Trump, endurece el bloqueo, pero Cuba le responde con pan, música y soberanía

Foto Cortesía / Opinión.

Por Stalin Vladimir Centeno

Amanece en Cuba y Dolores, una panadera de Centro Habana, ya tiene las manos llenas de harina. No es cualquier harina: es la que logró conseguir con esfuerzo, gracias a una cooperativa que se las ingenia para sortear sanciones y amenazas. Hacer pan en Cuba no es solo un oficio, es un acto de resistencia. Es decirle al bloqueo: aquí estamos, seguimos de pie, y vamos a seguir.

En un barrio de Santiago, dos muchachos reparan una red de pescar. No tienen hilo nuevo, no tienen piezas modernas, pero tienen creatividad. Hacen maravillas con lo que hay. Así es Cuba: un país que no espera, que inventa, que resuelve. Los mismos jóvenes que estudian en la universidad por amor a su país, también ayudan en casa, cuidan a sus abuelos, y se ríen del bloqueo, porque no les va a quitar la esperanza.

El bloqueo de Estados Unidos no es una historia de libros: es un castigo diario. Es no poder comprar una medicina, es no poder importar una pieza para una ambulancia, es que un banco del mundo no te quiera atender por miedo a las sanciones de Washington. Es un cerco que quiere asfixiar a todo un pueblo porque no se arrodilla. Pero los cubanos han aprendido a vivir bajo presión sin perder la alegría ni la dignidad.

Este pasado martes 1 de julio, el Presidente estadounidense Donald Trump firmó un nuevo Memorándum Presidencial de Seguridad Nacional que endurece todavía más ese castigo. Prohibió el turismo estadounidense a la Isla, reforzó las restricciones a las remesas que sostienen a miles de familias, impuso auditorías financieras obligatorias para viajeros, y penaliza duramente a bancos y empresas extranjeras que operen con entidades cubanas. Fue un acto de brutalidad económica, dirigido no contra un gobierno, sino contra un pueblo que no se rinde.

Pero esta política imperialista no es nueva.

El bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos está vigente desde 1962. Han pasado más de seis décadas de asedio, de intentos por rendir por hambre lo que nunca pudieron rendir con invasiones ni sabotajes. Desde entonces, el pueblo cubano ha enfrentado esa agresión con dignidad, soportando carencias, pero sin ceder ni un centímetro en su derecho a la soberanía. Es el cerco económico más largo de la historia moderna. Y también el más condenado por la comunidad internacional.

En los hospitales, las enfermeras hacen milagros. Muchas veces no tienen lo necesario, pero nunca falta la atención, el cuidado, la entrega. Los médicos cubanos no trabajan por dinero: trabajan por amor a su gente.

Y en cada consulta, aunque falten recursos, sobra humanidad. Cuba no exporta guerra: exporta salud, con sus brigadas médicas que han salvado vidas en los rincones más olvidados del planeta.

La Revolución cubana no solo ha sobrevivido: ha triunfado en espíritu. Desde Fidel y Raúl hasta Miguel Díaz-Canel, el rumbo no se ha torcido. Cuba sigue firme, defendiendo sus principios, apostando por la educación, la salud, la solidaridad y la dignidad. Y lo hace acompañada. Porque la Isla mantiene lazos sólidos y crecientes con pueblos hermanos como Nicaragua, con aliados estratégicos como Rusia y con potencias emergentes como China. No está sola. Está en el lado correcto de la historia.

En los hogares no hay lujos, pero hay amor. Las familias comparten lo poco que tienen. El vecino presta, la comunidad se apoya, y los niños aprenden desde pequeños que ser solidario vale más que tener dinero. En Cuba no todo es fácil, pero todo se enfrenta con coraje. Porque aunque el bloqueo aprieta, no ha podido apagar el fuego de la Revolución.

Los que han ido a la Isla saben que no hay maquillaje. Hay verdades. Hay escasez, sí. Pero también hay arte en cada esquina, música en cada casa, y una sonrisa que ni el imperio ha podido borrar. Porque el bloqueo no puede apagar el alma de un pueblo que vive de pie, con orgullo, con coraje.

Y si alguien se pregunta ¿cómo sobrevive Cuba?, la respuesta no está en las estadísticas: está en la abuela que comparte su comida, en el joven que estudia sin luz, en la doctora que opera con lo que tiene, en el campesino que siembra sin fertilizantes importados. Cuba sobrevive porque tiene lo que muchos han perdido: amor por su tierra y lealtad a sus principios.

El pueblo cubano es pobre en cosas, pero inmensamente rico en dignidad. Y esa riqueza no la puede bloquear ningún imperio.

¡Viva Cuba!

Esta entrada fue modificada por última vez el 3 de julio de 2025 a las 3:53 PM