La guerra antifilibustera de Centroamérica en las letras nicaragüenses del siglo XIX

FIRMA: Jorge Eduardo Arellano

LA GUERRA Antifilibustera de Centroamérica, llamada tradicionalmente en Costa Rica campaña nacional, no solo fue un fenómeno geopolítico. También generó una amplia literatura dentro y fuera de su ámbito geográfico.

Dos canciones humorísticas en Nueva York

        En los Estados Unidos siguieron su desarrollo, paso a paso, los diarios más importantes. Basta citar el New York Tribune, el Harper’s Weekly ––también de Nueva York–– y el Frank Leslie’s Illustrated Newspaper; de los dos últimos se tradujeron al español en los años setenta todas sus crónicas, a la par de los originales, en sendos volúmenes. Igualmente, Luciano Cuadra Vega (1903-2001) vertió del inglés dos populares canciones humorísticas, escritas por el compositor Fred Shaw: “Yo me voy a Nicaragua” (1856) y “Yo vengo de Nicaragua” (1857). Decía la primera:

¿Sabes tú lo que se dice?/ Para mejorar la situación/ ––si es que te gusta la acción––/ debes ir a Nicaragua/ a pelear como matón/ y a robar lo que se pueda/ aunque no pruebes bocado,/ pero en los libros de historia/ en grandes letras de oro/ tu nombre, glorioso, brillará.

 

Vamos, pues, todos, muchachos,/ hagamos más grande el montón./ Con júbilo de soldado/ allá voy yo el primero/ a pelear a Nicaragua/ con esfuerzo denodado.

Y el texto, más extenso y narrativo, decía:

Caminando por Broadway,/ la calle de Nueva York,/ veo venir por la acera/ con mucho donaire y gracia/ todo vestido de gala/ a un alegre aventurero/ llegado de Nicaragua./ El hombre desque me vio/ como si fuera mi amigo/ de la mano me cogió/ y desta manera me habló:/ “Chico”, me dijo risueño,/ tú eres el hombre que busco./ ¿Te quieres ir de soldado,/ a echar bala a Nicaragua?/ Vente conmigo al vapor/ y empieza ya a navegar;/ allá vas tú a tener/ guaro, guitarra y mujer.

Yo no supe qué decir./ Andaba sin un centavo,/ mis zapatos desguazados/ y los fondillos gastados./ En busca de algún remedio/ me fui, pues, a Nicaragua./ Me llevó antes a comer/ y hasta un buen puro me dio;/ en un libro me inscribió/ y en un barco me zampó./ Yo iba allá de soldado/ a pelear a Nicaragua./ Pasé días almareado/ viendo solo cielo y agua.

Y fueron diez días de viaje/ sobre las aguas del mar/ hasta llegar a San Juan./ Y qué alegre yo me puse/ cuando esa tierra pisé;/ ¡qué hermosa se divisaba!/ Pero luego me enfilaron/ con otros veinte soldados,/ y puestos en son de batalla/ a pelear nos obligaron,/ pues estando en Nicaragua/ estaba la sin remedio./ Me llevaron muy de malas,/ ¡oh, nunca me hubieran llevado!

A la mañana siguiente,/ ajumado y muy cansado,/ nos hicieron desfilar,/ y hasta que el sol se ladeaba/ ordenaron descansar/ sin haber dado bocado./ Al otro día comimos/ dos gatos fritos muy flacos/ y ratones chamuscados./ Ese fue nuestra comida/ en la bella Nicaragua./ Y fue caminar todo el día,/ las patas muy doloridas,/ sin comer, pero peleando/ con aquellos desalmados.

Y un triste día de marzo/ los ticos nos apalearon/ en la hacienda Santa Rosa./ A los primeros disparos/ un brazo me cercenaron;/ pero en Rivas nos vengamos/ con bravura y valentía/ de aquella afrenta sufrida/ como dioses les peleamos/ y les dimos a los ticos/ una muy dura lección,/ causándoles gran estrago;/ pero de guaro, ni un trago,/ ni tampoco de comer,/ y mucho menos mujer…/ Fue solo siempre pelear,/ y más aun caminar…/ Pero “hacíamos historia/ cubiertos de fama y gloria”…

Mas un día en que yo estaba/ haciendo de centinela/ me metí dentro de un barco/ y me salí de aquel hoyo./ ¡Adiós, mis flores, les dije,/ para siempre y nunca más!/ De vuelta ya en Nueva York/  como ya más y mejor,/ y hasta me hallé un amor./ Aquí solo whisky y cerveza/ a que soy aficionado;/ y libando uno se olvida/ de dolores y tristezas/ que nos depara la vida./ ¡No me digan pues, por Dios,/ que a Nicaragua me vaya!

