Por: Fabrizio Casari.
El cerco de las tropas ucranianas en Pokrovsk está completo. Los rusos avanzan por todas partes, han conquistado casi por completo las fortalezas de Pokrovsk y Kupiansk, y están ganando la guerra tanto en el campo de batalla como en la retaguardia ucraniana, donde el sistema energético y el transporte ferroviario están casi paralizados. Según el ISW(Institute for the Study of War), que basa sus informes en información de inteligencia occidental, «para las fuerzas armadas ucranianas toda la logística se ha vuelto imposible».
Esto significa que ya no son posibles los suministros, los relevos ni la evacuación de los heridos.
Las pérdidas ucranianas de equipos – tanques, vehículos de combate y artillería – oscilan entre el 75% y el 95%, y la edad de los soldados ucranianos en las trincheras supera los 45 años. La situación empeora día a día para Kiev debido a la falta de suministros militares. El Kiel Institute documenta una caída vertical en la capacidad de los patrocinadores occidentales de Ucrania para abastecer adecuadamente a Kiev de material bélico.
La cuestión reviste una importancia enorme para el teatro de guerra ucraniano, dado que la caída de las dos últimas fortalezas y la rendición de los soldados ucranianos configuran un escenario extremadamente preocupante para Ucrania. Ni la propaganda de Kiev, sostenida por los medios dominantes occidentales, puede invertir la realidad sobre el terreno, que muestra a los rusos avanzando en pinza y desplazando cada día más adelante la línea del frente.
- Te puede interesar: Ilusión imperial y realidad mundial
Esto se combina con una clara disminución en la eficacia de los sistemas de defensa aérea Patriot, lo que conlleva un aumento de la destructividad de los ataques con misiles rusos y un incremento de las víctimas entre las filas ucranianas. Así lo afirma con contundencia el exasesor del Departamento de Estado estadounidense, James Carden, en una entrevista con SkyNews Australia: «Según mis fuentes, la proporción de bajas entre ucranianos y rusos es de 36 a 1. Las pérdidas ucranianas se acercan al millón […]. La guerra de desgaste emprendida desde el principio por los rusos ha sido un éxito: son los ucranianos los que están al borde del desastre».
Los ucranianos han agotado el material humano para enviar al frente, y el feroz reclutamiento forzoso de ciudadanos de hasta 60 años no produce cifras significativas. Se estima que el número de deserciones y abandonos ucranianos ronda las 400.000 personas; los datos oficiales hablan de 250.000, pero incluso el propio Ministerio de Defensa ucraniano los considera subestimados. Se calcula, por ejemplo, que entre los 7 millones de ucranianos que huyeron a los países europeos hay un 40% de personas aptas para el servicio militar, aunque no pueden ser consideradas desertoras, ya que salieron y fueron acogidas como refugiadas antes de ser llamadas a filas.
Que el desenlace de la guerra sea inevitablemente favorable a Rusia no es algo nuevo. Ya en 2022, las altas esferas del Pentágono y numerosos militares de varios países señalaban la absoluta disparidad de fuerzas en el campo de batalla y advertían sobre la subestimación que la Casa Blanca y Bruselas hacían del potencial bélico de Putin.
En 2024, The Economist – auténtica Biblia del globalismo de raíz anglosajona – escribía que la guerra estaba perdida, y muchos otros medios sostenían que continuarla no serviría de nada, ya que sólo implicaría pagar un precio aún mayor en la futura resolución política del conflicto.
- También puedes leer: El Consejo de Derechos Humanos, está secuestrado por potencias imperialistas y neocolonialistas
Las tácticas y la propaganda de Zelensky acaban resultando inútiles: no harán más que acentuar y prolongar una derrota ya anunciada, porque no hay victoria sin tropas.
MÁS ALLÁ DE UCRANIA
La partida en Ucrania forma parte de una estrategia global impulsada por los neoconservadores demócratas. Ya en 1998, Brzezinski, en su libro El gran tablero mundial, señalaba la necesidad de reforzar militarmente a Ucrania para librar una guerra contra Rusia que impidiera la conexión entre los recursos energéticos rusos y las finanzas europeas, mediante una ruptura violenta entre Moscú y Bruselas que marcara el fin del proyecto euroasiático, peligroso para el dominio estadounidense del mundo.
En 2019, un informe de la Rand Corporation alimentó en Bidenla ilusión de una posible victoria. Sin embargo, Estados Unidos ha salido derrotado del proyecto de aniquilación de la Federación Rusa mediante el cerco y los golpes de Estado (fallidos) en Bielorrusia y Kazajistán, así como con la guerra directa utilizando como ariete a Ucrania. Esto implica la detención de la expansión de la OTAN hacia el Este y anticipa el pésimo destino que les esperaría a Moldavia, Polonia y los países bálticos si intentaran sustituir a Kiev.
