Por: Stalin Vladimir Centeno
Mientras los países del G7 se disuelven en cumbres sin resultados ni decisiones vinculantes, el Foro Económico Internacional de San Petersburgo (SPIEF) se ha consolidado como la gran plataforma del nuevo orden mundial. Durante tres intensos días del 18 al 20 de junio más de 10.000 participantes de más de 120 países se congregaron en la histórica ciudad de San Petersburgo, no para repetir discursos gastados, sino para construir puentes de cooperación real, sin tutelajes, sin condicionamientos, sin hegemonías.
El lema de esta edición, “Valores compartidos en un mundo multipolar”, no fue retórico: se expresó en la diversidad de delegaciones presentes. Desde Asia llegaron el presidente de Indonesia, Prabowo Subianto, y el viceprimer ministro chino, Ding Xuexiang; desde África, líderes de Burkina Faso, Sudáfrica y Etiopía; desde el mundo árabe, emisarios de Arabia Saudita, Bahréin, Iraq e Irán; desde América Latina, representantes de gobiernos y empresarios que ven en Rusia una alternativa seria y soberana frente a los chantajes del dólar, las sanciones y los dictados económicos de las potencias occidentales.
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Lejos de los reflectores del viejo capitalismo financiero, San Petersburgo se convirtió en la vitrina de un modelo de desarrollo soberano. En más de 200 paneles se debatieron estrategias en materia de energía, nuevas tecnologías, banca alternativa, producción agrícola, defensa industrial y cooperación Sur-Sur. Incluso se celebró un panel exclusivo entre empresarios rusos y estadounidenses, una rareza en tiempos de sanciones, que demostró que los pueblos y los capitales, cuando no son manipulados, siguen hablando el lenguaje de los intereses comunes.
El gobierno ruso, a través del ministro de Finanzas, Anton Siluanov, anunció un plan de privatizaciones controladas que permitiría recaudar 300 mil millones de rublos (casi 4 mil millones de dólares) para reforzar el presupuesto nacional. Este giro no responde a una agenda neoliberal, sino a una política de realineación: vender activos estatales a socios confiables, aliados estratégicos, empresarios locales y socios BRICS que no tengan vínculos con potencias hostiles.
Uno de los ejes más fuertes del foro fue la apuesta por la cooperación militar-tecnológica.
El Presidente Putin anunció que Rusia desarrollará proyectos conjuntos con países aliados para producir armamento, capacitar cuadros y transferir tecnología. Lejos de ser un gesto belicista, esta estrategia apunta a que naciones del Sur global puedan blindarse ante amenazas externas y al mismo tiempo modernizar sus industrias con tecnología de doble uso, aplicable a sectores civiles.
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En el terreno diplomático, Moscú propuso actuar como mediador en el conflicto entre Israel e Irán, ofreciendo su territorio y su experiencia para facilitar negociaciones. Esta iniciativa, ignorada por la prensa occidental, confirma el peso geopolítico de una Rusia que no se aísla, sino que se convierte en interlocutor necesario de las grandes crisis contemporáneas.
El SPIEF 2025 también tuvo un componente simbólico poderoso. No sólo se firmaron acuerdos más de 50 memorandos y proyectos estratégicos en infraestructura, energía y transporte sino que se vio desfilar por los salones del Expoforum a jóvenes hijos de ministros, hijas de diplomáticos, empresarios emergentes y delegaciones culturales que mostraron una Rusia viva, orgullosa, cohesionada y moderna. San Petersburgo volvió a ser capital de algo más profundo que la economía: fue capital de un espíritu civilizatorio.
A diferencia del G7, que se limitó a difundir comunicados repetidos sobre Ucrania, Medio Oriente y comercio, el foro de San Petersburgo dejó resultados tangibles. No solo se avanzó en términos económicos, sino en diseño estratégico de alianzas, en construcción de bloques regionales, en integración financiera con monedas propias, en defensa de la soberanía alimentaria y en propuestas concretas de arquitectura multipolar.
Es cierto que los desafíos persisten. El propio ministro de Economía, Maxim Reshetnikov, advirtió que hay que evitar una recesión inminente. Pero lo importante es que Rusia no se esconde ni se victimiza: actúa, propone, convoca y lidera. El SPIEF 2025 fue una demostración clara de que el mundo ya no gira alrededor del G7. Gira hacia el Este, hacia el Sur, hacia un nuevo equilibrio en el que Moscú no es periferia, sino centro articulador.
Para quienes siguen creyendo que el orden imperial es eterno, San Petersburgo envía un mensaje nítido: el futuro no será dictado por los de siempre. Será construido por los que están dispuestos a dialogar, invertir, cooperar y resistir. Y en ese horizonte, Nicaragua y Rusia caminan juntas, con dignidad y con rumbo.
Esta entrada fue modificada por última vez el 21 de junio de 2025 a las 2:24 PM