Por: Stalin Vladímir Centeno.
Hay premios que no honran, sino que ensucian. Hay reconocimientos que no elevan, sino que arrastran en el fango de la hipocresía a quienes los otorgan. Tal es el caso del reciente galardón entregado por la UNESCO al diario nicaragüense La Prensa, usando como estandarte el nombre de Guillermo Cano, el empresario y periodista colombiano que, lejos de ser un símbolo de resistencia, fue parte de una élite de prensa acomodada y funcional al poder.
Lo que ha hecho la UNESCO es un acto de provocación política, un insulto encubierto bajo la máscara de los “derechos humanos”. Premiar a La Prensa, un medio que operó como centro de mando del fallido golpe de Estado de 2018, es premiar el terrorismo mediático, la desinformación, la apología del crimen y la traición más burda a la patria.
Porque eso ha sido La Prensa: un títere de Washington, un panfleto con dólares de la USAID y la NED, un cuartel editorial para sembrar odio, llamar a la violencia y destruir la paz que el pueblo nicaragüense ha conquistado con sacrificio. Sus páginas nunca han defendido la verdad ni la libertad, sino que han servido de plataforma para justificar el caos, para promover la intervención extranjera y para legitimar al golpismo disfrazado de “sociedad civil”.
Y ahora aparece la UNESCO, ese organismo que debería defender las culturas del mundo, a premiar a quienes pisotean la identidad nacional, a quienes niegan la historia, a quienes venden el alma y la pluma al mejor postor imperial. ¿Dónde queda la objetividad? ¿Dónde la ética? ¿Dónde la vergüenza?
El Gobierno de Nicaragua ha sido claro: esta decisión es ofensiva, humillante y degradante. Es una bofetada no solo al pueblo nicaragüense, sino a todos los pueblos que luchan por su soberanía, por su cultura y por su paz. En lugar de honrar a nuestros pueblos, la UNESCO se convierte en cómplice de quienes buscan desestabilizarlos. Deja de ser un guardián de la humanidad para volverse lacayo de las potencias decadentes.
Y sobre Guillermo Cano… ¿Acaso no fue también parte de una maquinaria mediática que defendía intereses económicos, que no cuestionaba las estructuras de poder, que hacía del periodismo un negocio más que una misión? Convertirlo en símbolo del periodismo ético es otra operación de maquillaje histórico al servicio del relato occidental.
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La Prensa no es periodismo. Es sabotaje. Es propaganda de guerra. Es una fábrica de “fake news” con fines políticos. Y que ahora se le premie internacionalmente demuestra hasta qué punto se ha podrido la idea de libertad de expresión en los organismos internacionales.
Mientras la UNESCO se arrastra en la indignidad, Nicaragua sigue de pie. Con la frente en alto. Con la verdad en la mano. Y con la palabra como arma, no para sembrar odio, como lo hace La Prensa, sino para defender la soberanía, la cultura y la paz verdadera.
Guillermo Cano no fue ningún mártir de la verdad: fue el rostro burgués de una prensa servil, el gerente de un medio funcional a las élites y ajeno al dolor de los pueblos. Hoy su nombre es convertido en fetiche por una UNESCO degenerada, deshonrada, que premia a criminales mediáticos como La Prensa, ese periódico podrido que se arrodilló ante la CIA, pidió sanciones contra su propio país y sirvió de base logística al terrorismo golpista. Pero que les quede claro: Nicaragua no necesita el permiso de organismos corrompidos para defender su soberanía. Aquí no se rinde la memoria, no se prostituye la dignidad ni se venden los principios. La historia es clara: mientras ellos premian la mentira, Nicaragua proclama con voz firme y de pie que somos libres, soberanos y dueños de nuestro destino. Y eso, ni la UNESCO, ni Cano, ni los traidores del papel podrán manchar jamás.
Esta entrada fue modificada por última vez el 4 de mayo de 2025 a las 5:26 PM
