Los “regímenes” de los Estados Unidos, Canadá, España y la Unión Europea

Foto cortesía / Bandera de Estados Unidos y Unión Europea

Los Regímenes de los Estados Unidos, Canadá, España y la Unión Europea, se refieren continuamente al gobierno de Nicaragua como el “régimen de Nicaragua” en tono despectivo, como un sistema de gobierno extraño a la democracia, siendo en realidad, todo lo contrario.

En los Estados Unidos, Canadá, España y Unión Europea, existen gobiernos extraños a la democracia, que solo pueden reconocerse como regímenes retrasados, ante el avance de la misma.

Estos regímenes con democracias rezagadas, amenazan con declarar ilegítimas las elecciones nacionales de Nicaragua a celebrarse el 7 de noviembre del corriente año, pretendiendo desconocer la autoridad y voluntad del pueblo nicaragüense para elegir sus autoridades. Nada más absurdo.

En el continente americano, los regímenes de los Estados Unidos y Canadá de manera relevante vociferan contra Nicaragua, en nombre de una democracia que no reconocen ni aplican en sus propios países.

En los Estados Unidos, la voluntad de los ciudadanos para elegir a su presidente, es mediatizada y sometida a la voluntad de un grupo reducido de personas diferentes del pueblo estadounidense, denominado Colegio Electoral, con intereses propios y que no están obligados a respetar el voto del pueblo estadounidense.

Esta estructura aprisiona la voluntad de los ciudadanos estadounidenses y suplanta su autoridad en la elección del presidente de los Estados Unidos.

En el régimen de los Estados Unidos se han dado muchos casos en los cuales el candidato perdedor tiene más votos que el candidato declarado ganador por el Colegio Electoral, lo cual plantea un desafío mayor a la democracia en el continente americano, con una violación flagrante del derecho de los ciudadanos a elegir a su propio presidente.

En las últimas elecciones, se evidenciaron conflictos entre la normativa federal y la de cada uno de los Estados federados sobre el voto por correo, la recopilación y validez de los votos en cada uno de dichos Estados. Esto fue percibido como una manipulación del voto del ciudadano estadounidense, en beneficio de uno de los candidatos.

El expresidente Trump rechazó los resultados de estas elecciones y expresó en claras y altas voces que había habido un fraude. Sus argumentos y fundamentos fueron censurados en los grandes medios de comunicación y adicionalmente lo aislaron del pueblo estadounidense y de sus simpatizantes, con la cancelación de sus cuentas en las redes sociales, en particular Twitter, el medio de comunicación preferido del expresidente Trump, tanto en su cuenta personal como en la oficial del Presidente de los Estados Unidos, lo que ocasionó que este rechazara participar en la ceremonia más importante del traspaso de gobierno la cual simboliza la entrega del gobierno del presidente saliente al entrante. El expresidente Trump simplemente dejó vacía la oficina de la presidencia y se fue a su casa.

En el marco de la campaña contra Nicaragua, resulta anecdótico que dos legisladores del partido republicano, del mismo partido del expresidente Trump, olvidaran estas circunstancias acaecidas en su país, en el pasado reciente.

La congresista republicana, María Elvira Salazar, y el senador republicano, Marcos Rubio, exigen la libertad de nicaragüenses que están siendo procesados por diversos delitos, pero que ellos consideran presos políticos, y no exigen lo mismo en su país por la libertad de los presos políticos, fieles militantes del partido republicano, que, en enero de 2021, se manifestaron en el Capitolio en rechazo al fraude electoral en los Estados Unidos.

Agregando adicionalmente, su rechazo a que Estados Unidos tenga vínculos comerciales con lo que ellos denominan la “dinastía Ortega-Murillo”, sin embargo, no dicen nada de los vínculos comerciales de su país con Arabia Saudita y otros regímenes similares.

Ambos políticos, más que presentar argumentos de fondo en sus planteamientos, ocultan la verdad al pueblo estadounidense, manipulando sus nobles sentimientos de justicia y paz, sirviendo en realidad a intereses extraños a la democracia, de espaldas al noble pueblo de ese país.

En Canadá, es aún más extraño, porque, aunque el pueblo canadiense elige a un Primer Ministro como su máxima autoridad, el régimen de Canadá les impone a todos los canadienses reconocer a la Reina de Inglaterra como Jefe de Estado de Canadá.

Esto no tiene nada que ver con la democracia. Ello constituye una imposición imperial sobre todos los ciudadanos de Canadá, incluidos los pueblos originarios, que deberían ser consultados a fin de determinar si ellos están de acuerdo en que Canadá siga dependiendo de la Corona de Inglaterra o si quieren que Canadá sea un Estado libre, soberano e independiente.

En días recientes, el representante de Canadá ante la tristemente célebre OEA, señor Hugh Adsett, se hace eco del informe falso y manipulado de la CIDH en contra de Nicaragua, pero no dice nada sobre los cientos de niños de los pueblos originarios, asesinados en colegios canadienses y administrados por la Iglesia católica, lo cual se fundamenta en hechos probados, a través de los cadáveres encontrados en dichos colegios.

Igualmente, el mismo señor, se tomó la libertad de ofender a todo el pueblo nicaragüense, al igual que otros personeros estadounidenses y europeos, al expresar que las elecciones de Nicaragua son ilegítimas y una parodia de elecciones, pero no dice nada sobre la ilegitimidad de la Reina de Inglaterra como Jefe de Estado de Canadá, que no cuenta con el apoyo del pueble canadiense, en particular de los pobladores originarios, que sería, siguiendo sus palabras: “Una parodia” de Jefe de Estado.