        Asimismo, la historiografía del tema fue iniciada en el significativo año de 1856 con el volumen de 316 páginas redactado por el empresario minero ––y amigo de Byron Cole–– William Vincent Wells (1826-1876): Walker’s Expedition to Nicaragua.

Dos composiciones sudamericanas antifilibusteras

Por otra parte, en abril del siguiente año ––poco antes de la expulsión de Walker por los aliados centroamericanos–– un anónimo poeta de Sudamérica imprecaba a la América anglosajona con rítmicos alejandrinos monótonos:

La ignota California descubre sus veneros

Y lánzase sobre ella el águila rapaz.

En vano la defienden sus dueños verdaderos;

Del fuerte es la victoria, la presa del audaz.

 

En México te ciernes y a México desgarras,

Y México vencido demándate merced

Posando sobre su oro las avarientas garras 

Les gritan a sus hijos: “hermanos nuestros sed”.

 

¡Ya es tuya Nicaragua! Un nido allí has abierto

Y en él, cría de hienas, alimentando estás.

El alma de los libres en ese mundo ha muerto

Y tú, sueño, divino, ¿a disiparte vas?

 

La gold rush californiana, la guerra de conquista de México y la usurpación walkerista en Nicaragua se aluden en estos versos que, por cierto, no fueron incluidos por Luis Alberto Cabrales (1901-1973) en su estudio y antología, Política de Estados Unidos y poesía de Hispanoamérica (1958). No sucedió lo mismo con la composición del colombiano Rafael Pompo (1883-1912), “Los filibusteros” (1956), donde llama a los estadounidenses del sur campeones beneméritos / de vuestra sacratísima divina esclavitud. También se refiere al Manifiest Destiny, sostenido frenéticamente por los sureños, reconociéndolos como una avanzadilla de los Estados Unidos:

Venid hambrientos pájaros a entretener con crímenes

el nido para el águila que precediendo vais;

venid, infecto vómito de extranjera crápula,

con la misión beatífica de americanizar.

 

Anota Cabrales: “El poema está escrito en verso de dieciséis sílabas, en un intento de imitar el hexámetro griego, quizá el primero de un hispanoamericano en este sentido, y para lograrlo hace uso frecuente de los esdrújulos”. Cabrales, además, transcribe sus dos primeros cuartetos:

Venid a conquistarnos, vosotros, heces pútridas

de las venales cárceles del libre Septentrión;

venid, venid apóstoles de la sin par República
con el hachón del bárbaro y el rifle del ladrón.

 

Venid, venid en nombre de Franklin y de Washington,
bandidos que la horca con asco rechazó;
venid a buscar títulos de Hernanes y de Césares,
descamisados prófugos sin leyes y sin Dios…

 

El Clarín patriótico editado por Tadeo N. Gómez

 

        En San José de Costa Rica, el ya citado año de 1857 Tadeo N. Gómez ––un guatemalteco–– compilaba en folleto el Clarín patriótico: una docena de composiciones en loor a la victoria sobre el filibusterismo y a sus conductores:

Mora y Cañas ¡oh, jefes invictos!

La Nación reconoce los hechos,

Que por ella con ínclitos pechos,

Vuestro esfuerzo arrostró con ardor.

 

Y Xatruch y Zavala y Martínez

Y Jerez y Chamorro esforzado,

Su patriótico brío han probado

Combatiendo en los campos de honor.

El verso como arma partidaria en Nicaragua

        ¿Y en Nicaragua? El verso se utilizaba frecuentemente como arma partidaria de combate. Durante la guerra civil de 1854, por ejemplo, fueron numerosas las hojas sueltas ––publicadas entre octubre del último año y agosto de 1855–– a  favor del bando leonés, de acuerdo con la compilación del ítalo-nicaragüense Franco Cerutti.

