Por Stalin Vladimir Centeno
Este pasado 16 de septiembre de 2025, Chile volvió a estremecerse al cumplirse 52 años del asesinato de Víctor Jara, cantautor, actor y director teatral que transformó el arte en resistencia. Apenas unos días antes, el 28 de septiembre, habría celebrado su cumpleaños número 93. Aunque ya estamos en octubre, cada septiembre, su historia regresa con fuerza porque une música, compromiso y dignidad frente a la violencia de los golpes de Estado.
El país que lo vio crecer todavía recuerda aquel 11 de septiembre de 1973, cuando las Fuerzas Armadas, dirigidas por el entonces dictador Augusto Pinochet y respaldadas por Estados Unidos, bombardearon el Palacio de La Moneda y derrocaron al Presidente Salvador Allende, quien decidió resistir hasta el final y murió de pie dentro de la sede presidencial. Asimismo, en medio de esa traición sangrienta, la cultura también fue blanco de la represión.
Al día siguiente del golpe, soldados irrumpieron en la Universidad Técnica del Estado y capturaron a Víctor Jara, que trabajaba allí como profesor y seguía componiendo canciones para un Chile más justo.
Fue trasladado al Estadio de Chile, hoy Estadio Víctor Jara, convertido en campo de detención y tortura. Lo golpearon, le fracturaron el rostro y las manos, las mismas que tocaban la guitarra que acompañaba su canto, y se burlaron de él gritándole: “Ahora te quiero ver tocar esas canciones tan lindas, hijo de p…ta”.
Malherido, con el cuerpo destrozado y la voz apenas sostenida, Jara se aferró a lo único que le quedaba: su canto. Entre el dolor y el miedo que llenaban el recinto, comenzó a entonar:
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“Te recuerdo Amanda” y otras canciones que alentaron a los presos a resistir, a no dejarse vencer por el terror que intentaba quebrarlos, antes de ser finalmente acribillado con 44 balazos.
Su vida explica por qué los verdugos quisieron callarlo. Nacido en la pobreza, hijo de una cantora y de un campesino, Víctor conoció desde niño el trabajo duro del campo chileno. Estudió teatro en la Universidad de Chile y llegó a ser uno de los mejores directores escénicos de su generación antes de volcarse a la música. En los años sesenta se unió a Cuncumén, trabajó con Quilapayún e Inti Illimani y llevó el canto comprometido a fábricas, sindicatos y universidades.
De ese impulso nació la Nueva Canción Chilena, un movimiento que mezcló tradición, rebeldía y esperanza. Víctor Jara no era un cantante que buscara aplausos ni fama.
Era un hombre que convirtió su guitarra en un grito de lucha y su voz en refugio para los humildes. Su “Plegaria a un labrador” ganó el primer Festival de la Nueva Canción Chilena en 1969; piezas como “El derecho de vivir en paz” se convirtieron en himnos de lucha y en la banda sonora del Gobierno de Allende.
Su arte hablaba de dignidad, de justicia social y de un Chile que soñaba con ser dueño de su destino.
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El golpe de 1973 buscó arrancar de raíz esa esperanza. Durante los 17 años de dictadura, la censura y el miedo silenciaron voces, desaparecieron personas y forzaron al exilio a miles de chilenos. La muerte de Jara fue un mensaje brutal: los golpistas temían el poder de un artista comprometido y prefirieron destruirlo antes que permitir que su canto siguiera encendiendo conciencias.
Décadas después, la justicia llegó con retraso pero sin olvidar. El 28 de agosto de 2023, la Corte Suprema de Chile ratificó condenas de 25 años de prisión para los exmilitares Raúl Jofré González, Edwin Dimter Bianchi, Nelson Haase Mazzei, Ernesto Bethke Wulf, Juan Jara Quintana y Hernán Carlos Chacón Soto por el secuestro, tortura y asesinato de Jara y otros prisioneros. Otro implicado, Rolando Melo Silva, recibió ocho años por encubrimiento. Chacón Soto se suicidó un día antes de ingresar a la cárcel.
Tarde, pero el Estado chileno reconoció la verdad que el pueblo ya llevaba grabada en la mente y en los corazones.
En Nicaragua, la Compañera Rosario Murillo ha recordado ese golpe y el dolor que dejó en Chile, un dolor que también conocen los pueblos que han enfrentado agresiones imperiales. “Recordar es volver a vivir aquellos días terribles de septiembre de 1973, cuando esa tragedia y ese crimen impusieron sufrimiento a decenas de miles de chilenos y chilenas… Son dolores y tragedias impuestos por la voracidad de los imperios. Nosotros aquí en Nicaragua, que hemos sufrido tantas agresiones y ocupaciones, sabemos lo que significan esos dolores, esas valentías, porque los pueblos nos hemos atrevido y nos seguimos atreviendo a desafiar la imposición y el sometimiento de los imperialistas de la tierra… Unidos en batallas, y unidos en victoria decimos nosotros, con ese Chile de Salvador Allende, Presidente de la Dignidad, con ese Chile del inolvidable, eterno Víctor Jara, con ese Chile de tantos combatientes y militantes que sacrificaron y desaparecieron, pero ahí está el fuego y la llama sagrada inapagable; y sabemos que los pueblos vamos adelante, en hermandad soberana, luchando para vencer; y decimos, como siempre hemos dicho, no pasarán… los pueblos dignos, valientes, nobles, sabemos identificar nuestro legado y caminar valientemente hacia las victorias”, expresó.
Estas palabras, llenas de sabiduría y de la experiencia de quien junto al pueblo nicaragüense derrotó en 2018 un intento de golpe de Estado apoyado desde el exterior, reafirman la hermandad entre el pueblo de Chile y Nicaragua en la defensa de su libertad y su destino.
A 52 años de su asesinato, Víctor Jara sigue siendo una voz que desafía a los tiranos y al intervencionismo. Su martirio recuerda que la violencia de los golpes militares y del poder extranjero busca silenciar la libertad y la dignidad de los pueblos. Su ejemplo inspira hoy a naciones que defienden su soberanía frente a presiones imperiales y que apuestan, como él, por un destino propio.
Su guitarra rota se volvió himno, su sangre se hizo bandera y su voz, aunque quisieron apagarla a tiros, sigue cantando justicia.
Esta entrada fue modificada por última vez el 3 de octubre de 2025 a las 2:31 PM