En el continente europeo, los sistemas políticos son muy diversos, pero en buena parte de ellos persisten las monarquías que no tienen relación alguna con la democracia, como en el caso de España.

En España, el régimen de este país consulta al pueblo español para la elección del presidente de España, pero no se les consulta ni se les permite opinar sobre la permanencia o no, de la monarquía. Esta sencillamente se impone sobre la voluntad del pueblo español.

La monarquía, por muy corrupta que sea, es protegida por las leyes españolas hasta el punto de condenar a prisión a un artista español por escribir y cantar canciones contra los desmanes de la monarquía.

España, a su vez, está integrada por diversos estados regionales, en uno de los cuales, Cataluña, se llevó a cabo un referéndum en el marco de sus leyes, en la cual, el pueblo catalán expresó con amplia mayoría, su voluntad soberana y como pueblo, de separarse de España y formar un nuevo Estado. Esto es algo muy usual con los Estados de Europa del Este, lo que ha dado surgimiento a nuevos Estados, sin olvidar tampoco el caso de Yugoslavia, sin embargo, España, en lugar de buscar la razón y la voluntad popular del pueblo catalán para enmendar su actitud, procedió a perseguir y encarcelar a las autoridades del gobierno regional de Cataluña.

El caso de la Unión Europea, merece un tratamiento aparte, porque ella no es un Estado, y no aplica en su régimen nada que tenga que ver con la democracia. Ella es una especie de Organización No Gubernamental (ONG), con cara de Organización Gubernamental, que aparenta representar los intereses de los estados europeos que la conforman, aunque ello no sea muy evidente.

En el régimen de la Unión Europea reina una burocracia plagada de discusiones filosóficas confusas, de las múltiples escuelas de pensamiento europeos, que nada tiene que ver con la realidad del mundo actual, menos aún con Nicaragua, en la que sobresalen políticos europeos desechados, quizá con una agenda política oculta de fondo, que parte del sobrentendido de las bondades de la monarquía, esclavitud y el colonialismo, sin representar plenamente los intereses de sus estados miembros.

La Unión Europea es una entidad a la que, por diversas razones, muchos Estados han reconocido cierta presencia en el ámbito internacional, pero que, en cualquier momento, en virtud de que su accionar no contribuya a la paz y seguridad internacional, los Estados pueden optar por el desconocimiento de ella como actor internacional y en su lugar, entenderse directamente con los Estados europeos que integran dicha organización.

Es imperativo que los Estados europeos integrantes de la Unión Europea, realicen una revisión de la actuación injerencista de esta entidad, antes de que sea demasiado tarde.

Estos regímenes sin democracia como es el caso de la Unión Europea o con democracias rezagadas, como es el caso de los Estados Unidos, Canadá y España, se toman la libertad de amenazar con desconocer la voluntad de un pueblo, para elegir sus autoridades. Nada más absurdo.

La democracia, tal y como la conocemos hoy, se fundamenta en la soberanía, la autodeterminación de los pueblos y la no injerencia de los asuntos internos y constituye un mecanismo por el cual, el pueblo libre y soberanamente, elige a sus autoridades. La decisión de a quién apoyar y a quién no en el proceso de elecciones, está determinado por la más grande aspiración del pueblo, que es la paz, el bienestar y el mejoramiento del nivel de vida.

Para una población europea, canadiense o estadounidense, el mejoramiento del nivel de vida y el bienestar de la población podría ser el asegurar que los servicios básicos estén protegidos con planes de contingencias para evitar incrementos súbitos en las facturas domiciliares, tal es el caso del incremento del precio del gas como actualmente sucede en muchos países de Europa, así como el establecimiento de un sistema de salud universal que los proteja ante situaciones pandémicas similares al caso del Covid 19, entre otros temas.

Para el pueblo de Nicaragua como de muchos otros pueblos de América Latina y el Caribe, el mejoramiento del nivel de vida y bienestar de la población, se alcanza con un conjunto de programas sociales: un sistema de salud universal, escuelas gratuitas, carreteras, puentes, energía eléctrica, agua potable, viviendas dignas, capacitación técnica, entre otras.

Probablemente, estas no sean las aspiraciones de los pueblos canadienses, estadounidenses y europeos, que tienen resueltas estas situaciones en cierta medida con grandes obras de infraestructura, pero estas son las aspiraciones de nuestros pueblos: son muy nuestras.

En septiembre de 2021, Centroamérica celebró el bicentenario de su independencia y al igual que todos los que han pasado por ese proceso, Nicaragua también es un estado libre, soberano e independiente, con su propio sistema de gobierno: con políticas claras y transparentes, sus autoridades son electas con el voto popular directo y secreto, el cual se fundamenta en la voluntad de la mayoría del pueblo nicaragüense y se rige de acuerdo a su Constitución y sus leyes que a su vez se fundamentan en la voluntad popular.

Corresponde a los ciudadanos nicaragüenses determinar su vida y sistema de gobierno de la misma manera que corresponde a los ciudadanos de Estados Unidos, Canadá, España, así como los integrantes de la Unión Europea, reclamar por su democracia rezagada y sus derechos ciudadanos, que en algún momento plantearán, pedirán cuentas y exigirán su plena democracia.

Nicaragua no aspira emular a ninguno de esos extraños regímenes con democracias rezagadas. Nosotros en Nicaragua, en la voz del poeta español Antonio Machado: “Hacemos camino al andar…”

Manuel Madriz Fornos

Presidente

Asociación Centroamericana de Derecho Internacional

e Integración (ACADI)