Real Madrid vence al Shakhtar tras hacer sufrir en la cancha a los Ucranianos

El Real Madrid está  activado. El último cuarto de hora del partido de Ucrania demuestra que no, que los de Benítez no están curados, que lo visto hasta entonces había sido una tirita en una herida de bala. Porque ganaba 0-4 en el 77′ y acabó pidiendo la hora, con el entrenador sin saliva y sin hojas para apuntar y los jugadores sin capacidad de reacción. Algunos se subieron al avión antes de tiempo y algún aficionado querría que se volvieran andando desde Lviv.

El primer paso para afrontar un cambio es reconocer que hay un problema. Benítez lo asumió y comenzó por sí mismo la terapia del equipo. Sacó una alineación con sólo cuatro titulares del Clásico, con su Casemiro, su 4-4-2, su Madrid arropadito y bien ordenado. Tras la lección del sábado sacó cuatro centrocampistas, con Modric liberado e Isco suelto. Y así presionó, recuperó, tocó y goleó.

Antes del minuto 20 Cristiano hizo el primero a pase de Bale, que aprovechó un servicio sensacional de Modric. Ronaldo lo celebró como acostumbra, aunque se pudiera pensar que los blancos estarían apocados tras el 0-4 del Bernabéu. Pero es de entender, ya que el equipo se reunió en la piña del primero. Necesitaban un abrazo. Aunque no fueron a buscar al técnico, como sí hicieron con Ancelotti hace unos meses. El respaldo de la Junta Directiva no encontró continuidad en el césped.

Avisó el Madrid en el tramo final de la primera mitad, donde ya perdió el control del balón. Además, sin Varane, otra víctima de la plaga de lesiones en el vestuario blanco. Pero la salida en tromba del segundo tiempo daba a entender que la medicación funcionaba. A los cinco minutos marcó Modric a pase de Cristiano y a los siete se sacaba de la manga Carvajal un golazo de museo y reivindicación. Un “aquí estoy yo” en toda regla. Tiró un caño dentro del área, miró la portería y la puso, con la zurda, suave, en la escuadra contraria, allí donde las arañas duermen.

0-3, bailecitos en las celebraciones, sonrisas. Más todavía cuando Bale encendió la moto y cedió el cuarto a Cristiano, que se lo agradeció haciéndole la cucharita en el césped. El galés volvió a demostrar que, aunque quiera buscar la centralidad, sus políticas son de izquierdas. Y desde ahí es donde debe tomar el cielo por asalto, no disfrazado de ’10’, donde no brilla a pesar de los intentos de Benítez. El cuarto no cerraba la herida, pero ayudaba. Las penas con rumba y con goles son menos penas.

Y el técnico ratificado empezó a hacer cambios. Entró Kroos, entró Benzema, James se quedó 90 minutos en el banquillo, y el equipo se durmió. Cuando Casemiro embistió a Taison dentro del área en el 78′ y Teixeira hizo el 1-4, el lamento era que los blancos ya no iban a terminar imbatidos la fase de grupos. Cuando Dentinho remató un córner con el pecho en el segundo palo, más solo que la una, para hacer el 2-4 en el 83′, alguno empezó a temblar.

Pero cuando Teixeira definió el 3-4 en el 88′, se encendieron las luces de la discoteca y en el vaso ya sólo quedaba el líquido de lo que antes eran unos hielos que bailaban “clin, clin” al compás de un ritmo alegre. El Madrid quiso salir de fiesta para olvidar y acabó borracho. Con esa dignidad fingida del intoxicado aguantó el resultado hasta el pitido final. La desconexión final es tan preocupante como la anestesia general del Clásico. El Madrid plantó brotes verdes y el Madrid los cortó de cuajo sin dejarlos crecer. Eso sí, primeros de grupo. Y quién sabe cómo estará el mundo a mediados de febrero…

Esta entrada fue modificada por última vez el 25 de noviembre de 2015 a las 7:44 PM