En el plano estratégico global, se observa una actitud parcialmente distinta por parte de Trump. Él sabe que China es el objetivo de la próxima guerra de Estados Unidos por la hegemonía mundial y es perfectamente consciente de que la alianza militar con Moscú representa un vuelco en el equilibrio militar global. La variante introducida por Trump – aun siendo voluble e histriónico – tiene como objetivos halagar a Moscú con la esperanza de que Putin rompa la asociación estratégica, política y militar con Xi, y ganar tiempo para que el Pentágono mejore su eficiencia estratégica, hoy inferior a la de la alianza ruso-china.
Pero la idea de separar a Putin y Xi está destinada al fracaso. No sólo porque se trata de un entendimiento basado en principios y valores compartidos y con un objetivo común, sino también porque China ya posee un nivel de armamento suficiente para doblegar a Estados Unidos. Además, la alianza entre Moscú y Pekín se fortalece precisamente con el aumento constante de la tensión internacional desencadenada por Trump (hoy es el turno de Nigeria).
Hace pocas semanas, Trump anunció su intención de revocar las restricciones a los ucranianos para el uso de armas occidentales de largo alcance contra refinerías e instalaciones rusas, y la respuesta de Rusia no se hizo esperar: fue fuerte y clara. Tras el Orenshik, ya probado en el terreno ucraniano con resultados devastadores, Moscú presentó su nuevo misil intercontinental, el Burevestnik 9M730, rebautizado por la OTAN como SSC-X-9 Skyfall. Es un misil de crucero que ha superado con éxito las pruebas de uso: puede recorrer 14.000 kilómetros en unas 15 horas de vuelo, lo que le permite alcanzar cualquier punto del planeta, burlando las defensas enemigas gracias a su capacidad de volar a altitudes no convencionales y a muy baja altura (entre 50 y 100 metros), lo que dificulta su detección por radar.
El International Institute for Strategic Studies británico ha estimado que su alcance potencial podría llegar hasta los 20.000 km, permitiendo atacar objetivos en Estados Unidos desde territorio ruso.
Pocos días después, el presidente Putin también anunció la entrada en escena del Poseidón, un torpedo submarino de propulsión nuclear capaz de generar una ola radiactiva en los océanos que haría inhabitables las ciudades costeras, además de destruir la flora y la fauna. El poder destructivo del Poseidón, que puede ser lanzado desde submarinos de propulsión nuclear, sería superior incluso al del Sarmat, el misil intercontinental más potente en servicio en las fuerzas rusas.
Aunque la superioridad en los mares sigue siendo prerrogativa de Estados Unidos, la entrada en juego del Poseidón restablece un equilibrio mayor. Esta nueva dimensión del armamento estratégico ruso plantea serios problemas a los sistemas de defensa estadounidenses y pone contra las cuerdas la ya limitada capacidad defensiva de Europa. Es inevitable interpretarlo como una advertencia a un Occidente que sigue apostando por la derrota estratégica de la Federación Rusa sin contar con los medios militares ni la fuerza económica para lograrlo. Incluso la reanudación de los ensayos nucleares anunciada por Trump tendrá que esperar algunos años.
Los think tanks militares más acreditados a nivel internacional consideran que la capacidad militar rusa es hoy claramente superior a la atlántica, y que son las diferentes concepciones sobre el papel internacional de cada potencia las que determinan los escenarios en los que se desarrolla el enfrentamiento.
De alguna manera, el rearme ruso – al igual que el enorme crecimiento del aparato militar chino, que ya presenta su caza de sexta generación y el temible misil 6+1 (así llamado porque porta 60 ojivas nucleares o convencionales más una de hidrógeno) – advierte Washington sobre el envío de los Tomawak a Kiev y configura un panorama inédito, cuyos efectos favorecen un nuevo equilibrio coherente con las nuevas orientaciones económicas y la reconfiguración de la gobernanza global.
Teniendo en cuenta que el imperio decadente anuncia sanciones, guerras y rearme como únicos ejes de su política exterior, Rusia ha dejado claro que cualquier plan militar contra ella está condenado al fracaso, y reafirma su fuerza intrínseca y su papel como actor global. Y esto beneficia a las naciones que se sienten amenazadas por el avance agresivo y pirata de un Occidente ya volcado en la guerra contra todos y, quizás, también contra lo que queda de sí mismo.
Esta entrada fue modificada por última vez el 2 de noviembre de 2025 a las 9:27 PM