Los granadinos no se quedaban atrás. En su artículo “Musa del 54”, perteneciente a su sección “Verso Popular Nicaraguano”, Anselmo Fletes Bolaños rescató unas cuantas “poesías partidarias”, especialmente injuriosas. Un fragmento (tres cuartetas) de una “Canción legitimista” ––es decir, de los adictos al gobierno de Fruto Chamorro–– decía:

Cuando a Jalteva llegaron, mi bien,

La pandilla de asesinos,

¡Atrás!, ¡atrás!, les decían

Los valientes granadinos.

 

Cuando a Jalteva llegaron, mi bien,

La pandilla de ladrones,

¡Atrás!, ¡atrás!, les decían

Los rifles y los cañones.

 

Chamorro manda en su trono, mi bien,

Con mucho valor y brillo,

Ofreciendo a los leoneses,

Espada, bala y chilillo.

Por su parte, los leoneses exaltaron hasta el mismo jefe de los filibusteros, cuando luchaba al servicio del gobierno democrático, en la hoja suelta “A los libres”:

Viva el ilustre Walker

Viva la patria entera

Viva la libertad.

La Aristocracia muera.

 

Corramos a las filas

De William, el valiente,

Que serena su frente

Nos conduce a triunfar.

 

        Todavía a principios de junio del 56, ya transcurrida la batalla del 11 de abril en Rivas, los leoneses recibieron a Walker como héroe, saliendo a encontrarlo en el camino. Le prodigaron repique de campanas, salvas de artillería, poemas. A uno de ellos pertenecen estas líneas:

Mil himnos, alegres patriotas, cantad al restaurador de la libertad. El mundo respetuoso acatará con asombro al hijo denodado del grande Washington y Nicaragua libre dirá en constantes gritos: ¡Viva Walker invicto, viva el libertador!

 

        Los leoneses walkeristas, en la siguiente cuarteta, se refirieron a los cuatro jefes de estado de los países centroamericanos, listos para combatir a Walker:

Muera el triste Carrera,

El miserable Mora

Y Campo y Guardiola

Que se mueran también.

                                                        

El “Salmo” de Fabio Carnevallini

        Precisamente, a los ejércitos centroamericanos aludió al ya referido Fabio Carnevalini (1829-1896) en el “Salmo” que escribiera en León el 14 de octubre de 1856. Dicen sus últimas líneas:

Cuando los filibusteros se precipitaron sobre la tierra deliciosa, Walker, azote del Señor, dijo: Nicaragua es mi conquista: en ella fabricaré mi reino y destruiré sus habitantes.

De repente las ciudades tornarónse en sepulcros y los campos en desiertos. La mujer lloraba por la muerte de su esposo, y la madre buscaba en vano al asesinado fruto de su seno. Porque la Justicia divina armó contra ellos la espada de los bárbaros.

Pero Dios tuvo misericordia de sus criaturas. Su espíritu inflamó a unos generosos, y levantóse el estandarte de la libertad. Costa Rica, El Salvador y Guatemala hicieron eco al valor nicaragüense gritando a las armas. Y mil valientes llenos de patriótico ardor, volaron en auxilio de sus hermanos.

Venid: una corona de inmarcesible laurel, os espera en el campo del honor. Venid, hermanos, en el nombre de Dios. El ángel de los ejércitos guíe vuestros pasos.

El corrido “La Mama Ramona”

        Pero, ya en plena guerra nacional, el pueblo nicaragüense optaría por referir su propia participación bélica a través del corrido con matices festivos y burlescos. Me refiero a “La Mama Ramona”: composición directa en contra de los filibusteros, a quienes llamaban yanques:

Por allá vienen los yanques,

allá vienen los cabrones

a cogerse Nicaragua

los grandísimos ladrones.

 

Por allá vienen los yanques

con chaquetas coloradas,

diciendo ¡Hurra! ¡Hurra! ¡Hurra!

“En Granada ya no hay nada”.

 

        “La Mama Ramona” alentaba a los nicaragüenses ya unidos (véanse, en los siguientes cuartetos, las alusiones a un sitio de León y a un paraje granadino) e identificados por el ineludible objetivo de expulsar al invasor:

Para los yanques tenemos

una hermosa recepción:

el filo de los machetes

y las balas del cañón.

 

En la calle’e Guadalupe

vamos a formar un puente,

con las costillas de un yanque

y la sangre de un valiente.

 

Si en el camino a Mombacho,

ves dos orejas en punta:

tírale por hijo’e puta

que’s la cabeza de un “macho”!

