OIMed: la alternativa pacífica, que el mundo necesitaba

Foto Cortesía / Opinión.

Por Stalin Vladimir Centeno

El nacimiento de la Organización Internacional para la Mediación (OIMed) no es un trámite diplomático más. Es un acto político de profunda carga histórica. Es una bofetada a la arrogancia jurídica de Occidente. Es una estructura que viene a ocupar el espacio que los viejos organismos desprestigiaron por su servilismo. Ya no es tiempo de cortes al servicio del capital. Es tiempo de construir justicia desde la soberanía, la equidad y el respeto entre Estados.

Se fundó el 30 de mayo de 2025 en Hong Kong, con 33 países firmando la convención fundacional y otros tantos presentes como testigos. La OIMed nace en un momento de fractura global, pero también de oportunidad. Donde hay desconfianza hacia los mecanismos dominados por Estados Unidos y sus aliados, hay una brecha para crear nuevos caminos. Y eso es lo que ha hecho China, al proponer esta plataforma con principios totalmente distintos a la Corte Internacional de Justicia, conocida como La Haya.

Porque digámoslo con todas sus letras: La Haya fracasó. La justicia internacional occidental perdió el respeto. Hoy nadie que defienda la soberanía de su país, que rechace el chantaje del dólar o que no se someta al guion imperial, puede creer que encontrará en esa corte una verdadera defensa del derecho. La Haya ha sido implacable con los pequeños y complaciente con los grandes. Cuando un país del Sur reclama, le dan años de silencio. Cuando un país del Norte acusa, le dan sentencia exprés.

Frente a esa vergüenza, surge la OIMed como un acto de rebeldía digna. Ya no se trata solo de un nuevo órgano multilateral, sino de un gesto de dignidad jurídica del Sur Global. Aquí no hay tutelaje. No hay fiscalías politizadas. No hay una élite de jueces europeos que interpretan el derecho según los intereses de Washington y la Unión Europea. Aquí se parte de un principio esencial: la mediación voluntaria, con respeto mutuo, sin amenazas ni sanciones. Un modelo que rompe con la lógica del castigo, y apuesta por la reconciliación.

Nicaragua se incorpora sin vacilar, no por seguir una moda, sino porque conoce bien lo que es ser atacada con procesos judiciales fabricados para destruir políticamente a los gobiernos soberanos. Nicaragua sabe lo que significa ser acusada sin pruebas, sancionada sin juicio y juzgada sin defensa. Por eso se suma con conciencia. Porque no se trata solo de unirse a una nueva institución, sino de construir una nueva forma de entender la justicia internacional, más humana, más equilibrada, más verdadera.

El canciller chino Wang Yi, en su discurso en la fundación de la OIMed, dejó claro el carácter transformador de esta organización: “La OIMed es una actualización de los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas. Su nacimiento puede ayudar a trascender la mentalidad de ‘tú pierdes, yo gano’, promover la resolución amistosa de disputas internacionales y fomentar unas relaciones más armoniosas”. Su afirmación no es diplomacia vacía: es una declaración de ruptura con el paradigma punitivo que ha dominado la arquitectura judicial global.

Y por eso tiemblan en los pasillos del poder. Porque si esta organización avanza, se acabó el monopolio judicial de Occidente. Porque si los países encuentran aquí soluciones, mediación, confianza, entonces ya no necesitarán desfilar humillados por las cortes heredadas del colonialismo. La OIMed, con su sede en Hong Kong, ciudad que, como dijo Wang Yi, “goza de ventajas excepcionales por su afinidad con la madre patria y su conexión con el mundo”, puede convertirse en la alternativa creíble a un sistema que ya no da para más.

A los que preguntan si esto es un órgano paralelo a La Haya, la respuesta es sencilla: sí, y con orgullo. Porque no se puede seguir dependiendo de estructuras que huelen a siglo XIX. Porque la desconfianza hacia La Haya no es paranoia, es evidencia. Porque la justicia no puede seguir siendo un privilegio de los poderosos y un calvario para los pueblos.

La OIMed es, ante todo, una declaración de independencia jurídica del Sur. Y como todo acto soberano, encontrará resistencia, burla, sabotaje. Pero también esperanza. Porque cuando se desafía al poder, se empieza a escribir la historia de otra manera. Nicaragua, una vez más, escribe esa historia con valentía.

Esta entrada fue modificada por última vez el 2 de julio de 2025 a las 2:54 PM