Por Stalin Vladimir Centeno
En Tulsa, Oklahoma, Bernie Sanders detuvo su discurso y alzó la voz. Le acababan de informar que Trump había ordenado bombardeos contra Irán. “¡No más guerras!”, gritó. La multitud estalló. Lo que siguió no fue solo indignación: fue una denuncia directa contra el poder descontrolado de un presidente que, según Sanders, está llevando a Estados Unidos por el camino del desastre.
Con una claridad cortante, el senador explicó que lanzar ataques sin aprobación del Congreso es violar la Constitución. Y que ese tipo de decisiones se parecen más a las de un dictador que a las de un presidente. No era la primera vez que lo decía, pero esta vez su voz retumbaba más fuerte, más urgente.
Poco antes había presentado una iniciativa de ley para frenar cualquier guerra contra Irán sin autorización legislativa. Lo hizo porque sabía lo que venía. Y lo que vino fue exactamente lo que ha combatido durante años: una política exterior violenta, sin control y peligrosa para el mundo entero.
Pero Sanders no se quedó en la política internacional. También cargó contra las redadas migratorias que Trump promovió desde la Casa Blanca. Las llamó brutales, inhumanas. “Este país fue construido por migrantes, no por muros ni por miedo”, dijo. Y lo dijo con la convicción de quien ha recorrido comunidades golpeadas por la persecución y la separación de familias.
Para Sanders, usar a los migrantes como chivos expiatorios no es solo una estrategia política cobarde, es una traición al espíritu de justicia que debería defender cualquier nación. Denunció el uso de la Guardia Nacional y de agentes federales como una forma de intimidar, no de proteger. “Eso no es seguridad, es abuso de poder”, advirtió.
La economía fue otro blanco de su crítica. No habló de cifras, habló de la vida cotidiana de millones. Dijo que los recortes fiscales que Trump regaló a los ricos dejaron sin aliento a los servicios públicos, mientras los trabajadores enfrentan empleos precarios y precios que suben sin control. “Trump no sabe de economía, sabe de espectáculo”, lanzó con ironía. Y lo explicó: mientras el presidente hace shows, la gente pierde poder adquisitivo.
Sanders también fue claro sobre los aranceles que Trump impuso a países como China y México. Los llamó una jugada torpe que perjudica a los agricultores, a los consumidores y a la industria local. “No se puede construir una economía a punta de amenazas comerciales”, dijo. Y su argumento no fue ideológico, fue práctico: los que pagan el precio de esas decisiones son las familias trabajadoras, no las grandes corporaciones.
Y no se quedó callado cuando le preguntaron por el rol histórico de Trump. “Es el peor Presidente que ha tenido Estados Unidos”, afirmó sin titubeos. Lo acusó de dividir al país, de alimentar el odio y de destruir las bases democráticas que aún quedaban. “No se trata de diferencias políticas. Se trata de un peligro real para la nación”, explicó.
Desde cada tarima que pisa, Bernie Sanders lanza un mensaje que resuena más allá de las fronteras gringas: basta de guerras, basta de persecuciones, basta de políticas que enriquecen a unos pocos y empobrecen a millones. Su voz, crítica y coherente, le está hablando también al mundo. Y aquí en Nicaragua, donde sabemos reconocer la verdad aunque venga desde el vientre del monstruo, escuchamos y entendemos: lo que dice Sanders no es apoyo al sistema, es dinamita contra sus cimientos.
Esta entrada fue modificada por última vez el 24 de junio de 2025 a las 4:01 PM