 

        Para el pueblo, Mama Ramona representaba a la mujer entreguista deslumbrada ante el extranjero; por eso la moraleja del corrido no podía ser más burlesca: A la pobre Mama Ramona / la gran vaina le pasó, / por meterse con los yanques / el diablo se la llevó. // La pobre Mama Ramona / de un yanque se enamoró. / La agarraron los trotones / y ni el cuento nos contó.

        Esta versión fue recogida en León por la folclorista Berta Buitrago y enviada, en los años cuarenta, a Ernesto Mejía Sánchez. “La protagonista de este corrido ––anotó Mejía Sánchez–– parece haber sido doña Ramona Barquero, vecina de Masaya, una señora enormemente gorda y alegre, según la opinión de Mr. Squier, que se mostró feliz de que su pobre casa fuera honrada por los hijos de Washington. Era dueña de una hospedería”.

Juan Iribarren: el canario granadino

        Mientras tanto, el poeta legitimista Juan Iribarren (1827-1864) se incorporaba a la guerra nacional y el 23 de septiembre de 1856, en Boaco ––con el seudónimo Un Chontaleño–– escribió el himno de las fuerzas aliadas de Centroamérica. Difundida en hoja suelta, se reprodujo en el Boletín Oficial (León, núm. 20, octubre 17 de 1856) y tenía de preámbulo, como ya lo hemos indicado, esta consigna en verso: Centroamericanos / El arma empuñad / Y morid peleando / Por la libertad. Pero el título con que se ha transmitido es el de “Contra los filibusteros”, seis octavas decasílabas con rimas consonantes en los versos pares (abbc):

En el seno de la Patria

A los fieros beduinos del Norte.

¿Habrá alguno tan vil que soporte

Tanta mengua, tan negro baldón?

 

¡A la lid, compatriotas, volemos

A buscar la victoria o la muerte,

Que al vencido le espera la suerte

De vivir en eterna opresión!

 

Con desprecio insultante nos miran

De sus artes soberbios y ufanos,

Nos contemplan cual raza de enanos

A quien pueden de un soplo destruir.

Ignorantes seremos y pobres,

Pero nunca colonos y esclavos;

Libres somos, y altivos y bravos,

Por la Patria sabremos morir.

 

¡Cómo leones cargáis cuando oyereis

Tocar trote a tambor y trompeta;

Solo un tiro y calad bayoneta

Y la muerte sembrad y el terror!

No a sus rifles temáis ni a revólveres

Que entre el humo de recia batalla

Cuando silban la bala y metralla

Solo triunfa el denuedo, el valor.

 

¿Qué pretenden aquestos bandidos

Que nos vienen de allende los mares?

¿Quieren ellos destruir nuestros lares,

Sojuzgar nuestra libre nación?

Pues la tierra que tanto codician

Con su sangre la rieguen y abonen;

Que sus huesos al mundo pregonen

Lo que pudo su loca ambición.

 

Al que negro nació, como hombre

De inferior condición lo desprecian,

¡Y los yanques de libres se precian!

¡Y los yanques se llaman cristianos!

No tenemos nosotros telégrafos,

Ni vapores ni ferrocarriles,

Mas no nacen aquí hombres viles:

Negro y blanco se ven como hermanos.

 

A la industria extranjera ofrecemos

Nuestras fértiles tierras y lagos;

Y los yanques nos traen en pago

Exterminio, despojo, invasión.

¡Guerra a muerte a esos viles ingratos!

¡Guerra al yanque de robos sediento!

¡Qué reciba un severo escarmiento

Su perfidia, su horrible traición!

 

        “Contra los filibusteros” llegó a tener música, compuesta por el granadino ––del barrio de Quiscoma–– Marcelo Lacayo Rodado. Lo mismo hizo este violinista y director de orquesta con una segunda composición patriótica de Iribarren. La letra de este otro himno consta de cinco cuartetos decasílabos, pero el primero se repite en el tercero y el quinto:

Despertad de ese sueño ominoso,

Despertad, caros hijos del Cid,

¡Qué en Granada la vida o la muerte

Y la gloria os provoca a la lid!

 

Ya el bandido del Norte prepara

A la raza que él llama servil,

No el cadalso sino la cadena

Que tortura de Ismael la cerviz 

 

Despertad de ese sueño ominoso,

Despertad, caros hijos del Cid,

¡Qué en Granada la vida o la muerte

Y la gloria os provoca a la lid!

