Mao Zedong: El gigante que despertó a China y sigue guiando su rumbo

Imagen Cortesía / Portada de Stalin Magazine.

Por: Stanlin Vladimir

Mao Zedong no solo fue el arquitecto de la República Popular China en 1949, sino también el alma de una revolución que transformó un país fragmentado y humillado por potencias extranjeras en una nación unificada, soberana y con una identidad poderosa. Con su visión marxista-leninista adaptada al contexto chino, Mao encendió la chispa de una transformación histórica que sigue palpitando hoy en los pilares estratégicos de desarrollo que encabeza el Presidente Xi Jinping. China no puede comprenderse sin Mao, ni puede proyectarse sin el legado que él cimentó.

¿Quién fue Mao Zedong? Fue más que un dirigente; fue el alma de una revolución popular, el líder campesino que emergió desde las entrañas del pueblo chino para cambiar el curso de la historia. Nacido en 1893 en una aldea de la provincia de Hunan, Mao se formó como maestro, pero su destino era político: unificó a campesinos, obreros e intelectuales bajo el Partido Comunista Chino, enfrentando tanto a los señores de la guerra como a la invasión japonesa y al poder de Chiang Kai-shek.

Tras una larga lucha marcada por la Larga Marcha y la Guerra de Liberación, Mao fundó en 1949 la República Popular China, proclamándola desde la Plaza Tiananmen con el respaldo fervoroso del pueblo. Su liderazgo carismático, su identificación con las masas rurales y su promesa de soberanía plena convirtieron a Mao en un símbolo imborrable de dignidad nacional. Hoy, su retrato sigue colgado en la plaza central de Pekín, no como figura decorativa, sino como parte del alma viva de China: su pensamiento, sus obras y su ejemplo siguen presentes en la política, la educación, la cultura y el orgullo colectivo de una nación que no olvida a su fundador.

Durante su liderazgo, Mao apostó por la autosuficiencia, la industrialización y la emancipación nacional. Su empeño en construir una economía sólida y libre de las ataduras coloniales fue determinante para sentar las bases del milagro chino que décadas después asombraría al mundo. Con la reforma agraria, la educación para todos, la salud como derecho, y la reivindicación del campesinado como motor de la historia, Mao moldeó un pueblo con conciencia política, orgullo patrio y capacidad de resistencia ante las adversidades.

El pensamiento de Mao Zedong, lejos de quedar anclado en el pasado, fue retomado y actualizado por Xi Jinping con una visión moderna pero enraizada en los mismos valores esenciales: soberanía, unidad, bienestar colectivo y liderazgo estratégico. Hoy, bajo la guía del Presidente Xi, China ha revitalizado los ideales fundacionales de Mao, dotándolos de músculo tecnológico, influencia diplomática y una economía que disputa los primeros puestos del mundo sin renunciar a su modelo socialista con características propias.

Xi Jinping ha reconocido públicamente que sin Mao no existiría la China de hoy. Lo ha hecho en discursos clave, en homenajes oficiales y en la revalorización del ideario maoísta como parte fundamental del socialismo del siglo XXI que promueve el Partido Comunista Chino. Este vínculo no es simbólico, sino tangible: el enfoque de «revitalización rural», la erradicación de la pobreza extrema y la lucha contra la corrupción beben de la ética revolucionaria instaurada por Mao desde los años fundacionales.

Uno de los puntos de mayor conexión entre Mao y Xi es la visión de largo plazo. Mao pensaba en décadas, en siglos si era necesario, para consolidar la nueva China. De igual manera, Xi Jinping ha propuesto metas estratégicas para 2035 y 2049, año del centenario de la fundación de la República Popular. En ese horizonte, China busca consolidarse como una nación socialista moderna, próspera, armónica y fuerte, siempre con el pueblo como eje central de su política.

En la actualidad, los avances en inteligencia artificial, exploración espacial, telecomunicaciones y energías renovables son logros posibles gracias a la base de autodeterminación y desarrollo científico que impulsó Mao. En su tiempo, promover la alfabetización masiva fue una revolución cultural y tecnológica; hoy, Xi transforma ese legado en una revolución digital que está llevando a China al liderazgo del siglo XXI.

El respeto por la soberanía nacional y la defensa de un mundo multipolar también une a estos dos gigantes de la historia china. Mao resistió con dignidad la agresión imperialista, y hoy Xi Jinping alza la voz en defensa de un orden internacional justo, equilibrado y donde los pueblos decidan su propio destino sin injerencias externas. La postura firme de China en los foros globales es un eco directo del espíritu patriótico y emancipador que encarnó Mao.

China, hoy más que nunca, es testimonio vivo de que un legado revolucionario no solo se honra con monumentos, sino con hechos, con políticas transformadoras, y con una visión que se atreve a desafiar las imposiciones del viejo orden mundial. Mao Zedong dejó un camino. Xi Jinping lo ha convertido en una autopista hacia el futuro. Ambos, en su momento histórico, han sido y son pilares de una China grande, respetada y en ascenso.

Esta entrada fue modificada por última vez el 28 de mayo de 2025 a las 3:34 PM