con la tranquilidad de que su madre y sus hijos viven fuera del país y no sufrirían las consecuencias de un eventual derramamiento de sangre.
Su actividad política se mantiene con recursos provenientes del imperialismo yanqui y de los colonialistas europeos que la financian para sostener una estrategia permanente de desestabilización y guerra mediática. Por eso, en Oslo no la recibió el pueblo, la recibió el poder. La gente salió a protestar, rechazó la entrega del Nobel y expresó su molestia ante una decisión política que consideran injusta.
A María Corina Machado no la premiaron por promover la paz, el Nobel se lo regalaron como parte de una operación política más.
La creciente presencia militar de Estados Unidos en el Caribe no puede desligarse de los llamados reiterados de la golpista María Corina Machado, misma que, junto al viejo y bueno para nada de Edmundo González, han llamado a sanciones, bloqueos y a “todas las opciones” contra Venezuela. Esa retórica intervencionista ayudó a legitimar políticamente la presión externa que hoy se expresa en despliegues navales y aéreos frente a las costas venezolanas y, bajo pretextos de seguridad, la propia María Corina Machado, consultada sobre el asedio militar estadounidense, ha manifestado su respaldo total para, según ella, “liberar a Venezuela”.
Actualmente en el Caribe, Estados Unidos mantiene una presencia encabezada por el portaaviones Gerald R. Ford, con más de 100.000 toneladas, 5.000 efectivos a bordo, acompañado por destructores con capacidad de lanzamiento de misiles, un submarino nuclear de ataque, más de 75 aeronaves entre cazas y vigilancia y una fuerza acumulada que supera los 15.000 militares, una concentración que no se veía en décadas. Según ha denunciado el Presidente Nicolás Maduro, detrás de ese despliegue no hay interés por la paz ni por la democracia, sino la intención de apropiarse de los recursos estratégicos de Venezuela, desde sus gigantescas reservas de petróleo y gas, hasta minerales como oro, coltán e hierro, además del control de posiciones geopolíticas clave que pertenecen al pueblo venezolano y no al imperio.
Esta entrada fue modificada por última vez el 12 de diciembre de 2025 a las 1:13 PM