 

Su mirada de buitre pasea

Ambiciosa, esclavista, brutal

Y tal vez sin piedad nos veremos

Miserables, sin patria ni hogar.

 

Despertad de ese sueño ominoso,

Despertad, caros hijos del Cid,

¡Qué en Granada la vida o la muerte

Y la gloria os provoca a la lid!

 

Glorificación del vencedor de San Jacinto

        ¿Y José Dolores Estrada (1792-1869), el vencedor de San Jacinto el 14 de septiembre de 1856, batalla ––o más bien combate–– donde se hizo morder el polvo a los invasores rubios que representando el expansionismo esclavista de los Estados Unidos, atentaban contra la existencia de la misma Nicaragua y, en general, de Centroamérica? “San Jacinto ––reiteramos un juicio de don Ricardo Fernández Guardia–– tuvo una inmensa resonancia en Nicaragua; no obstante la cortedad numérica de las fuerzas que en él tomaron parte, contribuyó a desalentar a los filibusteros y a dar ánimo a los centroamericanos”. Pues bien, Estrada sería muy pronto glorificado en poemas por Jerónimo Pérez (1857), Carmen Díaz (1859) y Agustín Alfaro (1861), ya transcritos en el ensayo preliminar de este libro.

        Al mismo tiempo, no olvidemos que el 15 de marzo de 1858 el gobierno de Guatemala otorgaba a Estrada la Cruz de Honor. El Poder Legislativo de El Salvador, en la misma fecha, le nombró General de División y el de Costa Rica, el 22 de mayo del mismo año, lo condecoró con otra Cruz de Honor.

Carmen Díaz y sus composiciones de 1856 y 1860

        Como Iribarren, el ya citado Carmen Díaz (1835-1892) se identificó con los sentimientos nacionales tocando, armoniosa y enérgicamente, la nota más alta del patriotismo en horas decisivas. En efecto, a escasos días de la destrucción total de Granada por los filibusteros cantó a nuestra bandera:

De en medio de un incendio, de truenos y de balas

Te alzaste, pendón santo, con brillo y majestad,

El cóndor de los Andes te trajo entre tus alas,

Nosotros te abrazamos gritando: ¡Libertad!

        En respuesta al epitafio clavado por Charles Henningsen en la playa de la ciudad (Here was Granada), Díaz afirmaba: ¡Granada es! Y, evocando la recién pasada lucha (Aquí nuestros hermanos envueltos en sus pliegues, / Murieron por su patria, su honor, su religión), mantenía la convicción del sacrificio (Como ellos moriremos y cuando a verlo llegues / Te quedan nuestros hijos, hermoso pabellón). Luego enaltece a un patriota granadino (Cayó con mil valientes la patria defendiendo / Al pie del muro invicto que él mismo te erigió, / Y al tiempo que la vida se le iba extinguiendo / “Morir independientes” nos dijo y expiró), para concluir:

Con empeño afanoso al lado de esa tumba

Nosotros levantamos de escombros un montón,

Allí estarás flameando mientras el Norte zumba,

Allí vendrá a estrellarse del yanque la ambición.

        El 6 de agosto de 1860, después de dos intentos ––uno a finales del 57 y otro a finales del 58––, Walker pretendió invadir Nicaragua por cuarta vez. Pero la actitud de rechazo continuaba siendo una divisa colectiva, resuelta y firme, como lo objetiva Carmen Díaz en una “Canción” de ese mismo año, en que plateaba:

Al caso adverso la cerviz no humilla:

Mi patria es noble, quiere su exterminio:

Antes de ver de un hijo la rodilla

Prosternase de extraños al dominio.

Y agregaba:

¿Lo oís? ¡Bandidos! ¡Horda de beduinos!

Que los mares cruzáis a la aventura:

En Nicaragua encontraréis caminos

Que hasta la tumba van en derechura.

 

Si os place, entrad, que la horda despreciable

Venga a abonar los campos de Granada

En donde el yanque avaro y execrable

Halló otra vez su postrimer morada…

 

Para exaltar a los suyos al combate:

Nicaragüenses: todos a la cuchilla

Con mano firme unidos empuñemos,

Y si aparece la feroz cuadrilla

Hasta su huella odiosa exterminemos.

Esta entrada fue modificada por última vez el 26 de agosto de 2023 a las 1:59 PM